Sismo ocurrido a fines de 2016 fue producto de la energía acumulada por un movimiento de 9,5 grados registrado 1960.
En Chile, se producen una decena de sismos al día, la mayor parte de ellos apenas perceptibles. Por ello ya estamos acostumbrados a los movimientos de la tierra, incluso cuando se trata de violentos terremotos y sus inevitables réplicas posteriores.
Sin embargo pocos sabemos que una réplica puede tardar muchos años en gestarse. De hecho, casi seis décadas.
Esta es la conclusión a la que arribó el doctor Dietrich Lange y su equipo del centro de investigación oceanográfica alemán Geomar junto a especialistas de la Universidad de Chile, quienes concluyeron que el terremoto de 7,6 grados (magnitud de momento o Mw) que afectó a Chiloé la Navidad del año pasado, fue en realidad una réplica tardía del megaterremoto de 9,5 grados (Mw) que sufrió Valdivia en 1960, el más potente a nivel mundial desde que existen registros.
Es decir, la energía residual se mantuvo acumulada durante 56 años.
La investigación de Lange fue publicada en el Geophysical Journal International y se basa en el hecho de que el sismo del 25 de diciembre de 2016 se produjo exactamente en la misma franja del terremoto del 22 de mayo de 1960, que dejó al menos 1.600 muertos como resultado de la sacudida del terreno y posterior tsunami.
“Pese a la inmensa fuerza del terremoto de 1960, esto indica que aún así quedó tensión acumulada en la zona”, indica el doctor Lange.
Chile es azotado con frecuencia por movimientos telúricos debido a que -vaya suerte- toda su línea costera está donde la placa de Nazca colisiona con la placa Sudamericana y se sumerge progresivamente bajo ella. Este proceso ocurre normalmente a un ritmo de 6,6 centímetros al año, pero durante un terremoto como el de Chiloé en 2016, la subducción se aceleró a entre 3,6 metros y 4,5 metros de una vez.
En el terremoto de Valdivia de 1960, la placa se desplazó 30 metros en apenas unos minutos.
“La escala a la que ocurren los desplazamientos nos entrega información sobre la energía acumulada entre ambas placas. En el caso del terremoto de Chiloé, la presión debe haberse acumulado por 56 años. Esto es más antiguo que el último gran sismo en la zona”, añadió Lange.
Los hallazgos del equipo alemán no sólo son de interés científico: también podrían tener un efecto sobre las normas de construcción antisísmicas que aplicadas en el país. Esto porque, según el doctor Lange, ya no sólo debería pensarse en los terremotos como eventos que pasan de un ciclo a otro, sino que cada evento sigue teniendo potencial de manifestarse incluso durante ciclos posteriores.
“La energía puede resultar mayor de lo que se considera en los actuales cálculos, algo que debiera incidir en las recomendaciones para una construcción bajo normas de resistencia sísmica”, concluyó el investigador.
Imagen: Pierre St. Amand