Si bien los felinos caseros desarrollaron comportamientos como la búsqueda de recompensas y el miedo, por otra parte han mantenido una salvaje forma de reaccionar ante variados estímulos.
Siempre ha habido una competencia entre quienes quieren más a los gatos como mascota y entre aquellos que sienten más atracción por los perros. A los primeros les encanta el espíritu independiente que representan los felinos y a los segundos su indiscutida fidelidad.
El profesor de genética de la Universidad de Washington, Wes Warren, explica que los gatos son solamente semi-domésticos. Por ello conservan una parte de animal salvaje que no ocultan.
Si bien la diferencia con los gatos salvajes es que los genes que influyen en comportamientos como la búsqueda de recompensas y el miedo están más desarrollados, por otra parte el académico precisa que las especies domésticas han mantenido una forma de reaccionar salvaje.
La diferencia, en todo caso, entre una y otra especie felina surge desde que el hombre desarrolla la agricultura, unos 9.000 años atrás. Junto con las plantaciones y las siembras llegaron los roedores y la dinámica de gatos que eliminaban la amenaza en los campos comenzó a ser ventajosa para el ser humano.
En ese contexto es que algunos tipos de gatos comienzan a relacionarse con grupos humanos y desarrollan lazos domésticos.
Warren explica, en todo caso, que el gato mantuvo dinámicas salvajes como la amplitud del rango de audición (con lo cual siguen detectando el movimiento de su presa), conservan su visión nocturna y la capacidad de digerir alimentos ricos en proteínas (dietas altas en grasa).
"A diferencia de los perros, los genes de los gatos no han evolucionado para ser dependientes de los seres humanos por la comida", destaca el investigador. Eso, la verdad, explica muchas cosas.