Un niño que a través del trato sano y positivo por parte de los adultos es respetado y valorado, donde sus ideas acordes a su edad o sus emociones como el enojarse o el entristecerse son validadas, crecerá con la confianza de lo que es y lo que puede hacer.
¿Cómo fortalecer la autoestima de los niños? La vida en la escuela ocupa muchas horas y ofrece miles de experiencias que impactan a los niños y niñas para toda su vida. Lo que viven en la escuela, cómo se relacionan con maestros y compañeros y, sobre todo, cómo se les enseña a manejar sus propias opiniones y emociones, es más importante que el propio programa de aprendizaje con todas sus materias.
El ser humano se hace plenamente humano y desarrolla todo el potencial con el que nace cuando la convivencia con los adultos es como un espejo mágico; es decir, la forma en la que los niños son tratados por los adultos es la manera de entender quiénes son, cuánto valen y cuánto pueden lograr.
Un niño que a través del trato sano y positivo por parte de los adultos es respetado y valorado, donde sus ideas acordes a su edad o sus emociones como el enojarse o el entristecerse son validadas, crecerá con la confianza de lo que es y lo que puede hacer. Es decir, cuando se logra en ellos un sano auto-concepto (lo que piensan ellos de sí mismos) y una sana autoestima (el amor y respeto que cada persona tiene de sí misma).
¡Hazlos seguros de sí mismos!
A continuación, cinco ideas y acciones claves para fortalecer el sano desarrollo de la inteligencia emocional de los niños y niñas en el colegio, impactando su auto-concepto y autoestima:
1.- Llamar a los niños por su nombre
Decirle a un niño: “eeyy tú” o “niño ven” es decirle, “no sé cómo te llamas, no sé quién eres”. Dar un nombre es dar identidad, es darle un significado a las cosas; para un ser humano su nombre es lo que lo distingue de los demás, es un primer paso para decirle que es persona e individuo.
Algo muy poderoso que envía un mensaje profundo para el niño, es “bajarse a la estatura del niño”, mirarlo a la altura de sus propios ojos, tocar suavemente su hombro y decirle: te quiero, te respeto, te valoro, cerrando la frase con su nombre. Es un mensaje profundo de reconocimiento y valoración.
Algo sumamente importante y saludable es distinguir el ser del hacer. A toda persona, sobre todo a los niños, es conveniente decirles lo que pueden hacer mejor, pero nunca relacionar su conducta inadecuada con su persona; es decir, no es lo mismo decirle a un niño “van cinco veces que no limpias tu cuarto” a decirle “eres un flojo nunca limpias tu cuarto”. Un niño o un adulto siempre es valioso, independientemente de que lo que haga esté “mal”. Llamar a los niños por su nombre es reconocer su identidad y el valor de su ser.
2.- Validar sus emociones
Un niño es un ser humano aprendiendo a vivir y que reacciona ante todo lo que le rodea y ante todo estímulo que recibe, pero sólo con el tiempo y la madurez, la reacción se puede convertir en elección. Con las emociones ocurre lo mismo; inteligencia emocional es conocer, aceptar y manejar las emociones de forma positiva y saludable, aun aquellas que se consideran negativas, son parte natural del vivir.
A un niño hay que permitirle vivir sus emociones cuando se enoja, se pone triste, se alegra, etc. Todas ellas son como un abanico de colores que hacen sentir la vida; no se vale decirle a un niño “no te enojes”, “el que se enoja pierde”, “no estés triste”, etc. Toda emoción es parte de algo que el niño está viviendo, por lo que hay acompañarlo y ayudarlo a que sepa que lo que siente se vale y no es malo, que hay que regular ese sentir y, sobre todo, tomar decisiones a su favor y al de los demás.
3.- Escuchar su opinión
A toda edad un niño tiene algo que decir, algo que opinar, y aunque el razonamiento no sea el acertado o completo, el permitirle opinar es decirle, eres importante, puedes pensar, eres inteligente. La clave está en escuchar al niño y motivarlo a hablar antes de soltarse con un sermón para que “entienda”.
Según la edad, ante un tema inicia con preguntas para el niño, pídele que te explique lo que entiende, que te dé su opinión, preguntas sencillas sobre algo que ve en la televisión, en internet o en libros, que describa imágenes o que invente finales … las preguntas son la base del pensar. Pregúntale antes de explicarle las cosas.
4.- Reconocer sus competencias
Un niño puede hacer muchas cosas; para empezar, sólo necesita sentirse capaz y amado. Lo que necesitamos hacer para ayudarlo a que no detenga su capacidad creativa, que sea productivo según su edad y adopte responsabilidades, es reconociendo sus logros y aciertos; es convertirnos en un promotor y divulgador de sus logros.
Nunca dejes de decirle “bravo”, “hurra”, “lo lograste”, “tú puedes”, “vuelve a intentarlo”. Algo básico es saber que hay muchas formas de ser inteligentes, a lo cual se le llama las inteligencias múltiples. No todos los niños aman las matemáticas o la historia o la danza, cada uno se inclina por algo diferente y de su gusto, por lo que es clave observar a los niños y ver sus inclinaciones y preferencias, ayúdalos a descubrirse y a ser lo que quieran ser, sólo así harán lo que el programa les pida en el colegio.
5.- Permitirles y facilitarles que trabajen en equipo
Las cosas se hacen mejor, más fácil y más rápido si se hacen en equipo. El trabajo colaborativo es la base de la vida humana, por lo que para un niño es fundamental aprender a superar su individualismo egocéntrico; saberse parte de un grupo, de una comunidad les da sentido de pertenencia, aprender a superar el “yo” o “mío” por el “nosotros” y “nuestro” lleva a la madurez y la vida sana.
El niño necesita sentirse “parte de” para valorarse y valorar a los demás, una sana autoestima es un equilibrio entre el yo y el nosotros.