A continuación, las barreras que aparecen por nuestro modo de ser y no tanto por factores externos.
Por Humany en MDZOnline. Cada vez que decidimos encarar un proceso de aprendizaje, podemos encontramos con muchos obstáculos: existen las barreras económicas (como el no poder pagar la cuota de una universidad), las sociales (como no tener acceso a un determinado club social), las biológicas (como tener cierta incapacidad para practicar un deporte), raciales, culturales, etc. Todas ellas parecen definir las posibilidades de acceder a un espacio de aprendizaje.
Si bien estos obstáculos pueden ser determinantes para acceder a un determinado programa de aprendizaje, no vamos a referirnos a ellos ahora.
Vamos a centrarnos en otro tipo de barreras, las ontológicas, que son aquellas barreras que aparecen por nuestro modo de ser y no tanto por factores externos. Vamos a referirnos a estas barreras como enemigos del aprendizaje.
La lista de estos enemigos puede ser bastante larga. Los más comunes son en función de conversaciones y talleres sostenidos en los últimos años.
1. Falta de capacidad para admitir que no sabemos: el enemigo es la tendencia conservadora a pensar que no hay nada más que aprender. ¿Cómo se supera? Simplemente declarando nuestra ignorancia. Ésta no es lo opuesto del aprendizaje sino que se constituye como su umbral. Cuando declaramos no sé se genera el espacio para aprender.
2. No puedo aprender dado quien soy: Ojo con las etiquetas que nos auto colocamos. Los juicios que hagamos sobre nosotros mismos pueden transformarse en nuestros enemigos para aprender: soy incapaz para aprender idiomas, soy demasiado viejo para aprender, nací así y no puedo cambiar, etc.
Vale hacer una distinción entre incapacidad e incompetencia para no confundirlas. Podemos ser incapaces para volar como vuela un pájaro y esto siempre será así y no se puede cambiar. Podemos ser incompetentes para hablar idiomas, practicar deportes, etc y esto si lo podemos aprender.
3. No tengo tiempo para aprender: es la excusa que se suele tener más a mano y suele ser incuestionada. Si no hay tiempo no hay tiempo. Existe una especie de prestigio social relacionado con el estar muy ocupado y no tener tiempo. Ahora, si nos observamos con una mirada sincera, ¿es real la falta de tiempo o hablamos por ejemplo de una inadecuada administración del mismo? ¿Tendrá que ver con los motivos que nos mueven? Creo que cuando el motivo es grande y realmente te moviliza, el tiempo siempre se encuentra.
4. Confundir aprender con adquirir información: hay quienes tienen muy poca información y una gran sabiduría. Otros, por el contrario, mucha información y poca sabiduría. Tener información no es sinónimo de sabiduría. Un buen ejemplo es el caso de saber andar en bicicleta; podemos tener toda la información que queremos sobre esas acciones, pero ello no significa saber andar en ella. Si la información no se traduce en capacidad de acción nos quedamos en la mera capacidad de repetir afirmaciones.
Algo similar ocurre cuando confundimos el aprendizaje con tener opiniones. El enemigo no es tener opiniones sobre cual o tal tema. El enemigo es confundir el saber con una opinión. Por ejemplo: podemos tener opiniones sobre como pilotear un avión, lo cual no significa que sepamos hacerlo.
5. No dar autoridad a otro para que me enseñe: el poder declarar a una persona como nuestro maestro en un proceso de aprendizaje implica que le otorguemos confianza y autoridad, implica reconocer que esta persona, comparada con nosotros, tiene una mayor capacidad de generar acción en algún dominio determinado. Sin embargo, en nuestra cultura experimentamos dificultades para aceptar que otros saben.
La vida está llena de oportunidades de aprendizaje por donde mires. No se limita a los ámbitos formales de educación. Puedes aprender de tus hijos, de tus compañeros de trabajo, de tus vecinos, de tus amigos, etc. La pregunta para observarte sería ¿qué espacio das a otros para que te enseñen?
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