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Cinco formas de perder peso a la manera rusa
Jueves, Octubre 5, 2017 - 08:11

Por acción u omisión, los rusos han cuidado su figura a lo largo de los siglos estrategias que aquí compartimos contigo.

Russia Beyond | Tradicionalmente, en Rusia la delgadez era considerada como poco saludable y se pensaba que tanto los hombres como las mujeres tenían que estar rellenitos. A Catalina I le hicieron ganar peso antes de su boda con el zar Pedro I. Por otro lado, las cenas rusas eran famosas más allá de las fronteras del país. A los invitados se les daban los mayores manjares en grandes cantidades. A pesar de ello en el país existían maneras para estar delgado.

Dieta del pueblo

El estado natural de los campesinos era estar delgado: el trabajo físico constante y la habitual falta de comida les hacía estar flacos. A mediados de primavera iba al campo y era allí donde pasaban la mayoría del tiempo. No podían llevarse mucha comida, solamente algo de pan y una jarra de leche agria. El calor podría estropear cualquier otra cosa; el kvas y la leche agria eran las bebidas favoritas de los campesinos. También comían lo que cultivaban en sus huertos y lo que crecía en los bosques: coles, nabos, acedera (hierba parecida a la espinaca), bayas y setas. Todas estas delicias tienen pocas calorías. Los campesinos apenas tenían acceso a los dulces: el azúcar era muy caro y la miel solo se utilizaba durante las fiestas y como medicina. La mermelada también era poco habitual.

Ayuno ortodoxo

Las tradiciones ortodoxas también han contribuido a la delgadez natural de la gente común. Según las leyes de la iglesia, los miércoles y viernes son días de ayuno. Estos días hay que evitar tomar carne, lácteos y huevos así como restringir la toma general de alimentos. Además, hay cuatro grandes ayunos al año. Lent o el Gran Ayuno de primavera y el Ayuno de Navidad suman alrededor de 50 días, dependiendo de la fecha de la Pascua. También está el Ayuno de los Apóstoles y el Ayuno de la Dormición. Durante estos periodos, sobre todo los más estrictos, no solo se prohibía tomar proteínas animales sino también aceite vegetal. También era necesario ayunar durante al menos tres días antes de la confesión y la comunión, que solían ser habituales entre la gente del pueblo.

Bania

Una medida efectiva para prevenir el exceso de peso y las enfermedades era el baño, que tenía lugar cada sábado. Además, se creía que el agua y el vapor no solo lavaban la suciedad sino también los malos pensamientos y los pecados. Según explican los médicos actualmente, bajo la influencia de grandes temperaturas y del sofoco, el cuerpo libera el exceso de fluidos y se acelera el proceso metabólico. Aunque en la época antigua nadie iba al baño para perder peso. Sin embargo, hoy en día es una manera popular para adelgazar.

La dieta del emperador

Al contrario que el pueblo, la élite de la sociedad rusa podía permitirse excesos en la comida y  tenía que pensar sobre cómo controlar su consumo. Por ejemplo, Pedro el Grande (1689-1725) es recordado como un zar apuesto y arreglado que prestaba mucha atención a su dieta. Se despertaba cada día a las 5 de la mañana y tomaba un desayuno ligero para poder dedicar tiempo a otras cosas. El zar no comía antes de mediodía.

En el menú solía haber una densa sopa schi -hecha a base de col carne-, pato frío asado o cochinillo frío con nata agria así como jamón o queso. Pedro el Grande estaba muy orgulloso de las frutas que había en los jardines imperiales. En otras palabras, el zar prefería tomar proteínas y verduras que combinaba con frutas frescas.

Eliminar la cena

Durante la época del Imperio ruso, la clase alta también conocía la práctica de eliminar la cena para mantener un peso saludable. Así lo escribió incluso el escritor Iván Goncharov en Una historia común.

Uno de los personajes, un señor mayor de San Petersburgo, consideraba que cenar era un hábito de campesinos y gente de pueblo. Muchos emperadores tampoco cenaban. Se cuenta que el zar Nicolás I (1825-1855) nunca cenó. En San Petersburgo la comida se servía tarde, entre las 5 y 6 de la tarde.

Autores

Anastasía Yeriómina/ Russia Beyond