Estas emociones se relacionan con la manera de vincularse que tiene el ser humano con su entorno en sus diferentes roles, sea como padres, hijos, amistades, trabajadores o pareja, siendo éste el más común de todos, dice la psicóloga Tatiana Jáuregui.
Si eres de esas personas a las que le hierve la sangre cuando tu pareja habla con alguien del sexo opuesto o cuando está desconectada por un buen rato de las redes o no manda un mensaje de buenas noches, podrías estar padeciendo de los tan comunes, pero no por eso inofensivos, celos.
“Los celos son emociones que invaden a las personas cuando perciben que algo, a lo cual están vinculadas emocionalmente, se les puede quitar o sienten que pueden ser reemplazadas”, dice el psicólogo clínico Juan José Vargas.
Estas emociones se relacionan con la manera de vincularse que tiene el ser humano con su entorno en sus diferentes roles, sea como padres, hijos, amistades, trabajadores o pareja, siendo éste el más común de todos, dice la psicóloga Tatiana Jáuregui.
“Los celos están arraigados en la intencionalidad de tener al otro; es una cuestión, si se habla en términos más biológicos, de territorialidad, de una especie de posesión del otro”, indica Jáuregui.
Pero, así como las personas no son iguales entre sí, lo mismo pasa con la intensidad de los celos, porque aunque la mayoría de los seres humanos los sienten, su percepción, y sobre todo su demostración, es diferente, explica Vargas.
Si se toma en cuenta el origen biológico y psicológico —según el especialista—, en el primero actúa el sistema límbico por ser el centro emocional. Desde el punto de vista psicológico, se puede ser celoso o celosa por una vulnerabilidad emocional; es decir, por miedo al abandono. Por otro lado, los celos son poco frecuentes en personas con elevada confianza y autoestima.
Según Jáuregui, la magnitud de los celos depende de los patrones aprendidos y de la conducta, “de aquello que el individuo haya hecho, construido y formado en su personalidad, con base en su historia de vida. Esto no quiere decir que la seguridad, la empatía y otras habilidades sociales no formen parte porque se debe tomar en cuenta que lo negativo y positivo es un compendio, un constructo que se forma en la persona e impulsa sus creencias y sus acciones.
Desde la perspectiva de ambos profesionales, la intensidad puede estar en dos extremos. En uno, están las personas que casi no sienten celos o si lo hacen es en grados menores convirtiéndose en celos episódicos. En el otro, se trata de trastornos que marcan una personalidad controladora y posesiva. Esto, a su vez, conlleva a la persecución, a los conflictos y a dañar a los demás o a sí mismo.
Sin embargo, antes de caer en los embriagantes celos y perder el control, se tiene el poder de razonar, pensar y elegir actuar o no. Nunca se deben combinar con la impulsividad, pues una vez dicho o hecho algo no hay vuelta atrás. Así que elige cómo actuar: preservándote tú, a la otra persona y su relación.
Cuando los celos atacan:
- No pienses mal de cada situación: no te imagines traiciones a cada paso ni mortifiques sin tener pruebas. Esto tampoco quiere decir que seas espía y perseguidor (a) de tu pareja.
- No acuses: no encares a tu pareja por cada cosa que dice o hace, y menos a las personas con las que se vincula. Si tienes tanta duda analiza las causas. ¿Es falta de autoconfianza o realmente tu pareja no merece tu fe?
No prohíbas: habla con tranquilidad y expresa claramente lo que te molesta de sus actitudes o hábitos, por ejemplo de sus salidas. Nadie puede hacer algo por obligación; ni dejar de salir ni prohibir hacerlo. Para eso están los consensos.
Reconócelos: sé consciente y admite que sientes celos. Busca terapia si es necesario.
Responsabilízate: si eres celoso o celosa es tu deber aprender a controlarlos, es tu tarea sentirte bien y eso no depende de otra persona. Así que no culpes a tu pareja diciendo que es una coqueta o un donjuán, al final tú elegiste a esa persona, tal vez para aprender algo.