A pesar de los anuncios y las promesas del Gobierno de que nadie pasará hambre durante el confinamiento de más de un mes, que se extenderá hasta el 27 de abril, para contener la propagación del COVID-19, la ayuda no ha llegado a muchas de las familias más pobres del país.
Soacha, Colombia.- Sandra Sierra dice estar agarrada de la mano de Dios pidiéndole que alguien lleve alimentos a su casa en medio de la cuarentena en Colombia, especialmente para su hijo Kevin, quien por su condición médica y con las defensas cada vez más bajas corre mayor riesgo de muerte en caso de contagiarse con coronavirus.
El joven de 16 años sufre de bronquiolitis obliterante, una obstrucción inflamatoria de las vías respiratorias que le obliga a permanecer conectado a un tanque de oxígeno de manera permanente prácticamente desde que nació.
A pesar de los anuncios y las promesas del Gobierno de que nadie pasará hambre durante el confinamiento de más de un mes, que se extenderá hasta el 27 de abril, para contener la propagación del COVID-19, la ayuda no ha llegado a muchas de las familias más pobres del país.
“No han llegado las ayudas acá, no tenemos alimentos ya, tengo a mi esposo sin trabajo, yo tampoco trabajo por la situación que he vivido”, dijo Sierra, de 52 años, refiriéndose a una enfermedad en sus articulaciones que le dificulta caminar.
Kevin, su hijo, “está bajo de defensas, no le he podido dar ni un pedacito de pollo o de pescado, él lo necesita”, agregó.
La apremiante situación llevó a Sierra y a miles de familias del empobrecido municipio de Soacha, al sur de Bogotá, a ondear en sus ventanas trapos rojos para alertar de que no tienen víveres ni siquiera para pasar el día.
Mario Palacios, representante de la comunidad del barrio La María, explicó que la iniciativa busca que los vecinos que aún tienen provisiones las compartan con los demás. El líder dijo que aunque las autoridades locales han repartido algunas cosas, han sido insuficientes.
El vecindario es habitado por recicladores, vendedores ambulantes, gente que limpia vidrios de automóviles en los semáforos, obreros informales de la construcción, que, dicen, no aparecen en ninguna base de datos del Gobierno para recibir atención prioritaria.
Un 27% de la población estaba en la pobreza y un 7,2% en la indigencia en 2018 en Colombia, y el desempleo era de un 12,2% al final de febrero, tasas que analistas vaticinan se incrementarán debido a la cuasiparálisis de la actividad productiva por las medidas adoptadas para frenar la propagación del coronavirus.
“Que nos tengan en cuenta una ayuda de mercado, no pedimos un montón, pero una libra de arroz así sea alcanza para dos o tres días”, clamó Heidy Mesa, quien vive en una casa de inquilinato junto con otras 14 personas -cinco de ellas niños- de varias familias.