Uno de los temas que traerá Edufin Summit 2017, será la economía conductual y cómo no caer en las trampas que va poniendo el cerebro.
Una persona entra en un gimnasio para apuntarse y comenzar su soñado entrenamiento. Se siente invencible. En recepción, le recibe un empleado muy amable que le muestra las distintas opciones, le escucha y, tras oír sus ambiciosos planes, le recomienda la tarifa más alta, la que va a cubrir todas sus necesidades.
El cerebro empieza a funcionar y a ponerse a favor de la situación. Todo tiene sentido. Si uno va a convertirse en Superman, ¿por qué no va a pagar un poco más de lo que tenía previsto? La persona agarra el bolígrafo y firma sobre la línea de puntos. Al hacerlo, casi le parece oír aplausos y música de violines. Lo ha hecho muy bien.
Pasa el tiempo y el optimismo del principio se ha diluido. El cliente no va al gimnasio todo lo que se había propuesto: le falta tiempo, le da pereza y tiene demasiados compromisos. Eso sí, debe seguir pagando la tarifa cara que había contratado con el gimnasio; un dinero que sale de su cuenta todos los meses, por una serie de servicios que ni siquiera utiliza.
Cada día, millones de personas toman pequeñas decisiones que afectan a su bolsillo y al panorama financiero global. La economía conductual se encarga de estudiar el motivo y el efecto de estas acciones, con resultados sorprendentes que, a veces, dan vértigo. Esa será una de los temas que traerá Edufin Summit 2017, primer encuentro anual del Centro para la Educación y Capacidades Financieras de BBVA.
De acuerdo con el sitio web de BBVA, George Akerlof y Robert J. Schiller, ganadores del Premio Nobel de Economía, en 2001 y 2013 respectivamente, analizan esta cuestión con algunos ejemplos de economía conductual, como el del gimnasio, en su estudio ‘La economía de la manipulación: Cómo caemos como incautos en las trampas del mercado’.
Ambos expertos explican que las decisiones de compra no se toman después de haber estado estudiando las ventajas y los inconvenientes de tal o cual producto, donde entraría en acción el ‘cerebro lento’. Las personas suelen responder a estímulos inmediatos, sin demasiadas reflexiones, lo que se llama el ‘cerebro rápido’, que pueden tener consecuencias tremendas para su economía.
Un buen ejemplo es la disposición de los espacios en las grandes superficies, donde los productos básicos se colocan al fondo, para que el consumidor recorra toda la tienda. De esta forma, es probable que, estimulado por toda la oferta, acabe comprando lo que no necesita, en vez de ir directo a lo que le hace falta sin hacer caso a lo demás.
Según Akerlof y Schiller, si a este comportamiento poco racional se le añade el optimismo, con el que los individuos suelen embarcarse en experiencias que afectan a su bolsillo, el desastre puede estar servido. La economía conductual también muestra el camino para no caer en las trampas que va poniendo el cerebro.
Solo con poner en marcha algunos trucos como estos, la diferencia para el bolsillo puede ser importante:
Conocer el cerebro. Observar el pensamiento propio, darse un tiempo para reflexionar y aprender a detectar cuándo no está tomando una decisión racional, es el primer paso para no precipitarse. Un buen truco es esperar un tiempo prudencial, antes de comprar algo, para ver si es realmente necesario o un capricho.
Dejarse aconsejar. Un punto de vista externo, sin la carga emocional y subjetividad que lleva cada persona, siempre es útil a la hora de tomar una decisión financiera.
Confianza justificada. Hay que actuar con confianza, pero siempre con una base. Antes de tomar una decisión financiera o de compra, hay que informarse bien, comparar precios y no tomar la decisión fácil, por mucho que el cerebro insista en ello.
Para conseguirlo, es bueno tener siempre presentes las metas de ahorro que compensan el esfuerzo y no dejarse llevar por el optimismo infundado. Los imprevistos pueden surgir siempre y hay que tenerlos en cuenta.
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