Por Pablo Marco, Profesor IE BUSINESS SCHOOL y experto en ayuda humanitaria.
La pandemia de coronavirus está dando a Latinoamérica el tiempo necesario para prepararse y quizás, evitar la suerte de muchos países europeos. Varios gobiernos han tenido el valor de aplicar cuarentenas cuando el número de contagiados era relativamente bajo, y esperemos que Brasil y México apliquen medidas similares con la máxima celeridad, evitando la suerte de Italia y España.
Si estas medidas tienen éxito, dentro de pocas semanas, cuando el número de contagiados se vaya estabilizando, los países de Latinoamérica nos encontraremos con un serio dilema. Tendremos que encontrar la forma de rebajar las medidas de confinamiento, para evitar un daño irreparable a nuestras economías, sin provocar un repunte del número de contagiados y de muertos. Porque, no nos engañemos, ningún plan de salvamento social puede evitar la catástrofe económica de un confinamiento que se prolongue varios meses, especialmente en los países donde gran parte de la población trabaja en el sector informal.
La solución está en la aplicación de la receta surcoreana de lucha contra el coronavirus, movilizando los recursos y el talento de nuestros países. Veamos en qué consiste.
La estrategia que aplicaron los países europeos es “frenar la curva”, basada en la idea de que es imposible detener la transmisión del virus. Se trata, pues, de permitir la transmisión “controlada” del virus entre toda la población, reduciendo la velocidad lo suficiente para evitar el colapso del sistema de salud. Esta estrategia no sólo es moralmente reprobable, porque asume la muerte de miles de nuestros mayores, sino que se está demostrando impracticable, debido al alto grado de contagio del coronavirus, incluso desde personas asintomáticas.
“Frenar la curva” no funciona, hay que contener al máximo el contagio del virus, hasta limitar la transmisión a decenas de nuevos casos diarios, mientras ganamos tiempo para el desarrollo de medicamentos y de vacunas que reduzcan la mortalidad de la enfermedad.
Fijémonos en Corea del Sur y su estrategia de contención agresiva. El país sufrió un fuerte brote de coronavirus a finales de febrero, pasando de 100 a 4,000 casos en diez días, un ritmo similar al italiano y español. Pero desde entonces ha logrado controlar el avance del virus sin necesidad de confinar a la población. Desde el 15 de marzo ya está bajando el número de pacientes en sus hospitales ¿Cómo lo han logrado?
El primer ingrediente del éxito de Corea del Sur es la detección temprana de casos. El gobierno hace tests a todas las personas con síntomas o con riesgo de haberse contagiado. Pueden testar a 20,000 personas al día en 633 puntos. Así identifican a los infectados antes de que presenten síntomas, ralentizando la cadena de contagio. Además, el gobierno surcoreano ha movilizado a miles de equipos y utiliza datos de posicionamiento de los teléfonos móviles para identificar a todas las personas que han estado en contacto con infectados y contactarlos para hacerles el test, limitando, de nuevo la transmisión del virus. El tercer elemento es que toda la población utiliza mascarillas. El objetivo no es simplemente protegerse a uno mismo, ya que éstas ofrecen una protección limitada, como explica la Organización Mundial de la Salud. Los coreanos las utilizan para evitar contagiar a los demás, ya que una gran parte de los contagios se debe a infectados asintomáticos, que no saben que son portadores del virus.
Italia, tras evidenciar el fracaso de la estrategia de “frenar la curva”, ya se ha decidido por aplicar modelo surcoreano ¿Qué necesitamos en Latinoamérica para poder replicar el modelo? En primer lugar, nos hacen falta cientos de miles de tests y millones de mascarillas, primero para nuestro personal sanitario y después para el resto de la población. Si no podemos importarlas, movilicemos a nuestras empresas para producirlas.
Además, tenemos que crear miles de equipos de trabajo que para realizar tests rápidos y hacer seguimiento de infectados y sospechosos. Como casi todos los profesionales sanitarios van a estar centrados en la atención a pacientes, habrá que contratar y formar a nuevo personal. Estos equipos utilizarán herramientas informáticas que permitan analizar los movimientos de las personas infectadas para identificar posibles contagios. Sólo estas herramientas nos permitirán contener la transmisión del virus sin aplicar medidas de confinamiento masivo. Corea del Sur utiliza herramientas de este tipo, y Estados Unidos, Gran Bretaña y Bélgica ya las están desarrollando, con elementos adicionales de protección de la privacidad.
La colaboración del sector privado es esencial. Sólo las empresas disponen de la capacidad técnica y organizativa para importar y fabricar suficientes tests y material de protección, y para desarrollar el software que gestione la implementación masiva de tests y la identificación de todas las personas que han estado en contacto con infectados. Nuestros gobiernos deberían aprovechar que Singapur ofrece gratuitamente su software de seguimiento de personas contagiadas, con un alto nivel de protección de la privacidad.
Por último, necesitamos un debate abierto sobre la estrategia a seguir, que incluya a los mejores expertos regionales y mundiales. Sólo de esta forma podremos reducir el riesgo de errores y garantizar el mayor grado de consenso social. En Gran Bretaña, Boris Johnson modificó el plan de lucha contra la enfermedad tras las críticas de los expertos. Aquí necesitamos el mismo nivel de transparencia.
Ahora, más que nunca, hemos de tomar decisiones con rapidez y ejecutarlas con decisión. Nuestra prioridad estos días es garantizar la aplicación de las cuarentenas en cada país, y aumentar la capacidad de nuestros hospitales para enfrentarse al inevitable aumento del número de casos. Pero hemos de prepararnos ya para la próxima etapa de esta guerra para, esta vez sí, adelantarnos al virus.