Lo que la ciencia del arrepentimiento revela sobre el equilibrio entre la vida profesional y la personal y la importancia de dar prioridad a los buenos amigos.
Kellogg Insight. Para muchos profesionales que ambicionan llegar muy lejos en su carrera, trabajar largas horas y aceptar uno o dos traslados son meros gajes del oficio. Esas opciones son buenas, pero Neal Roese, profesor de Mercadotecnia en la Kellogg School, advierte que si uno pierde a sus amigos por cumplir con una apretada agenda es probable que algún día se arrepienta.
Roese es un destacado experto en la ciencia del arrepentimiento, la manera de evitarlo y cómo tenerlo en cuenta para tomar decisiones verdaderamente satisfactorias a largo plazo.
"A menudo descuidamos uno de los aspectos más importantes de nuestro bienestar, que es nuestra relación con los demás", dice Roese, autor del libro If Only (Si tan solo…). "Nos estamos dando cuenta de que con gran frecuencia la gente lamenta la pérdida de esas relaciones personales".
Las relaciones no sentimentales son particularmente susceptibles de caer en un apacible estado de abandono. "Todos entendemos lo necesario que es invertir en la relación con nuestro cónyuge o nuestra pareja", dice Roese. "Lo que tal vez no sea tan evidente es que mantener la relación con un buen amigo también exige un esfuerzo, y que ese esfuerzo bien vale la pena".
Por consiguiente, ¿qué podemos hacer hasta los más ocupados entre nosotros para conservar las buenas amistades y no tener que lamentar más adelante su pérdida? Roese propone varias estrategias fundamentadas en la investigación.
Conocerse a sí mismo... y los límites de Facebook
Todos deseamos tener seguridad, objetivos, aventuras amorosas, alianzas, un trabajo enriquecedor. Sin embargo, cuando estos impulsos entran en conflicto —por ejemplo, el afán de encontrar un buen trabajo con el deseo de seguir conectados con las personas que nos rodean— no siempre elegimos la opción que a la larga nos hará más felices.
"Las personas no siempre son capaces de predecir cuál va a ser su reacción emocional a las consecuencias de sus decisiones", dice Roese. "En retrospectiva, sin embargo, se dan cuenta de qué era lo más importante".
¿Y qué es, precisamente, lo más importante? Muchos profesionales se arrepienten de algunas de sus decisiones profesionales y académicas, pero la investigación de Roese demuestra que la pérdida del contacto con los amigos es una de las mayores causas de arrepentimiento.
Para Roese, esto quiere decir que tenemos que hacer un esfuerzo mayor para mantener la relación con los buenos amigos, lo que significa ir más allá de colgar un "me gusta" en las fotos de sus vacaciones en Facebook.
"Lo que observamos es la añoranza por el amigo íntimo", dice. "En la era de las redes sociales, podemos llamar amigos a muchas personas, pero al que echamos en falta cuando lo hemos perdido es a ese amigo de confianza con el que podemos compartir hasta los más íntimos detalles de la vida. Hay grandes amistades a los veinte años que se suelen perder al llegar a los cuarenta o los cincuenta. Los jóvenes de veinte años no se dan cuenta de la cantidad de fuerzas externas que los alejarán de los amigos a medida que envejecen".
Hacer el esfuerzo
Una de las soluciones más sencillas para conservar una buena amistad es hacerle siempre un hueco en el calendario.
"A medida que las obligaciones laborales y familiares se empiezan a acumular, la primera víctima de la falta de tiempo es esa cervecita semanal o mensual que tomábamos con nuestro amigo", dice Roese.
Esto suele ser un problema para los hombres en particular. Según Roese, la bibliografía pone de relieve una interesante diferencia de género con respecto al mantenimiento de las amistades. Las mujeres son más hábiles a la hora de preservar sus relaciones con otra persona y formar lo que, por lo menos entre los psicólogos sociales, se conoce como díadas.
"Las relaciones diádicas son la especialidad de las mujeres --dice Roese--, mientras que los hombres más bien tienden a formar grupos pequeños, tales como equipos deportivos. Los hombres necesitan un empujón adicional para reservar el tiempo que toma preservar la amistad con otra persona".
Ser ambicioso pero conservar lo que se valora
Ahora bien, para conservar las amistades no necesariamente tenemos que frenar nuestra ambición o dejar de aprovechar las oportunidades que puedan perturbar nuestro sentimiento de pertenencia a una comunidad. De hecho, la bibliografía acerca del arrepentimiento indica que las personas que se atreven a correr riesgos experimentan mayores sentimientos de satisfacción.
"Múltiples estudios demuestran que, cuando se nos presenta una oportunidad y la aprovechamos, pocas veces nos arrepentimos, porque se nos hace fácil adaptarnos a las consecuencias de la decisión. En cambio, cuando no aprovechamos una oportunidad, nos entra la obsesión de pensar en lo que hubiera podido ser nuestro destino".
Por ejemplo, en un estudio realizado por la profesora de la Kellogg School Victoria Medvec, el 83% de los encuestados citaron algo que no habían hecho como la acción que más profundamente lamentaban de toda su vida.
Por lo tanto, no cabe duda de que vale la pena aprovechar las oportunidades que se presentan, incluso si nos arrastran por una senda ligeramente itinerante. La clave consiste en encontrar la manera de hacer amistades donde quiera que estemos y de conservar las que más valoramos.
Roese recomienda ampliar las miras más allá del ámbito profesional y laboral. "Al mudarnos a una nueva ciudad, sería más reconfortante hacer amistades fuera de la profesión, entre otras cosas porque, si algo nos fuese mal en el trabajo, contaríamos con algún amigo comprensivo con el que desahogarnos. Podríamos contarle todo lujo de detalles sin delatarnos".
"Es aquí donde los medios sociales resultan verdaderamente útiles: hoy es más fácil que nunca conectarse con personas que comparten los mismos intereses y aficiones", dice Roese.
Obtener ayuda para poner las cosas en perspectiva
Roese también señala el tipo de ayuda que las viejas amistades que logramos conservar son capaces de prestar. Además de la conexión personal, dice, los viejos amigos nos proporcionan la perspectiva que tanto necesitamos. Al hacer el balance de nuestra vida y nuestros logros, los amigos suelen percibir lo que ya hemos conseguido con más claridad que nosotros.
"No es algo que se nos dé muy bien", dice Roese. "Con demasiada frecuencia, inmediatamente pensamos en lo ideal, en el mejor resultado posible. Pero de ahí no pasamos. No nos tomamos la molestia de darnos una palmadita en la espalda y de sentirnos un poco más satisfechos por lo mucho que hemos logrado".
Otro estudio de Victoria Medvec cita un ejemplo típico de este fenómeno. En un trabajo publicado a raíz de los Juegos Olímpicos de 1992, Medvec y sus coautores evaluaron fotos de atletas en el podio de los ganadores y observaron que los medallistas de bronce expresaban emociones más positivas que los de plata.
"El medallista de bronce mira hacia abajo y se da cuenta de lo fácil que hubiera sido quedarse sin medalla, lo que le hace valorar más el logro que ha conseguido", dice Roese. "El medallista de plata mira hacia arriba, piensa que ha perdido el oro y se siente un poco peor porque no logró alcanzar el resultado ideal".
A la hora de reflexionar sobre el pasado y tomar decisiones sobre el futuro, utilizar a los buenos amigos como lúcidas cajas de resonancia puede librarnos de tomar decisiones de las que luego podríamos arrepentirnos.
Nunca es demasiado tarde
Y los que terminan distanciándose de las viejas amistades tienen que saber que nunca es demasiado tarde para reanudar el contacto. Una de las observaciones más importantes de Roese es que arrepentirse no es solamente una manera de torturarse durante las noches de insomnio; también puede servir de oportunidad para modificar ciertos comportamientos de manera sensata y específica.
"El arrepentimiento duele, dice, y por lo tanto a menudo nuestra primera reacción es ignorarlo. La otra opción que tenemos es prestar atención a la advertencia que encierra ese arrepentimiento, tomarla como una lección o una útil perla de verdad que, con tan solo abrir la ostra, podemos aprovechar. Siempre hay tiempo para cambiar de comportamiento".
*Previamente publicado en Kellogg Insight. Reproducido con la autorización de Kellogg School of Management*
FOTO: PEXELS.COM