Aunque buscar este estado de ánimo es deseable, puede hacer que tengamos una visión demasiado optimista del futuro financiero.
"La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos"
Marco Aurelio, emperador romano.
La felicidad es un estado al que aspiramos todos. En la mayoría de los casos (con excepción de ciertos principios religiosos), los patrones de la conducta natural de los seres humanos están orientados a buscar estados de felicidad.
Sin embargo, existen condiciones en las que los estados de ánimo de felicidad pueden llevarnos a tomar decisiones económicas incorrectas.
Distintos estudios han propuesto que las variaciones en los estados emocionales pueden provocar en las personas el uso de ciertos modos específicos de análisis cognitivo y, consecuentemente, determinar la naturaleza y orientación de la decisión.
Así, por ejemplo, algunos análisis han encontrado que la tristeza provocada por una pérdida económica puede inducir a tomar decisiones que, al intentar compensar la pérdida, impliquen tomar riesgos mayores.
De la misma manera, estados de ánimo positivos derivados de una condición económica favorable concreta, pueden llevar a una visión demasiado positiva y optimista del futuro, lo que impide un adecuado análisis de los riesgos económicos y financieros de la misma decisión (u otros casos similares) en el futuro.
Dichas investigaciones se referían primordialmente a estados de ánimo derivados de la propia decisión económica que se enfrentaba; felicidad inducida por una condición económica matizaba mis decisiones futuras sobre ese mismo tema.
Mas recientemente, en el estudio “Effects of induced moods on economic choices”, de Stanton, Reeck, Huettel y LaBar, se indujeron en los participantes estados de ánimo de felicidad, tristeza o neutros, antes de someterlos a la toma de decisiones independientes que implicaban un análisis de beneficio económico.
Se encontró que las personas que fueron inducidas a un estado de felicidad mostraron una mayor propensión a arriesgar que aquellas personas que fueron inducidas a estados de ánimo neutros o de tristeza.
Asimismo, las personas a las que se indujo un estado de felicidad fueron más propensos a afectar su decisión cuando ésta se presentaba de una manera que acentuaba la potencial perdida, en un fenómeno conocido como framing.
Un ejemplo de ello sería el caso en el que se nos presenta una oportunidad de compra de un producto que se nos dice que vale 100, pero se encuentran ofertado en 80.
En un efecto de framing, la misma compra se presenta diciendo que el producto vale 80, pero subirá el precio al día siguiente a 100. En muchos casos, la segunda alternativa es percibida como una sensación de pérdida que impulsa la compra.
De acuerdo con el estudio, si nos aproximamos a decisiones económicas o financieras que requieren de una precisa evaluación de riesgo, hacerlo durante momentos de extrema felicidad puede generar una menor calidad en nuestra decisión.
Igualmente, estados de felicidad nos harían más sensibles a ofertas de promociones que percibamos como que, en caso de no aprovecharlas, presentaremos una pérdida.
La recomendación práctica derivada del estudio sería que, cuando enfrentemos decisiones que requieren un punto al análisis del riesgo que implica, evitemos hacerlo en condiciones de extrema felicidad y optimismo, siendo para ello útil realizar ejercicios donde visualicemos posibles escenarios negativos de futuro derivados de la decisión.
Con ello podríamos y en cierta medida neutralizar el efecto de optimismo desbordado y mejorar la calidad de nuestra decisión.
Debemos recordar que finalmente los seres humanos estamos sujetos a emociones y cambios de las mismas de forma cotidiana. Entender el impacto que ello tiene por la calidad de nuestras decisiones económicas puede representar la diferencia entre alcanzaron un bienestar financiero futuro.
*Raúl Martínez Solares es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Su cuenta en Twitter es @martinezsolares