Florencia Lafuente, instructora en Felicidad de la Happiness Studies Academy y fundadora de ¡Hey! Sé Feliz, refiere sobre cómo se genera la felicidad "organizacional".
Por Hebe Schmidt, desde Madrid. El SARS-CoV-2, causante de COVID-19, un virus de vertiginosa propagación que saltó de los animales a los humanos en China, ha infectado a casi 6 millones de personas, causado más de 350 mil muertes, provocando confinamientos e impactos demoledores sobre la economía global.
El parón en el consumo y la economía provocado por el virus está comenzando a sentirse en los mercados emergentes. En América Latina, ese parón convive con cierta flexibilización de la actividad comercial -además de las esenciales-, dado que las medidas adoptadas contra el nuevo coronavirus por los gobiernos de la región se diversifican entre cuarentenas obligatorias, toques de queda y la ausencia parcial o total de restricciones.
El mundo se encuentra enfrascado en una crisis social, sanitaria y económica sin precedentes que también generará cambios drásticos en los empleos que logren mantenerse en pie. Pero lo cierto, y viendo la experiencia de China, Italia y España, la 'nueva normalidad' impone que tendremos que convivir con el virus hasta que se encuentre una cura o una vacuna, mientras se reanuda la actividad económica.
Los que tengan la suerte de no haber perdido su puesto de trabajo, podrán reintegrase, aunque en muchos casos, los ambientes y las dinámicas organizacionales ya no serán los mismos que dejamos antes del confinamiento.
En un momento tan crítico y singularmente atípico, no son pocos los expertos que señalan a este momento como una oportunidad para replantearnos la vida y medir nuestra capacidad de resiliencia, esa energía vital que tenemos los humanos para superar la adversidad, adaptarnos positivamente al nuevo contexto e intentar ser felices para poder seguir adelante.
¿Pero, es posible ser feliz en medio de tanto desconcierto? ¿La felicidad se puede generar o es un bien inalcanzable? ¿Puede construirse a través del hábito? ¿La implementación de la felicidad como una estrategia en los ambientes laborales en medio de la pandemia, podrá salvar a las personas y a las organizaciones donde éstas trabajan?
Detrás de estos interrogantes, se encuentra 'la ciencia del bienestar', que aporta fundamentos científicos desde la neurociencia que aseguran que la felicidad no solo es posible, sino que también representa un bien común y un valor estratégico para superar la adversidad a la que nos somete el coronavirus.
En este marco, AméricaEconomía dialogó con Florencia Lafuente, comunicadora, periodista e instructora en Felicidad de la Happiness Studies Academy, una organización que lidera la revolución de la felicidad a través de la educación de líderes que promueven el florecimiento personal, interpersonal, comunitario y organizacional.
La fuente tiene un amplio expertise en temáticas de gestión e innovación organizacional y negocios, además de experiencias en importantes medios de comunicación. Actualmente enseña a crear felicidad a personas y organizaciones, a quienes acompaña en la construcción de su propio camino de bienestar con programas y herramientas científicas para el cambio positivo. También es fundadora de ¡Hey! Sé Feliz.
-¿Es posible ser feliz en un contexto tan trágico y de incertidumbre como el que plantea hoy COVID-19?
Yo diría que, en cada momento, tenemos la oportunidad de hacer algo para estar mejor. Para tender un puente entre lo que parece inalcanzable —la felicidad absoluta— y lo asequible, en lugar de preguntarnos si podemos ser felices, podríamos plantearnos cómo ser “un poco” más felices que ayer o que hace un rato. Y abrazar la realidad, tal como es. Porque el sufrimiento no es lo contrario a la felicidad. La felicidad es mucho más que placer. Es un concepto multidimensional, que incluye todo el espectro de emociones humanas. Hay que saber atravesar el miedo, el enojo, la frustración. Y la ciencia de la felicidad nos enseña a hacerlo, nos da herramientas para ser más resilientes.
Ser feliz es un trabajo, tanto en un contexto como el que nos toca vivir como cuando las cosas van bien. Es una labor sostenida de la intención y de la acción. En la búsqueda de felicidad —y esto se aplica a individuos y organizaciones— solemos caer en la falacia de creer que la conseguiremos para siempre cuando alcancemos una meta: bajar de peso, tener un hijo, el trabajo perfecto, más clientes, reputación, éxito. Sin embargo —y por suerte—, no es así. Multitud de investigaciones
probaron que hasta ganarse la lotería genera un pico de felicidad transitorio para luego devolver a la persona a sus niveles previos de felicidad o infelicidad. Porque, como dice el neurocientífico Jon Kabat-Zinn, “A donde vayas, allí estás”. Entonces, la clave no se encuentra afuera. Está en mi interior, en cómo funciono como persona, como empresa o sociedad.
Hoy, lo importante es transmitir que, a pesar de lo que sucede, siempre tenemos control de nuestra actitud. El tema no son las cosas que pasan, sino qué hacemos con lo que pasa.
-Pero, para ser felices ¿primero deberíamos entender qué es la felicidad?
Por supuesto. Es imprescindible tener una definición, porque no es posible alcanzar lo que no se sabe qué es. Comparto la mía, que tomo de mi maestro, Tal Ben-Shahar, psicólogo, profesor y el mayor especialista en felicidad hoy. Dice así: felicidad es la experiencia del bienestar integral de una persona u organización. Entendiendo que una organización es también un sistema vivo. La explico: con experiencia se refiere, primero, a que es una habilidad que se practica. Si quiero más felicidad en mi vida, debo entrenarme en ella, tal como lo hago cuando voy al gimnasio para verme mejor. Segundo —y esto es interesante—, la felicidad se consigue de manera indirecta.
Es decir, el entrenamiento en sí mismo tiene que proporcionarme bienestar, sabiendo también que ejecutándolo conseguiré mis objetivos. Entonces, si bien la felicidad es un fin, la única manera de experimentarla es transformándola en un medio a través de la práctica de actividades que me generan bienestar. Una analogía ayuda a entenderlo mejor. ¿Cómo disfruto del sol? No lo miro de frente, porque lastima, enceguece. Disfruto del sol de manera indirecta, de su luz, de su calor. Con la felicidad es igual. La disfruto desarrollando mi vocación, mi propósito, aprendiendo cosas nuevas, haciendo actividades que me gustan, cultivando relaciones, cuidando mi salud. La felicidad no son solo momentos transitorios de placer, es una experiencia multidimensional.
-¿Cómo abordar el bienestar post COVID-19? ¿Es posible recrear un estado de bienestar organizacional para los que tengan la suerte de volver a un trabajo?
Lo que viene es desafiante. Para muchas organizaciones, y las personas que trabajan en ellas, el escenario ha cambiado por completo. Sin mencionar a las que han quedado afuera. Ciertamente no podremos recrear el escenario anterior. Pero esta experiencia debe dejar algo positivo. De otro modo, ¿cómo salir adelante?
Entonces, he aquí el desafío. Es en tiempos de crisis cuando progresan los que están dispuestos a cambiar, y lideran el camino. Es necesario descolgar los cuadros con el decálogo de valores y hacerlos carne. Hay que ocuparse de la gente, que son quienes mantienen el negocio y tratan con los clientes. Demostrar aprecio por sus esfuerzos, amabilidad, flexibilidad. Hay que crear rituales que nos guíen en la práctica de los valores que queremos mantener y en la adquisición de los hábitos positivos que necesitamos para prosperar y reconstruir el mercado. De hecho, este enfoque de bienestar se puede aplicar en escuelas, el sistema educativo, comunidades, países. No tiene límites.
-¿Y cómo se genera felicidad "organizacional" en un contexto laboral donde se ha recortado parte de la plantilla y despedido a amigos y compañeros de trabajo?
Es importante ponernos de acuerdo en que “felicidad” no es solo festejar aniversarios u ofrecer canastas de frutas. No se trata de convertir a las organizaciones en una parodia de la alegría. Para construir un ambiente de bienestar hay que contar con un enfoque adecuado que permita crear las condiciones para que los individuos progresen en cualquier contexto. Un líder que quiera impulsar el bienestar hoy debería, primero, tratarse a sí mismo con compasión. Permitirse ser humano, y así permitírselo a sus empleados. No somos robots. Solo cuando aceptamos y experimentamos las emociones más difíciles podemos levantarnos fortalecidos. Es importante escuchar a la gente de manera genuina. ¿Con qué están lidiando? ¿Qué necesitan para sentirse o trabajar mejor? Hay que reconstruirse con optimismo, guiados por un propósito común. Quién sabe, quizá podamos superarnos incluso.
- ¿Cuál es la característica de una organización feliz?
La felicidad en una empresa funciona como modelo operativo. Se orienta a crear una cultura saludable, respetuosa y solidaria. Un ambiente de reconocimiento y psicológicamente seguro para innovar sin miedo, con trabajos interesantes, desafiantes, autónomos, que faciliten el aprendizaje. Y todo esto se puede medir.
Podemos aprender de las que lo están haciendo bien, como Zoom Video Communications (primera en los rankings con empleados más felices), Google, Costco, Microsoft o Nike, por nombrar algunas que muestran correlaciones entre productividad y felicidad de colaboradores y clientes. Los empleados y clientes felices son la clave del éxito de todo negocio. Punto. Las personas felices experimentan más emociones positivas, energía, confianza y optimismo, lo que los impulsa a buscar estrategias creativas para alcanzar sus metas.
Muchas investigaciones respaldan la idea de que las personas se desempeñan mejor cuando hacen lo que les gusta y son buenas haciendo. Se sienten más satisfechas y encuentran sentido en sus tareas. Construyen mejores conexiones sociales, tienen amigos en sus trabajos, algo que, según Harvard Business Review, aumenta la satisfacción laboral en un 50%. Un estudio sobre felicidad y productividad dirigido por el profesor de Economía de la Univerdad de Warwick, Daniel Sgroi, demostró que los equipos de ventas felices son un 37% más eficientes. Y la Universidad de Columbia estimó que la rotación de empleados en una empresa con alto bienestar es del 13,9%, comparado con el 48,4% que experimenta el resto.
-¿Y cuál sería el enfoque para construir un modelo operativo de bienestar?
Uno que apunte a crear las condiciones, como mencioné, para experimentar bienestar en todas las dimensiones. Un enfoque probado por la ciencia es SPIRE, acrónimo en inglés de las 5 dimensiones del bienestar integral: emocional (actividades que nos gustan), intelectual (aprendizaje), físico (salud, ejercicio), espiritual (propósito) y relacional (relación con uno y los demás). Este enfoque provee una guía, metodologías y ejercicios basados en más de 30 años de investigación para elevar el bienestar y crear felicidad.
-¿De dónde proviene SPIRE? ¿En qué se basa?
Está basado en la ciencia de la felicidad, que a su vez abreva en un campo científico multidisciplinario, desde la psicología positiva y la economía conductual a las neurociencias. Fue desarrollado por Ben-Shahar cuando se fue de Harvard para fundar su propia universidad, Happiness Studies Academy. Ben-Shahar lideró durante años la cátedra de Psicología Positiva en Harvard, cuyo curso en Felicidad fue el más célebre y concurrido de toda la historia de la universidad, más incluso que Introducción a la Economía. Además de sus alumnos, terminaron yendo como oyentes los padres y abuelos de los estudiantes, periodistas y personalidades políticas de todos los colores.
Volviendo a SPIRE, este enfoque se centra en el desarrollo del individuo y las organizaciones a partir de la transformación de adentro hacia afuera, de la creación de cualidades y hábitos positivos que permitan crear un modelo de crecimiento basado en fortalezas. Esta visión contrasta con el enfoque de cambio tradicional de las organizaciones, que creen que progresar y generar bienestar depende solo de resolver problemas, de eliminar debilidades, en lugar de sostener su
crecimiento apoyándose en el universo de fortalezas que contienen.
Eliminar una debilidad no significa que estaremos facilitando el espacio para que la gente alcance su máximo desempeño. El gran Peter Drucker decía: “La tarea del liderazgo es alinear las fortalezas del sistema, de manera de que sus debilidades sean irrelevantes”. Porque ya sabemos; requiere mucho más esfuerzo pasar de la incompetencia a la mediocridad que elevarse de lo bueno a la excelencia.
-En un escenario como el del COVID-19, ¿qué prioridad tiene destinar esfuerzos a este enfoque?
Creo que es más relevante que nunca. Cuando las cosas van mal, este enfoque nos ayuda a encontrar caminos de salida, a enfrentar las dificultades de manera creativa, a lidiar con el estrés. La felicidad nos hace más fuertes, nos permite recuperarnos más rápido. Cultiva la resiliencia, pero, además, desarrolla antifragilidad. Este concepto, acuñado por el economista Nassim Taleb, condensa el gran beneficio de esta ciencia. Mientras que el resiliente recibe un golpe y permanece igual, el anti-frágil mejora, como un organismo vivo que se adapta al entorno y desarrolla anticuerpos frente a una enfermedad. Se recompone, pero no vuelve al estado anterior, sino que evoluciona.
Las compañías tienen ahora la oportunidad de evolucionar, de adaptarse y renovarse. Mira este dato tan interesante. En su libro El cómo de la felicidad, Sonja Lyubomirsky, que investigó los beneficios de la felicidad durante más de 20 años, establece que el 40% de nuestra felicidad depende de lo que hacemos, de nuestras elecciones, y apenas el 10% de las circunstancias. Si fomentamos la mentalidad de crecimiento en una organización, la que cree que el cambio es posible y que somos responsables de nuestra propia felicidad, les estaremos dando herramientas invaluables a las personas para sobreponerse a las circunstancias.
En su maravilloso libro, El hombre en busca de sentido, en el que el psiquiatra Viktor Frankl relata su odisea en Auschwitz, encontramos la mejor inspiración de todos los tiempos: “Las decisiones, no las condiciones, determinan quiénes somos. Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. Imagina una empresa entera con esta mentalidad y este optimismo.
-¿La crisis es una oportunidad?
Definitivamente. La cultura corporativa y el compromiso se prueban y forjan en las crisis. En unos años, la gente recordará a los líderes y a sus empleadores por cómo los trataron en tiempos de catástrofe. Hay que dejar de ver las cosas como un problema a resolver porque de esta forma gastamos energía en el lugar incorrecto. Tenemos que analizar nuestras fortalezas, enfocarlas en lo que podemos controlar y ocuparnos de eso. ¿Qué podemos controlar? Nuestra actitud,
nuestras acciones.
El bienestar de los empleados, además de un fin en sí mismo es también un medio para obtener mayores beneficios. El éxito es un subproducto de la felicidad, no es al revés. Una encuesta de BI Worldwide concluyó que el 82% de los empleados felices asegura que su trabajo inspira sus mejores ideas. Y el 88% de los que no experimentan felicidad en sus funciones desea irse a otra compañía. Creo que la felicidad es el nuevo indicador de desempeño.