Vento-Tex, dedicada al vestuario deportivo, corporativo y técnico, tuvo que comenzar de nuevo en 2007. Esta es su historia.
Fue un partido de básquetbol lo que llevó al sargento de la Armada y jefe del equipo deportivo de esta institución, Sergio Serón Vásquez, al mundo de los textiles.
Hace 25 años se fue de paseo con su equipo a Curacaví o eso era lo que pensaron, porque en esa instancia tenían un partido oficial del que no se enteraron hasta encontrarse con los rivales. De esta forma, al llegar al encuentro lo hicieron sin uniformes, al contrario del equipo rival que vestía con elegancia, lo que generó un gran contraste. “Íbamos impresentables para ser de la Armada, pero ganamos el encuentro”, relata Serón.
Esta situación inspiró al jefe del equipo de básquetbol de la Armada a crear un uniforme deportivo a la altura de la institución. Después de presentarlo en la Escuela, “todos preguntaron por los buzos deportivos” y al año Serón ya tenía una tienda formada como una pequeña empresa: Vento-Tex.
Los contactos marinos le fueron abriendo puertas, de tal manera que terminó vistiendo a los miembros de la Armada, a personas naturales, a comitivas que fueron a la Antártida e incluso, a empresas como Copec y Codelco, logrando así tener una variada oferta en vestuario deportivo, corporativo y técnico.
El gran salto llegó cuando ingresaron a la industria salmonera, en el año 2000, lo que significó un aumento en el volumen de producción de esta empresa textil. Serón cuenta que en ese entonces, los trajes tenían de impermeable solo el nombre, lo que ocasionaba que los uniformes de cada trabajador debían ser desechados unas seis veces por año. La nueva indumentaria desarrollada por su Pyme mejoró el bienestar de los trabajadores y ayudó a levantar las finanzas de la empresa.
Vento-Tex creció por siete años seguidos, hasta que llegó la crisis económica que trajo el virus ISA, una de las infecciones más devastadoras de la historia de la salmonicultura, entre 2007 y 2010. “Para mí fue como ir en la carretera a 160 y frenar con un muro”, asegura. Las salmoneras habían pasado a ser el principal cliente de Vento-Tex y, por lo tanto, esta contingencia los golpeó muy duro, al restringirse la demanda, atrasarse los pagos y escasear el capital de trabajo.
A mediados del año pasado, Serón buscó financiamiento para seguir operando porque la industria ya no pagaba a tiempo. Fue a través del crowdfunding Cumplo, la plataforma de financiamiento colaborativo, que comenzó a solventar sus problemas financieros: “Pudimos disponer de dinero fresco y estar más tranquilos porque así los proveedores no esperaban, cumplimos con los compromisos y no se dañó la confianza. Cuando uno acude a las alternativas tradicionales, necesita la plata para ayer y con Cumplo los recursos llegan rápido, la tasa es muy buena y devuelven las retenciones”.
Nicolás Alegría, ejecutivo de la sede de Viña del Mar del crowdfunding, destaca a Vento-Tex entre las 25 pymes con las que operan: “Es un cliente que ha tenido buen comportamiento de pago, él y sus deudores. Al ser su partner financiero, hemos ayudado en el crecimiento que ha tenido el último año, y la afinidad que tenemos, ha hecho que nos haya privilegiado por sobre otros operadores con los que trabajaba antes”.
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