Esta iniciativa apunta a varios sectores, entre la educación y las empresas ya formadas, para fomentar una cultura de emprendimiento.
Emprendimiento e innovación parecieran sinónimos de magia hoy en día, una forma de invocar milagros que transforman vidas, empresas y, claro, incluso hasta ciudades y países. Algo palpable en Silicon Valley, en Tel Aviv, en Seúl, en Guadalajara. Los programas de incubación y aceleración de empresas abundan y el emprendedor es algo así como un héroe moderno, bajo la visión de muchos.
La verdad es que este no es un asunto nuevo, tan sólo que su ropaje es diferente y su foco de acción es ahora global. Ambos términos están detrás de algunas de las compañías más preciadas hoy en día: cosas como Apple y Google comenzaron siendo poco más que ideas que nacieron bajo el abrigo de un garaje en algún lugar de California, cuentan las respectivas leyendas.
La cosa es que, quizá como en ningún otro momento de la historia, los beneficios asombrosos de ambas palabras se han expandido a muchas otras regiones y, bien adentro del terreno de la magia, han llegado a producir unicornios: sí, las criaturas mitológicas, tan preciadas como imposibles, pero que en nuestros días toman la forma de compañías con valuaciones por encima de los US$1.000.
Las cifras varían un poco, pero se estima que hay unos 145 unicornios y que, en promedio, en cada semana de este año nació al menos uno de éstos. Estos son los ejemplos a mostrar de cómo la innovación y el emprendimiento han producido cosas como Uber, Instagram, Tumblr y un largo etcétera de servicios (principalmente enfocados en tecnología) que aspiran a redefinir la vida moderna, o al menos parte de ella. Pero detrás de estas míticas criaturas hay una lista varias veces más larga de fracasos y bancarrotas, pero también de empresas que quizá no quieren rediseñar la vida de las personas alrededor de sus servicios, pero sí quizá mejorarla: una meta más modesta, pero no por eso menos importante.
“El emprendimiento no es sólo la creación de startups, sino la generación de valor añadido. Esto es lo que la gente compra. La gente no compra innovación, sino valor añadido”. Las palabras, enérgicas por demás, son de Vincent Onyemah, profesor de Babson College, en Massachusetts.
El profesor Onyemah es uno de los representantes de Babson que desde 2012 viene trabajando con Manizales Más, una alianza de diferentes entidades (privadas y públicas) que busca cambiar la cultura empresarial de una ciudad para convertirla, sin mayores grandilocuencias, en el centro nacional de la innovación y el emprendimiento; otra vez las palabras mágicas, pero que en este lugar no necesariamente implican la creación de unicornios, pero sí de mejores compañías y servicios.
Esto es algo que saben personas como Mauricio Riveros, uno de los socios de La Despensa, una empresa de entrega de productos agrícolas cuya misión no es entregar productos agrícolas: “Nosotros proporcionamos una experiencia”. Pareciera un enunciado diseñado para ser difuso. Lenguaje de mercadeo. “No. Lo que aprendimos fue a mirar a fondo nuestro negocio y entender exactamente qué es lo proveemos. Suena fácil, pero no lo fue, al menos no para nosotros”.
La Despensa es una de las empresas que fueron denominadas como de alto potencial por Manizales Más, una clasificación que les permitió, principalmente, acceder a la educación de Babson. “Hoy conocemos mejor lo que hacemos. No porque lo digamos nosotros. Por ejemplo, hace un tiempo tuvimos la oportunidad de hacer una presentación ante Cencosud. Al finalizar nos dijeron que realmente sabemos qué es lo que ofrecemos y gracias a eso hoy estamos en proceso de codificar nuestros productos con ellos”.
En su primer año de funcionamiento, esta compañía facturó $64 millones; el segundo, $2.074 millones. Hoy, en su tercer año de existencia, sus ingresos están por el orden de los $3.500 millones. Además de ganancias, la mejora también se ha visto en generación de empleo: de cinco empleados, La Despensa pasó a 20 actualmente.
“Uno puede que no entre al mundo de los negocios con la creación de empleo como primera meta. Lo cierto es que esto termina por suceder gracias a otras decisiones; es una consecuencia, una buena consecuencia”. Quien habla es Javier Gómez, fundador de Secoi, una empresa de ingeniería contra incendios, que entró a formar parte del programa de acompañamiento que ofrece Manizales Más. Gómez, con 11 años de experiencia en este campo, cuenta que pasó de tener 15 empleados a 40, y que registró un crecimiento anual de 172%.
Contrario al estereotipo de Silicon Valley, las empresas que más recientemente han sido seleccionadas por Manizales Más no están incrustadas en el sector de tecnología (aunque hay un fabricante de software para el hogar) ni tampoco orbitan alrededor de la llamada economía por demanda; en palabras de un crítico de tecnología en EE. UU., esta es la forma para denominar a las compañías que se “enfocan en solucionar un problema: ¿qué no hace mi mamá por mí?”.
Para todos sus beneficios aparentes, pareciera por momentos que esta economía está en problemas. Esta semana la firma de inversiones FirstRound publicó un estudio en el que un promedio de 97% de inversionistas de diferentes tipos aseguraron que el próximo año va a ser más difícil conseguir financiación para startups. En el documento, 73% de los emprendedores consultados en Silicon Valley creen que ya se está viviendo una burbuja tecnológica. “Lo complicado de las burbujas es que sólo sabes que estás en ellas cuando explotan”, opina Reed Hastings, CEO de Netflix. Una grave advertencia, si se quiere.
El modelo que escogió Manizales para las empresas de alto potencial es involucrarse con compañías que no son enteramente nuevas y que, quizá, parecieran no encajar en el molde de la innovación exportado desde Silicon Valley. En palabras de Onyemah: “Es muy importante empezar de algo que ya está hecho”.
El sostenimiento del programa ha creado una especie de red de emprendedores que, más allá de ser una meta más en una alianza público-privada, funciona como un sistema de apoyo para los mismos empresarios, como parte de un ecosistema que pretende impactar la generación de negocios, claramente, pero que también echa raíces en la educación, puntualmente en la academia.
Parte de toda esta iniciativa ha incluido el diseño de seis materias enfocadas en temas como finanzas y mercadeo para emprendedores y propiedad intelectual, entre otras. También contempla el entrenamiento de 13 profesores que desde este año se están especializando, de la mano de Babson, en ser mejores docentes e investigadores en emprendimiento.
“Hace unos años las empresas se comenzaron a ir de Manizales. Esta es una región emprendedora y nos dimos cuenta de que la solución a nuestros problemas no iba a llegar de afuera”, cuenta Pablo Jaramillo, gerente de la Fundación Luker. Manizales Más (en la que participa la Fundación) es un esfuerzo de $3.000 millones anuales que busca cambiar este escenario. Jaramillo enfatiza: “El espíritu de la ciudad está cambiando. Nos comenzamos a dar cuenta de que ahora sí estamos en el lugar indicado”.
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