Los antiguos egipcios ya conocían las propiedades de esta planta originaria del norte de África.
El aloe vera es una planta originaria del norte de África que requiere mucho sol, un clima cálido, árido y de temperatura constante, para florecer en toda su plenitud y ofrecer a la piel, no sólo su jugo, sino una mezcla de doscientos componentes, entre los que destacan enzimas, vitaminas, ácidos y sales orgánicas y minerales.
Conocida por los antiguos egipcios como la planta de la inmortalidad, las propiedades del aloe vera para nutrir, hidratar la piel o regenerar los tejidos del rostro no están reñidas con su capacidad para aliviar el dolor de una quemadura, la picadura de un insecto o hacer cicatrizar rápido una herida, incluso aquellas tan molestas de los labios.
El aloe vera penetra en las capas más profundas de la piel, por lo que estimula la producción del propio colágeno y, al ser rica en vitaminas, enzimas, minerales y nutrientes naturales, permite la reproducción de células nuevas, por lo que evita las arrugas precoces, tensa las estrías ya existentes y retrasa su aparición en el futuro, si se persiste en su uso.
La planta de aloe vera resulta también excelente como filtro solar, contribuye a eliminar las manchas causadas por el sol, en caso de uso prolongado, y también previene y elimina las pequeñas estrías.
En los hombres sirve para contrarrestar la irritación del afeitado, cuando la piel queda dañada por el paso de las cuchillas, evitando el enrojecimiento y las posibles erupciones en la piel.
Estudios científicos aseguran que la ingesta diaria del jugo de aloe vera es beneficioso para la piel y para apoyar el crecimiento celular.
Además, mejora la circulación; regula la presión arterial; promueve la curación de huesos y articulaciones; cura los daños de tejidos internos y úlceras; defiende el organismo contra las bacterias; favorece la regulación de azúcar en la sangre y proporciona una sensación de bienestar y energía.