“Si está en la nevera o refrigerador debe estar bueno” es la premisa que estimula el llamado “neverismo”, costumbre que llama a guardar gran parte del mercado en frío, incluyendo el pan y la mantequilla, lo que muchas veces acelera el endurecimiento de los productos.
La despensa o la nevera pueden convertirse en un criadero de microorganismos cuando el tiempo hace de las suyas sobre ciertos ingredientes que ahí se suelen guardar. Descubre los mejores tips para mantenerlos y así extender su fecha de vencimiento
Para empezar, el truco principal está cuando se hacen las compras en el supermercado. La elección de los alimentos y el prestar atención a las fechas de expiración es fundamental. Así que la primera recomendación es tomarse más tiempo para hacer el mercado y así poder detallar los vegetales, palparlos, revisar los empaques de los productos y comparar con otras marcas.
Cuando se trata de verduras como lechugas, acelgas o espinacas, lo mejor es guardarlos en bolsas de papel porque en las de plástico la humedad generada por la respiración de los vegetales puede facilitar la creación de organismos o manchas de moho, lo que acelera su proceso de descomposición.
Una excelente forma para conservar hierbas como el ajo porro, célery, cebollín, cilantro o perejil es congelándolas en un envase o bolsa de plástico. Se pueden dejar picadas y sacar una porción del congelador justo antes de cocinar. De esta forma pueden conservarse hasta por un año mientras que estando en la nevera suelen marchitarse a los pocos días de compradas.
El problema de los empaques de pasta, arroz o cereales es que existe la posibilidad de que uno de sus granos esté contaminado o traiga un huevo de algún insecto. Los más comunes son los gorgojos que se alimentan del mismo grano y son indeseables. No hay necesidad de almacenar estos paquetes en la nevera, una despensa en un ambiente cálido será suficiente para su conservación.
Las papas, cebollas o ajos deben mantenerse al aire libre, ya que el frío de la nevera convierte los almidones en azúcar y como consecuencia, cambia el sabor del alimento.
En el caso del tomate, el interior del fruto y las membranas pierden su sabor y cambia su textura. Algo parecido sucede con los plátanos, el aguacate o la piña, que al estar expuesto a las bajas temperaturas, se paraliza su proceso de maduración natural y las enzimas empiezan a actuar sobre la concha, oscureciéndola y que aunque parezca que está en su punto, aún está verde.
“Si está en la nevera debe estar bueno” bajo esa premisa se ha popularizado el fenómeno del “neverismo” que consiste en guardar gran parte del mercado en la nevera, incluyendo el pan y la mantequilla que acelera su endurecimiento.
El chocolate tampoco debe ser víctima de esta costumbre, ya que al someterlo al frío empieza a aparecer una capa blanquecina que es sinónimo de que su sabor y textura se han alterado.
Cuando se trate de sobras o comidas ya cocinadas, lo ideal es guardarlas en un envase hermético y los residuos de los enlatados, deben cambiarse a un recipiente ya que la lata puede oxidarse y contaminar el producto.
* Nota El Estímulo