La reciente Cumbre de Copenhague fue un fracaso que no ha sorprendido a casi nadie en el mundo.
Empezó el 2010 y, como ha ocurrido ya otras veces, la persistente garúa, algo más intensa y duradera que lo habitual, provoca titulares y hasta primeras planas. Lima no está acostumbrada ni preparada para la lluvia. Y como está lloviendo también en la sierra (aunque al mismo tiempo se teme a la sequía del sur) veremos incrementado el caudal de los ríos y muy probablemente habrá huaicos que, como no se ha tomado medidas de prevención, tendrán consecuencias lamentables que ocuparán primeras planas en los diarios y motivarán reportajes en televisión con preguntas como ‘Señora, usted que acaba de perderlo todo. ¿Cómo se siente? ¿Qué le pediría al gobierno?’.
A nivel internacional, seguramente tendremos reportes de tormentas de nieve y olas de frío en el hemisferio norte… tal como ha ocurrido en más de una oportunidad en años anteriores. Sin embargo, esta vez los fenómenos naturales tendrán una explicación distinta (anteriormente, o los tomábamos como algo natural –como su nombre lo indica– o atribuíamos una inexplicable intervención divina para castigar o premiar nuestras acciones humanas): será el cambio climático el responsable de las lluvias, el frío o el aumento de temperatura. Y el cambio climático, además, es consecuencia no deseada de la acción del hombre, que en su afán por enriquecerse o vivir más cómodamente, no se ha preocupado de cuidar el ambiente, especialmente en lo que se refiere al uso de energía y la generación de gases invernadero.
Ergo, mi primera conclusión es que a diferencia de antes, en que uno podía dudar hasta qué punto los seres humanos éramos responsables de haber provocado la ira divina o de haber conseguido una bendecida lluvia, ahora pasamos a ser directamente responsables de lluvias, sequías, aludes y tormentas; casi sin atenuantes.
La reciente Cumbre de Copenhague en la que se reunieron los líderes mundiales para discutir los problemas del cambio climático ha sido considerada un fracaso por la falta de compromiso de los ‘grandes jugadores’ para adoptar medidas que apoyen el cuidado del ambiente.
Algo anticipado y que a casi nadie ha sorprendido, aunque haya causado declaraciones indignadas y haya preocupado a personajes que van desde Al Gore hasta mi hija, quien a mi comentario de no creer en el cambio climático –influenciada por: http://www.tu.tv/videos/elgran-timo-del-calientamiento-global_2– me dijo: ‘mamá, no se trata de creer; es un hecho, no una religión’.
Para entender por qué la Cumbre era ‘un fracaso anunciado’, sería bueno revisar lo que dicen otros en el mismo Copenhague: Bjorn Lomborg es director del Copenhague Consensus Center y autor de El Ambientalista Escéptico. Según Lomborg, a pesar de que probablemente sean los más pobres los peor afectados por el cambio climático, estos tienen demasiadas preocupaciones mucho más urgentes e inmediatas (malaria, desnutrición, falta de agua o SIDA) como para estarse preocupando por algo que tal vez ni siquiera alcancen a ver.
Sobre esta base, compara cuánto costaría la atención de estas necesidades urgentes con el costo que tiene reducir, en el muy largo plazo, la temperatura global, y llega a ejemplos como los especificados por Oxfam que ya está advirtiendo un deseo de los países industrializados de trasladar el presupuesto que hoy tienen para ayuda humanitaria a la reducción de emisiones (sostienen que asignar US$50.000 millones de esa ayuda al cambio climático resultaría en una reducción de una milésima de un grado Fahrenheit en los próximos cien años, y podría costar la muerte de 4,5 millones de niños y la falta de atención para 8,6 millones de personas con VIH.
Pero, por más escéptico que sea, Lomborg considera que es esencial combatir el calentamiento global; solo que con un enfoque distinto: en lugar de gastar enormes cantidades de dinero tratando de reducir emisiones de carbono y haciendo promesas que no se van a cumplir, sugiere asignar recursos a la investigación y desarrollo de energías limpias (gastar 50 veces más que lo que se gasta hoy en dichas investigaciones implicaría asignar US$ 100.000 millones, pero costaría la mitad de lo que se estima como costo de Kyoto).
Esas son las grandes cifras y los grandes actores. A nivel individual, cada quien debe hacer lo suyo, como un tema de conciencia. Para mí, nada de bolsas plásticas. Así de simple.