Los adultos mayores podrían presentar un mayor impacto psicológico dependiendo de múltiples factores, explica la psicóloga clínica María Fernanda Man Ging Q.
La noticia de un fallecimiento, previsible o imprevisible, de un ser querido es un suceso que altera el presente y el futuro inmediato de familiares y personas cercanas de cualquier edad. Sin embargo, los adultos mayores podrían presentar un mayor impacto psicológico dependiendo de múltiples factores, explica la psicóloga clínica María Fernanda Man Ging Q.
Entre esas condiciones, detalla, están una depresión previa, trastornos de ansiedad, sensación de soledad, situación de dependencia en relación con la persona fallecida, el fallecimiento de otros miembros de la familia y enfermedades previas que podrían agravarse.
Sin embargo, aclara la especialista, habrá adultos mayores que estén muy preparados para recibir la noticia sensible, puesto que su experiencia les permite incorporar temas relacionados con la muerte y estar familiarizados con los duelos.
Por ello propone algunas consideraciones previas.
¿Qué debe evaluar?
“Primero hay que analizar si nuestro adulto mayor está en la capacidad de recibir el mensaje y procesarlo adecuadamente, esto es especialmente válido para quienes estén convalecientes, tengan algún tipo de demencia o alguna enfermedad catastrófica”, sostiene Man Ging, quien propone que en esos casos se evite dar la noticia, esperar a que su condición mejore o buscar apoyo de un especialista.
Si se decide dar la noticia sobre el fallecimiento, es necesario que el emisor del mensaje esté sereno para que pueda transmitir calma con su comunicación no verbal (gestos, miradas, tono de voz). También debe poseer toda la información sobre lo ocurrido para que sus palabras generen confianza y sea capaz de despejar cualquier duda que surja durante la conversación.
“La persona designada debe preguntarse a sí mismo si está preparado para hablar, pues quizás sus emociones se encuentran aún desbordadas”, precisa Man Ging.
También se sugiere encontrar el momento oportuno, pero sin esperar demasiado.
“Ser claro, honesto, directo y conciso, comenzar por anunciar el fallecimiento y luego relatar los datos más esenciales, sin dar detalles que pudieran ser impactantes. El objetivo no es evitar el dolor de la pérdida sino un mayor impacto psicológico”.
¿Es recomendable mentir y ocultar lo ocurrido? La especialista considera que sería un intento fallido e insostenible. “Siempre es más eficiente ser honestos y directos. Puede que no digamos la noticia con palabras, pero el cuerpo, las expresiones faciales, el tono de voz, las actitudes, las posturas, son difíciles de fingir por mucho tiempo. Además, alargar el proceso de dar la noticia es perjudicial para los familiares, pues es un estrés adicional”.
¿Qué ocurre luego?
En caso de que el adulto mayor (que recibió la noticia sensible) tenga alguna enfermedad crónica que pueda descompensarse se debe estar atentos a sus necesidades y monitorear su salud física con frecuencia.
Man Ging subraya la importancia de ofrecerle un espacio donde el adulto mayor pueda socializar su proceso de duelo, “Escuchar cuando exprese sus sentimientos de tristeza o preocupación, o bien respetar su silencio, pero también dar opciones para volver a experimentar lo agradable de la vida y acompañar. Y en lo posible serle de ayuda práctica”.
Duelo en cuarentena
Hoy, la emergencia sanitaria representa un desafío adicional para cuidar de las emociones propias y las de nuestros familiares que cumplen cuarentena en casa. Además, la prohibición actual de realizar funerales, roba parte del proceso de elaboración del duelo.
Esta fue la temática central de uno de los encuentros virtuales realizado días atrás por la Universidad Casa Grande titulado ‘¿Cómo vivir el dolor del duelo en cuarentena’.
¿Qué deben saber los niños sobre la muerte?
Hay que contarles los hechos con la mayor honestidad y luego tranquilizarlos según la edad que tengan.
Desde los 9 años
A partir de esa edad, los menores experimentan la muerte de forma muy similar a como lo haría un adulto y ya la perciben como un fenómeno irreversible. Los padres deben considerar como legítimos los sentimientos del menor, escuchar atentamente sus emociones y evitar pedirles que ‘no estén tristes’. Asimismo, los padres no deben forzarse a ocultar sus manifestaciones de dolor frente al niño, sin caer en el estado de descontrol