Ante la inminente llegada de la vacuna contra el coronavirus, distintos países discuten su obligatoriedad. “En América Latina urge un debate transparente para motivar a las personas a vacunarse”, asegura el Dr. Drexler.
Las vacunas contra el nuevo coronavirus tocan cada vez más fuerte a la puerta. Mientras que la primera vacuna de Pfizer y BioNTech ya se empezó a aplicar este martes en el Reino Unido, las farmacéuticas y los gobiernos de todo el mundo suman esfuerzos en la gigantesca carrera logística para que las vacunas lleguen cuanto antes y se ponga fin a la pandemia. A esta ardua tarea se ha sumado el debate sobre si la vacuna debe ser obligatoria o voluntaria. En América Latina, algunos países ya han manifestado públicamente su posición al respecto.
Las autoridades sanitarias de Argentina y México han adelantado que la vacuna de ninguna manera "será obligatoria”, pero lo que sí se hará es "tratar de persuadir” o "convencer” a la población de que vacunarse es beneficioso para la salud. Incluso en países como Colombia o Perú, el Parlamento ya aprobó los proyectos de ley con las disposiciones sobre la vacuna, que será de acceso libre y voluntario.
"Tampoco estoy a favor de una vacuna obligatoria. Creo, más bien, que es necesario plantear una discusión con la gente en torno a la pregunta: ¿cuál es su función? La respuesta aquí es que puede ser necesaria como instrumento de salud pública para el bien común. Se necesita un proceso democrático con un debate transparente, incluyendo al Parlamento y a distintos actores de la sociedad, como representantes de pacientes o de escuelas”, asegura a DW el Dr. Felix Drexler, virólogo del Hospital Universitario Charité de Berlín y consejero científico para América Latina de la Corporación Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ).
La contraparte y la contradicción
Una posición distinta es la del gobierno de Chile, donde el ministro de Salud, Enrique Paris, señaló que la vacuna tiene que ser obligatoria, al menos, para los "grupos de riesgo como los adultos mayores, el personal sanitario o enfermos crónicos”. Por su parte, el presidente brasileno, Jair Bolsonaro, ha dicho que si bien su gobierno distribuirá las vacunas aprobadas de forma gratuita y estas no serán obligatorias, él no se vacunará: "Es mi derecho”, dijo.
En medio de este debate, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la oficina regional de la OMS, también se mostró a favor de la obligatoriedad, argumentando que otras vacunas como la del sarampión ya son obligatorias en la región y que "para que toda la población quede protegida” se debe "alcanzar una alta cobertura”. Sin embargo, expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se manifestaron esta semana en contra de que los gobiernos obliguen a sus ciudadanos a vacunarse contra el coronavirus. Para ellos es preferible persuadir, pues la obligatoriedad podría causar el rechazo.
La diferencia entre las vacunas contra el sarampión y el COVID-19, asegura el Dr. Drexler, es que se tiene la certeza de que las vacunas contra el sarampión son bastante eficaces y seguras, porque se usan desde hace 30 años. Una diferencia muy importante frente a las del COVID-19, que recién están siendo aprobadas: "Por ello, no es posible todavía juzgar su seguridad y eficacia a largo plazo. Puedo entender los motivos para querer que sea obligatoria, pero creo que hay que tener mucho cuidado. Justamente para no generar rechazo en la gente, que está siendo atraída por los teóricos de la conspiración”.
En ese sentido, agrega el virólogo alemán, los gobiernos latinoamericanos deben trabajar en ofrecer un mejor servicio de salud pública para ganarse la confianza de la población cuando se informe sobre la vacuna. "En la región urge un debate transparente para motivar a las personas a vacunarse, porque es necesario que tengamos una cobertura de vacuna de al menos un 60 por ciento para lograr una inmunidad colectiva y terminar con esta pandemia”, precisa el Dr. Drexler.
Desbaratando las teorías de la conspiración
De acuerdo a una encuesta de septiembre de la consultora Ipsos Mori realizada en 27 países, el 88% de los brasileños estaba dispuesto a vacunarse con el nuevo medicamento contra el COVID-19, seguido del 79% de peruanos y 76% de argentinos. En la lista, también un 75% de mexicanos decía tener la intención de vacunarse. Sin embargo, según un sondeo reciente del diario El Financiero, el 55% de los mexicanos prefiere esperar a ver cuáles son las reacciones a la vacuna en otras personas antes de recibir la dosis.
La avalancha de afirmaciones de los negacionistas del coronavirus habría hecho que el escepticismo y la desconfianza en la gente aumenten. Una pandemia en plena era digital significa también que en muchas ocasiones información falsa se puede difundir más rápido que los datos con evidencia científica.
"A esta gente la estamos perdiendo, porque no se está discutiendo sobre la evidencia, sino en base a opiniones y sentimientos con una minoría de la población. Por ejemplo, no existe ninguna evidencia de que la vacuna de ácido nucleico altera el ADN humano. Con respecto a la mortalidad, la del coronavirus es probablemente diez veces más alta que la de la influenza”, explica el experto de Charité.
Obviamente, aclara el Dr. Drexler, el riesgo puede ser más bajo para los más jóvenes, "pero esto no sería solidario para una sociedad en su conjunto. Yo no quiero este tipo de sociedad. La vida de un anciano no vale menos que la de un joven y la vacuna tiene un elemento ético para proteger a los más vulnerables”.
¿Una excepción?
A diferencia de Bolsonaro, el gobernador de Sao Paulo ha reaccionado a favor de la obligatoriedad de la vacuna, debido a que "no tendría sentido que algunas personas se vacunen y otras no”. Sin embargo, la única excepción para él se haría "con personas que por recomendación médica no deben recibir la vacuna, pero no por una decisión individual”.
Según el virólogo alemán, "obligar no es la solución; aunque en general, me parece muy válido discutir sobre el tema porque se trata de derechos y obligaciones de los miembros de una sociedad. Pero debemos intentar llevar un debate con información pública más precisa. Hay que hablarles claro a las personas. Y, por ejemplo, lo claro también es que no es posible excluir definitivamente que alguna de las varias vacunas pueda tener efectos negativos a largo plazo, aunque el riesgo lo considero muy bajo”.
Ante la disyuntiva, el Dr. Drexler insiste que el beneficio supera el costo: "Los riesgos potenciales son minimizados a través de los grandes estudios de fase III, que ya sirven como una base robusta para excluir efectos negativos. Pero hay que recordar que todo medicamento tiene efectos indeseados”.