El dispositivo desarrollado por científicos de la Universidad de Sao Paulo y la Universidad de California, se basan en el empleo de una enzima de las lágrimas.
Un equipo de investigadores de Sao Paulo ha creado, conjuntamente con científicos estadounidenses, unas gafas capaces de medir el nivel de glucosa en sangre a través de un biosensor. Lo hacen a través de las lágrimas, una fórmula mucho menos invasiva que la que se ven obligados a emplear las personas diabéticas.
A nivel mundial se estima que existen 380 millones de personas que padecen diabetes. La Organización Mundial de la Salud ha elevado la voz de alarma ante esta enfermedad, ante el temor a que se expanda. El organismo cree que alrededor del año 2035 puede haber 580 millones de diabéticos en el mundo.
Las gafas creadas por estos científicos, de la Universidad de Sao Paulo y la Universidad de California, se basan en el empleo de la enzima glucosa oxidasa para reaccionar con las lágrimas. El dispositivo lleva un biosensor capaz de medir reacciones químicas y generar una señal proporcional a la concentración de una determinada sustancia.
El usuario produce lágrimas al exponer sus ojos a una sustancia sensible al ojo que estimula una glándula lagrimal. Estas entran en contacto con la glucosa oxidasa, inmovilizada en un electrodo, a su vez conectado a un circuito. El contacto alterna el flujo de electrones produciendo una señal que se registra y se procesa en las gafas para después enviar el resultado a un smartphone y ordenador.
Gafas y lentillas biomédicas
Estas gafas que monitorizan la diabetes son un ejemplo de cómo los accesorios que usamos para mejorar nuestra visión pueden servir para algo más. Ya se han creado lentillas con capacidades biomédicas a través también de un biosensor, que permitirían detectar algunas enfermedades. Incluso se postuló la monitorización de la glucosa como una de las posibles aplicaciones.
Y es que las lentillas son uno de los dispositivos en cuya inteligencia se ha profundizado con ahínco. Como ventajas están su capacidad de integración con el cuerpo humano. Pero sus inconvenientes vienen precisamente del mismo lado. Su estructura, tan pequeña y tan integrada, no permite la alimentación eléctrica fácilmente.
Las gafas, en cambio, son dispositivos en los que se trabaja con mayor sencillez. Es posible adosar una batería e incluso disimularla, mientras que el espacio para integrar la capacidad del biosensor también es mayor.