Los dispositivos e internet suponen un desafío para las parejas, que ahora tienen un nuevo punto sobre el que deben negociar.
Ella tiene a su ex novio como amigo en Facebook y él marcó como favorito un tuit de aquella compañera de trabajo que le mandó un SMS durante el fin de semana. Los celos y la desconfianza crecen cuando él rechaza su solicitud de indicar que “están en una relación”, porque dice preferir no ventilar demasiado su vida privada en la tormenta de internet. Ella se enoja y le manda un mensaje por WhatsApp pidiéndole explicaciones. Pasan cuatro minutos y él no contesta. ¿Cómo puede ser, si él se conectó por última vez hace dos? Lo llama, no atiende. Entonces, le envía un catártico correo electrónico.
Sí, la escena es exagerada. Aun así, más de uno encontrará alguna coincidencia de su vida con este culebrón digno de una pareja contemporánea, que ha dejado que la tecnología se cuele demasiado en su vida amorosa. El amor es más complejo en tiempos de redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea, smartphones y tabletas, que están siempre pegados al cuerpo, y de correos electrónicos que se reciben en tiempo real.
Tal vez los viejos conceptos no hayan cambiado como para redefinir el amor, y el infiel siga siendo infiel, aunque la cama sea cibernética. Pero para la gran mayoría de las parejas, la tecnología es un tema delicado. Está ahí, atraviesa la relación de pies a cabeza, a veces, para bien, a veces, no tanto. Es prácticamente imposible que esta no impacte en el día a día de quienes están juntos, así como de los solteros y de los que buscan otra oportunidad en la tierra de Cupido.
La incidencia que la tecnología tiene sobre las parejas es relativo a cada una, pero no suele pasar desapercibida. En una encuesta a usuarios adultos estadounidenses realizada por el Pew Research Center y publicada en febrero, los resultados fueron que solo el 10% de las parejas casadas o en una relación formal dijo que internet ha tenido un “impacto mayor” en su relación, mientras que el 74% de quienes dieron esa respuesta dijo que tal impacto había sido positivo.
A su vez, la amplia mayoría de los encuestados (72%) afirmó que la red no había tenido un efecto real en su vida amorosa. El estudio señala, además, que los adultos más jóvenes, de hasta 29 años, son los más propensos a reportar una influencia de la tecnología en su relación, ya sea positiva o negativa
Para la psicóloga Carolina Autino, nadie puede escapar al impacto de la tecnología, incluso en la pareja. “Por carencia, por exceso o necesidad de control, afecta a todos, cualquiera sea la edad”, dijo la profesional, quien, además de atender pacientes particulares, escribe contenidos sobre bienestar, estado de ánimo y salud enfocados en la mujer.
El escenario tecnológico ha cambiado “los parámetros de comunicación” en general: las esperas y las respuestas, las expectativas y las fantasías, los deseos. Todo cambia y las parejas deben aprender a adaptarse, afirmó Autino.
Por su parte, el psicólogo especializado en internet, Roberto Balaguer, coincidió en que “nadie queda fuera” de estas nuevas reglas tecnológicas. No obstante, opinó que “las nuevas generaciones son mucho más proclives” tanto a conocerse en el espacio virtual como a vivir sus efectos en el mundo físico.
Para ambos profesionales, si bien las consultas de sus pacientes pueden no enfocarse especialmente en problemas derivados de gadgets e internet, sí son temas presentes en la rutina de la pareja. “Su foto de perfil es seductora, ¿está buscando conquistar a otras?”, “Agregó a varios amigos varones a su Facebook y temo que los elija a ellos”, son algunas de las situaciones típicas que se tratan en el consultorio.
De celosos e infieles
El problema más común que alimenta la tecnología son los celos. Al parecer, Facebook y otras redes sociales, e incluso el dispositivo en sí mismo, son grandes disparadores de dicho sentimiento. Cuando este se vuelve desmedido, puede derivar en la desconfianza, la inseguridad y la necesidad de “perseguir” al otro por todos los medios posibles.
“Tener al ex en Facebook es algo que está mal visto”, ejemplificó Balaguer. Para el psicólogo especializado en niños y adolescentes, Facebook, sobre todo, funciona como una suerte de tomografía: deja ver cosas que antes también existían, pero que no eran visibles.
Algo similar sucede con la infidelidad. Hay quienes sostienen que la definición de “ser infiel” cambia en la era digital. Si alguien coquetea en redes sociales, pero no hay hecho consumado en el mundo “real”, ¿está engañando a su pareja? Para ambos psicólogos, la respuesta es sí. Es que el viejo concepto no es lo que cambia, sino los parámetros, recordó Autino. “Nadie es indiferente” a que su pareja ande por las calles de internet coqueteando con terceros, señaló Balaguer.
Tal vez se hayan multiplicado los escenarios para conocer a otras personas o reencontrarse con algún viejo amor, pero, hasta el momento, las redes sociales no obligan a nada. Por ejemplo, en febrero, un estudio sugería que los usuarios que son más activos en Twitter son más infieles y suelen divorciarse. Además de todas las fallas metodológicas y de concepto de este estudio (que la revista Slate denunció en una nota con lujo de detalles), los investigadores plantean algo demasiado obvio: cuantas más sean las instancias de interacción en la red social del pájaro, más oportunidades tiene una persona de tentarse a ser infiel (en la propia plataforma). Pero que hayan más escenarios no quiere decir que las personas se suban a ellos.
La influencia de la tecnología en una pareja tendrá que ver con cómo es esa relación. Según explicó Balaguer, una pareja sana y en armonía no necesitará revisar el Facebook o secuestrar el celular de su compañero. La clave está en la confianza y eso surge antes que la tecnología. Si uno de los integrantes de la pareja es inseguro o celoso de más, sus actitudes se trasladarán y potenciarán en el ámbito digital, pero no serán consecuencia de este.
Al respecto, Autino dijo que estas herramientas “ponen en juego los aspectos más débiles de la personalidad, la inseguridad y la desconfianza, pero sobre todo vinculadas a uno mismo”. Por eso, añadió: “fortalecer los aspectos más intrínsecos de la persona es un gran primer paso para cuidarnos de ese ‘afuera’ que conlleva la tecnología”.
Según una encuesta realizada por la empresa de seguridad informática californiana McAfee, también publicada en febrero (San Valentín inspiró varios estudios de este tipo), un cuarto de los estadounidenses consultados confesaron haber agarrado el celular de su pareja para revisar el contenido, incluyendo mensajes y fotos. A su vez, de acuerdo con este estudio, una de cada cinco personas dijo iniciar sesión desde el Facebook de su compañero al menos una vez al mes. El 30% admitió acosar al ex de su pareja en redes sociales, siendo los usuarios de entre 18 y 24 años los que más lo hacen.
Gran Hermano como pareja
Pero jugar al detective no se debe solo a la inseguridad. En algunos casos es posible porque uno tiene las contraseñas del otro para ingresar a sus cuentas online personales. Esto suele darse sobre todo entre los adolescentes y púberes, como “señal de confianza”, contó Balaguer. La consecuencia es siempre la misma: la pérdida de privacidad e intimidad, incluso de la libertad de elegir a quién aceptar como amigo en Facebook, por ejemplo.
El psicólogo contó que borrarle amigos al otro es algo común entre los jóvenes, que gracias a estas redes y al significado que les dan pueden tener un control, a veces excesivo, sobre el otro.
Es que tanto las redes sociales como el smartphone, la tableta o la computadora son herramientas de vigilancia por excelencia. Tanto es así, que ya en 2010 más del 80% de los abogados más prestigiosos de Estados Unidos dijeron que habían visto casos en que las publicaciones de Facebook eran usadas como evidencia en juicios por divorcio.
De hecho, el ex despechado es otro de los riesgos de la tecnología, ya que uno puede tener desde fotos inocentes hasta imágenes sexualmente explícitas de su antigua pareja. En una ruptura conflictiva, fotos o conversaciones pueden salir a la luz cibernética, comprometiendo la reputación de una persona (no contar con una solución antimalware en los dispositivos implica peligros similares).
La encuesta de McAfee arrojó que si bien 96% de los adultos confiaban a sus parejas contenido íntimo u otro tipo de información privada, solo 32% pidió que eso fuera borrado luego de terminar la relación.
Hasta que la tecnología nos separe
El tiempo de conexión también impacta en la pareja, ya sea porque uno de ellos pasa demasiado rato con el celular o la tableta, o porque ambos lo hacen. Así se acorta el tiempo dedicado a la relación.
Muchas veces los dispositivos “generan celos en la pareja, como si fuera un tercero”, explicó Balaguer, ya que la persona compite por el tiempo que su compañero le dedica a un aparato (y lo que viene dentro de este).
Paradojas aparte, en YouTube abundan los videos que intentan llamar la atención sobre unos de los problemas más graves de la conexión tecnológica: la desconexión humana. Así, se han hecho campañas que llaman a las personas a dejar de lado sus dispositivos para disfrutar de las experiencias en vivo y en directo. Inclusive, para no asociarse con la desconexión, muchas redes y apps sociales se venden a sí mismas como herramientas para unir a las personas y mantenerlas cerca.
Es que los dispositivos también pueden unir cuando, por ejemplo, una pareja mira junta una película en la computadora. O puede ser un salvavidas para los más tímidos, para mantener una relación a distancia, conectarse en general e incluso reconciliarse.
Según el citado estudio del Pew, 25% de las parejas dijo haberse enviado mensajes estando ambos en la misma casa y 21% reportó sentirse más cerca del otro por escribirse. Para 9% de las parejas, el mensaje de texto fue la forma de resolver un problema al que no encontraba solución cara a cara. Aunque esto último no parece algo extraño, opinó Balaguer, ya que desde siempre las personas se animaron a decir más cosas estando a la distancia.
“Cada pareja tiene que encontrar sus tiempos de conexión y desconexión”, recomendó el psicólogo. En la actualidad, tienen este nuevo elemento sobre el cual negociar, otros tiempos que administrar, límites que fijar y roles que establecer. “A pesar de que los integrantes de una pareja pueden ser muy compatibles, si no están transitando el mismo terreno en base a la tecnología, pueden existir problemas mayores”, advirtió Autino.
Como en tantas otras situaciones en que la tecnología aparece como villana, es importante saber que los aparatos e internet no hacen nada por sí mismos. Los daños y beneficios dependerán de quienes los usen.
Facebook te “hace gancho”
Internet en general y las redes sociales en concreto se han convertido en el “espacio privilegiado” en que las personas pueden conocerse, dijo el psicólogo Roberto Balaguer. En este territorio no solo están los más jóvenes, sino que “los más veteranos también han aprendido cómo funciona y lo usan bien”.
Los solteros y divorciados que buscan una nueva oportunidad también apuestan a la web para buscar el amor. No solo los sitios de citas online, chats o apps específicas actúan como presentadores, sino que Facebook se ha convertido por excelencia en ese amigo que hace un tiempo “te hacía gancho”. Según explicó el psicólogo, los propios jóvenes definen a esta plataforma como un “catálogo online” de personas, donde con una mirada rápida al perfil uno puede hacerse la idea de cómo es el otro.
De hecho, algunos estudios señalan cómo la foto de perfil y de portada muchas veces reflejan la personalidad del usuario con cierta precisión. Otras investigaciones concluyen que es posible confiar más en lo que se ve en Facebook que en un sitio específico de citas online, ya que estos últimos utilizan algoritmos para unir a dos personas en base a lo que estas redactaron en sus perfiles (no siempre sinceros, sino, por lo general, pensados para impresionar).
En cambio, la popular red social suele conectar a las personas con amigos de amigos, lo que puede funcionar como una suerte de sello de garantía. Además, el hecho de que familiares, amigos y conocidos vean los perfiles y publicaciones impiden que el usuario mienta, aunque siempre haya lugar para la exageración.
El ejemplo Tinder
Recientemente ha hecho furor en Uruguay la aplicación móvil Tinder, especialmente diseñada para aquellos que quieran encontrar pareja de forma rápida, sencilla y basada en las apariencias. Es que esta app (gratis para iOS y Android) funciona básicamente como un catálogo de fotos de los usuarios, tomadas del perfil de Facebook de cada uno.
La dinámica es simple: después de ingresar y filtrar fotos de quienes se quiere ver (por ejemplo, solo hombres o mujeres), uno va pasando las imágenes una a una. Cuando encuentra a alguien que le interesa, pone “Me gusta”. Si los “Me gusta” son recíprocos, se abre un chat de forma automática para que los dos usuarios comiencen a descubrir qué hay más allá de la foto de perfil y eventualmente concreten una cita en persona.
* Fotografía portada cromo.com.uy