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De las balas a los lápices: desmovilizados colombianos retoman su educación
Viernes, Septiembre 2, 2016 - 10:19

El 82 % de los reinsertados superaron el analfabetismo. Hoy, la mayoría de ellos se forma como técnicos, tecnólogos y profesionales. Derecho y psicología son las carreras más demandas.

Camilo* entregó su fusil y camuflado en 2006, durante un combate con el Ejército en Caquetá. Su deseo de abandonar las Farc y regresar a la casa de su madre a orillas del río Magdalena sólo lo había comentado con Pedro*, su mejor amigo de tropa, quien compartía el mismo sueño de volver a la vida civil y conformar una familia lejos de la guerra.

Ninguno de los dos intentaba escapar. Los últimos que lo hicieron terminaron con una bala en la espalda y otra en la cabeza por desertores. En 2005, arrinconados por el Ejército, sin provisiones y pocas balas, Pedro cayó enfermo, casi al borde de la demencia, y el comandante ordenó su ejecución para evitar las molestias de mantener a un loco. Camilo lo había decidido: se largaba de aquel infierno verde.

Una noche de agosto de 2006, en medio de un combate con el Ejército, el joven guerrillero aprovechó la oscuridad y el caos para correr entre las balas y escapar de las cadenas de la guerra. Con 28 años, 17 de ellos desperdiciados con un fusil, asegura no haberse sentido tan vivo como aquella noche, cuando le dijo a un soldado que le apuntaba con su arma de dotación: “Soy Camilo, guerrillero de las Farc. Quiero desmovilizarme y volver a mi hogar. Ayúdenme por favor”.

“Las primeras palabras que escuché me sorprendieron. El soldado me dijo: ‘Bienvenido a la libertad’, como si estuviera secuestrado. Hoy he comprobado que de alguna forma sí lo estaba. Nunca había montado en un helicóptero y en la madrugada de esa noche lo hice junto a los cuerpos de tres excompañeros abatidos. Uno de ellos pude ser yo. Me acogí a los planes del Gobierno y la Agencia Colombiana para la Reintegración, aprendí a leer y escribir, un oficio, y aquí estoy, viviendo la vida que alguna vez también soñó mi amigo Pedro, un gran tipo al que se lo comieron la selva y la guerra”, narró Camilo a través de un teléfono mientras luchaba con su hija de seis años para que no se lo quitara. Sí, vive a la orilla del Magdalena.

Educación, arma de paz

La historia de Camilo es sólo una de las 57.000 que arrastran los guerrilleros y paramilitares que desde el 2003 se han desmovilizado e iniciado un nuevo camino lejos de las armas, la selva y las botas. Según una encuesta realizada por la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), los excombatientes valoran más los procesos educativos que se les brindan que la ayuda económica que puedan recibir del Estado. No buscan dinero, quieren cambiar las balas por los lápices.

Lucas Uribe, director programático de reintegración de la ACR, indicó que 49.000 de 58.000 desmovilizados se han vinculado a la agencia y han iniciado un proceso formativo desde primaria hasta educación superior, según el interés y la necesidad de cada uno. El 75 % de reinsertados desde el 2003 registraron algún grado de analfabetismo, pero gracias al trabajo de la ACR se ha conseguido que al menos el 82 % de esta población lo supere.

“El reto es muy grande en el sector de la educación. La mayor parte de los desmovilizados no saben leer ni escribir, y que superen el analfabetismo es el primer objetivo de la Agencia Colombiana de Reintegración. Hoy, más de 21.000 terminaron la primaria, 8.000 básica secundaria, 14.000 son bachilleres y 2.700 han accedido a la educación superior. Las carreras en las que más muestran interés son derecho y psicología. Hoy podemos decir que el modelo educativo para excombatientes es exitoso y un ejemplo para todo el país”, señaló Uribe.

Según destacó la ACR, que tiene presencia en 850 municipios del país, el modelo de educación para la reintegración ha sido adoptado en diferentes regiones por su calidad y visión del posconflicto. En el Cesar fue acogido como política pública, siendo el modelo principal de educación para adultos, y la Alcaldía de Medellín construyó el Centro de Formación para la Paz y la Reconciliación (Cepar), donde estudian excombatientes de las autodefensas, las Farc, el Eln y víctimas del conflicto.

De cara a una eventual firma de paz con la guerrilla de las Farc en La Habana, Lucas Uribe aseguró que la experiencia e infraestructura de la ACR garantizan la capacidad del Estado para ayudar a los desmovilizados en su paso a la vida civil. El primero será la individualización de cada excombatiente, gestionar sus servicios sociales y, de manera conjunta, establecer el plan de trabajo a seguir.

“El excombatiente puede irse a vivir a la región de su preferencia, desde San Andrés hasta Leticia, y allá iniciamos el proceso de reintegración. Cada proceso se amolda a cada persona, su situación y sus preferencias, y por eso establecemos con él y su familia cuál será el plan de trabajo. La oferta académica depende de cada región y nosotros hacemos el acompañamiento para su ingreso y formación académica”, finalizó el director programático de reintegración de la ACR.

* Nombres cambiados por razones de seguridad.

Foto: Pexels.com

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ELESPECTADOR.COM