Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
La tecnología en ortopedia ha evolucionado a tal grado que los huesos frágiles y rotos dejaron de ser tanto problema. Existen dispositivos, instrumental e implantes que el cirujano ortopedista puede utilizar desde el cráneo hasta el pie, tanto para fijar huesos lastimados, como para corregir roturas, regenerar esqueleto o tejidos blandos relacionados.
Es increíble y difícil de imaginar todo lo que un cirujano ortopedista o traumatólogo llega a maniobrar actualmente en el quirófano.
Un caso es la cirugía para arreglar la fractura de cadera, antes muy riesgosa y de larga recuperación, sobre todo para el adulto mayor. Se les ponía una tracción para inmovilizarles la pierna, y, como quedaban postrados por meses en cama, les afectaban pulmones, padecían úlceras, infecciones, depresión, un cuadro que con frecuencia llevaba a la muerte.
Hoy las innovaciones en ortopedia han hecho que las cirugías sean rápidas y precisas, sin tantas complicaciones, de modo que el paciente puede caminar al otro día.
El médico Mario Martinez Villalobos, egresado de la UNAM y subespecializado en Ortopedia Pediátrica en el Hospital Shriners y Cirugía Articular en el Elkhart General Hospital de Indiana, nos cuenta cómo hace décadas, cuando se empezaron a usar tornillos y otros dispositivos para fijar el hueso de la cadera, muchas veces no se tenían óptimos resultados, máxime si el paciente padecía osteoporosis. La porosidad de los huesos impedía una total fijación de los tornillos, por lo que le dolía y, después de un tiempo, ya no podía moverse otra vez. Con las últimas tecnologías, el también especialista en Trauma por la Universidad de Berna en Suiza explica que hoy al colocarse un tornillo se inyecta cemento y se rellenan las trabéculas óseas, lo que permite mejor fijación y evita movimiento de los tornillos.
Aparte, los tornillos y clavos ya están hechos de aleaciones de titanio y cromo o cobalto, que, al no ser totalmente rígidos, favorecen la consolidación con el hueso con cierta elasticidad.
Otra ventaja es que, gracias al instrumental y un intensificador de imágenes con el cual se hacen estas cirugías (un tipo de rayos X portátil), las heridas son más pequeñas; de 2 centímetros arriba donde entra el clavo guía y más pequeñas abajo en los lados donde entran los tornillos.
Algo importante es que para estas tecnologías innovadoras la compañía proveedora debe ofrecer la gama de sus opciones de clavos y tornillos en el momento de la intervención.
El médico, cual carpintero, usa un taladro especial para meter broca, hacer orificio dentro del hueso, medir para saber la longitud y diámetro requeridos y en ese momento elegir clavos y tornillos adecuados para el fémur de ese paciente.
Los clavos se introducen a todo lo largo del hueso para reforzarlo y así no sólo solucionar el problema sino prevenir una nueva fractura. La cirugía es más precisa, más rápida y menos dolorosa para el paciente. Su recuperación es mucho más rápida: en una cama vertical, para que desde el primer día el cuerpo se vaya adaptando; a las 24-48 horas, empiezan a caminar con andadera.
Sería bueno que esta avanzada tecnología también llegara al sector público; el problema es que en esta especialidad el cuadro básico en México casi no se actualiza y las especificaciones de productos de última generación no caben en licitaciones públicas de material de ortopedia.