Delegar trae enormes beneficios, pero no todas las personas son capaces de hacerlo. A continuación, los principales riesgos de no hacerlo y cómo aprender a ceder tareas.
No es casual que entre las principales barreras que interrumpen el crecimiento de las mujeres en los negocios esté la dificultad de delegar. Una vez que se aprende a ceder tareas es posible escalar al siguiente nivel.
Desde la Escuela de Negocios y Cowork Fundadoras se han dado cuenta de la incapacidad de algunas emprendedoras por delegar, lo que tarde o temprano frena, entre otras cosas, su crecimiento. Por eso mismo, Macarena Salosny, socia de Fundadoras dice que “en los programas que impartimos enseñamos a delegar, lo que impactará positivamente en la calidad de vida de las emprendedoras, y que, además, les ayudará a tener una mentalidad de mujer de negocios”.
Pero no se trata de un tema que atañe solo a mujeres, a los hombres también les complica ceder en este ámbito. Lo que ocurre, dice René Barba, director ejecutivo de la Fundación Libertad en Movimiento, es que a veces es difícil “teniendo en cuenta la escasa experiencia de lo que delegación es y el miedo a perder el reconocimiento”.
Pero existen otras complicaciones que pueden afectar al momento de delegar, y es que para hacerlo se requieren ciertas cualidades, tanto de quien cede como quien se hará cargo de las tareas. Sabiendo esto, una de las mayores dificultades “se relaciona con los altos niveles de desconfianza que existen. Las personas no creen que los demás serán tan capaces, competentes o diligentes al realizar el trabajo que ellos hacen. Por otra parte, las competencias de los líderes son bastante pobres, por lo que son pocos quienes han formado y preparado las condiciones para que delegar sea parte de la cultura de trabajo y apoye la mejora en la gestión”, asegura Isaías Sharon, psicólogo laboral y director ejecutivo de Smart Coach.
Quienes no pueden delegar ven perjudicada su calidad de vida, pero también genera un problema al interior de las empresas. Es posible que haya mayor rotación, pero también otros males que tarde o temprano harán mermar la productividad.
Sharon distingue dos grandes problemas que se pueden generar por esta incapacidad de delegar. Lo primero, dice él, es que las personas se llenan de tareas diarias que no aportan valor al trabajo y, lo segundo, es que no se distinguen lo importante de lo urgente, acabando haciendo de todo un poco, perjudicando el rendimiento y sobrecargándose.
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Controladores y apegados al negocio
Muchas personas son incapaces de delegar por costumbre, hábitos o un excesivo apego con el trabajo que realizan, muchas veces a los emprendedores se les dificulta delegar por lo mismo. Pero, también existen personas más controladoras y detallistas que tienden a ser más reticentes a esto.
Para estas personas es importante aprender a ceder tareas, ya que así se podrán gestionar mejor los tiempos y recursos de las organizaciones, y poder optimizar, focalizar y potenciar resultados que ayuden a lograr las metas.
Barba recomienda “desarrollar profesionalmente a los miembros de un equipo, lo que aumentará la certeza de que se cumplirán las expectativas y por otro lado libera, ya que cuando un jefe delega en un subordinado, puede asumir a su vez otras cargas y desafíos al tiempo que va logrando aumentar el sentido de motivación. Si el trabajo se hace bien, se va evolucionado dentro de la organización y aportando algo de propia cosecha lo que figurará como plus para todo el grupo incluidas las cúpulas, es decir win win”.
En este camino, complementa Sharon, es conveniente “ir entregando responsabilidades de forma paulatina a las personas con que trabajamos, de manera de ir viendo también cómo gestionan sus tiempos y las capacidades de ejecutar con éxito aquello que se les ha pedido”.
Sharon, por otro lado, propone aprender a priorizar lo urgente de lo importante. “En caso que tengan ambas características entonces esas tareas no se delegan, pero si son urgentes y poco importantes, son las primeras que deberíamos delegar”.
Sin dudas que el poder delegar solo trae beneficios a las organizaciones. Por un lado, las personas se sentirán capaces y aprenderán nuevas habilidades, y, por otro lado, quien delega se empodera y asume tareas de mayor relevancia.
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