Un primer cruce de resultados arrojó 26 proteínas como posibles indicadores de la enfermedad.
Uno de los trabajos más ambiciosos de la carrera que tiene lugar entre la comunidad científica para la detección precoz del alzheimer con un simple análisis de sangre ha identificado 10 proteínas cuya presencia determina con un una precisión del 87% si personas con deterioro cognitivo leve desarrollarán alzhéimer en el año siguiente.
Investigadores del King’s College de Londres y la Universidad de Oxford, junto con otros centros, llegaron a esta conclusión luego de analizar muestras de sangre de mil 148 personas. De ellos, 474 tenían ya la enfermedad diagnosticada, 220 mostraban deterioro cognitivo leve (DCL) y 452 eran ancianos libres de demencia.
Un primer cruce de resultados arrojó 26 proteínas como posibles indicadores de la enfermedad. Después de un primer proceso de selección, las candidatas fueron reducidas a 16. En todos estos casos, se observó una relación entre la presencia de estos marcadores con lesiones cerebrales (contracción del cerebro) ligadas tanto a DCL como con alzhéimer, según el sitio elpais.com
La segunda criba, destinada a identificar los biomarcadores que están presentes en las lesiones congitivas leves que evolucionan hacia un cuadro de alzhéimer, limitó a 10 las proteínas finalmente elegidas.
La patología no tiene cura y los tratamientos que se han ensayado en las personas cuando la enfermedad ya ha dado la cara, en la fase de demencia, se han mostrado poco eficaces. “Cuando se administran estos fármacos, el cerebro está demasiado afectado para responder a la terapia”, apunta Abdul Hye, del Instituto de Psiquiatría del King’s College, y uno de los autores del trabajo.
De ahí la importancia de desarrollar nuevos medicamentos en etapas tempranas, que puedan incidir en la evolución de la enfermedad. Pero para ello es fundamental contar con herramientas para identificar a los pacientes en este momento inicial, a lo que contribuyen los métodos de diagnóstico precoz como los análisis de sangre. “Estas pruebas nos pueden ayudar a detectar a los pacientes en etapas más tempranas y, así, conseguir que participen en nuevos ensayos y poder desarrollar tratamientos que puedan prevenir la progresión de la enfermedad”, añade Hye.
En ello coincide Antonio del Olmo, neurólogo especialista en alzhéimer del hospital Peset de Valencia. Las primeras pistas de que la enfermedad asoma (olvidos, incapacidad de retener hechos recientes) aparecen una media de cinco años antes del comienzo de la fase de demencia. En estos momentos, advertir la presencia de la patología neurodegenerativa puede ser útil no solo para desarrollar nuevos fármacos: “También se puede tratar de frenar su avance con estimulación cognitiva”.
Además, a pesar de que no tiene tratamiento, Del Olmo explica que cuando aparecen síntomas de demencia que pueden ser debidos al alzhéimer, los pacientes y sus familias agradecen poder identificar la enfermedad. “Mi experiencia es que el grado de satisfacción es elevado, eliminas la angustia de la incertidumbre y al tratarse de una enfermedad tan crónica permite prepararse para su evolución y anticipar problemas futuros”.
Sus impulsores aspiran a poder comercializar la prueba en un plazo de dos años a un precio de entre US$200 y US$600, aunque primero quieren asegurarse de los resultados obtenidos con más ensayos. Por ello, pretenden repetir el trabajo con más participantes: entre 5 mil y 10 mil voluntarios.
Ya existen test de alzhéimer basados en análisis de sangre en el mercado. Por ejemplo el ADtect, Pero en este caso, "la fiabilidad es inferior y arroja resultados de probabilidad -de desarrollar la enfermedad-", comenta Del Olmo.
También ha habido anuncios prometedores con una fiabilidad similar al publicado por el grupo británico en Alzheimer’s and Dementia. Investigadores estadounidenses identificaron en marzo otros 10 marcadores, en este caso, basado en 10 lípidos presentes en la sangre, un método diagnóstico con un margen de error también elevado, de solo el 10 por ciento. Sin embargo, en esta ocasión se manejó un volumen de datos inferior (se siguió a 525 septuagenarios durante cinco años).