Para Julio César Aldana, su filiación política no incidirá con las decisiones técnicas que debe tomar.
Cuando, a principios octubre del 2018, el presidente Iván Duque nombró a Julio César Aldana como director del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), hubo algunas críticas. Este médico cordobés ya había estado en ese cargo hace más de una década, pero su filiación política despertaba suspicacias. Había sido uno de los promotores de Duque durante la campaña presidencial y con frecuencia se le veía en las calles del Caribe impulsando al Centro Democrático.
Aldana no oculta esa filiación, pero cree que esas posturas deben dejarse de lado a la hora de hablar de necesidades científicas y técnicas. Como muestra, dice, ha nombrado funcionarios que no concuerdan con su línea política.
Aunque apenas lleva seis meses al frente del Invima, tiene clara su misión: tratar de que este instituto salga del anonimato y sea una entidad prestigiosa frente a los colombianos. Aunque tiene varias ideas en marcha, está convencido de una en especial que volverá a encender una vieja e intensa discusión en el mundo farmacéutico: la necesidad de que entren al mercado los medicamentos biosimilares; es decir los “genéricos” de los biotecnológicos, unos fármacos esenciales para tratar enfermedades como el cáncer, pero cuyo costo ha puesto a tambalear las finanzas del sistema de salud.
Usted había estado en este cargo. ¿Qué cambios encontró?
Encontré una entidad multiplicada por tres. Hay cosas buenas por conservar de quienes me precedieron, pero también cosas malas que hay que desechar y espacios donde hay que trabajar. Soy médico, pero me preocupo por ser un buen gerente. Quiero que la sociedad reconozca al Invima como una agencia seria que vela por la salud pública. Hoy se debate entre el desprestigio por los temas de corrupción y el anonimato.
¿Cuáles son esas cosas que desecharía?
La corrupción hay que erradicarla. También la falta de unidad de criterios. Además, a la luz de la era informática, no se justifica que un emprendedor no pueda tramitar un registro sanitario desde su lugar de origen y deba desplazarse a Bogotá. La transformación digital es indispensable. Vamos a hacer los primeros registros sanitarios online. También vamos a lanzar una app que les indique a las personas el principio activo, contraindicaciones y fecha de vencimiento de un medicamento. Queremos que los colombianos tengan un vademécum en el teléfono.
Poco tiempo antes de que usted asumiera su cargo cayó una red de corrupción dentro del Invima. ¿En qué quedó ese proceso?
El Invima tiene una planta de 1.500 funcionarios. Hoy tiene 1.250 por unos temas administrativos. Todos tienen una solvencia académica impresionante. Son especialistas y tienen uno, dos o tres posgrados. Además, cuentan con una curva de conocimiento impresionante. Unos llevan aquí 18 años; otros 12 o cinco. Entonces es doloroso que por 12 o 15 personas con prácticas corruptas, o quizá más, porque el proceso tal vez involucre a otros, se genere desprestigio del instituto ante la sociedad.
¿Cuál cree que es el desafío más grande para el Invima?
El Invima es una de las agencias regulatorias más prestigiosas de la región, junto con las de Canadá, EE. UU., México, Cuba, Brasil, Argentina y Chile. Quisiera que cuando yo termine mi gestión, el Invima sea una entidad prestigiosa ante la sociedad. Otra cosa: yo no concibo una democracia sin partidos políticos. Respeto las filiaciones políticas. Yo tengo una. Pero esto es una entidad de carácter técnico, donde no se puede mover nada al son de intereses políticos. Acá todo se mueve al son de la salud pública.
Usted es un uribista declarado. De hecho, tuvo un muy rol importante en la campaña a la presidencia de Iván Duque. ¿Cómo está garantizando que prime la capacidad técnica sobre los intereses políticos?
Examine los nombramientos que he hecho. Se va a sorprender. Ya me han criticado. Hay gente de izquierda desempeñando cargos en la alta dirección. No me interesa que sean de izquierda o de derecha. Me interesan sus criterios técnicos y científicos.
¿Quién lo ha criticado?
Muchas personas, por mi filiación política, estaban prevenidas de que fuéramos a hacer nombramientos de políticos. Eso no va a suceder. Con críticas me refiero a las quejas de personas que hacen recomendaciones o piden ayuda. Pero no voy a hacer nombramientos basado en intereses políticos, sino con base en los intereses de la salud pública. Es la única forma de recuperar el prestigio de la entidad.
En términos de salud pública, ¿qué lo inquieta?
El tema de cosméticos es un área muy avanzada. El área de alimentos está bastante ajustada, gracias a avances del Ministerio de Salud. En alimentos hay un ruido con el decreto 1500, que es el que tiene que ver con las plantas de beneficio animal. En medicamentos, los recobros en el último año representaron más del 20 % del gasto en salud y Colombia tiene que avanzar mucho. Es grave que una persona no pueda acceder a un medicamento por el alto costo. La propiedad intelectual la respeto profundamente. Es un contrato social donde alguien desarrolla un producto a cambio de un monopolio para recuperar esos costos en los que incurrió. Pero hoy hay productos que son monopolios y, que en virtud de la norma existente, tendrán nuevos competidores; particularmente en el grupo de biosimilares. Voy a empeñarme y esforzarme para que los productos salgan con los mejores estándares de calidad, impacten la salud pública, reduzcan los costos en el sistema y mejoren la calidad de vida de los colombianos.
Justamente, una de las discusiones más intensas en el mundo farmacéutico ha estado relacionada con la entrada de los biosimilares; es decir, los genéricos de los medicamentos biotecnológicos. ¿Nos puede explicar con más detalle a qué se refiere con la posible llegada de competidores?
En Colombia hay una norma expedida durante el ministerio de Alejandro Gaviria: el decreto de los medicamentos biológicos. Solo resta darle cumplimiento. En países como EE. UU., el comisionado Scott Gottlieb, mi homólogo, está convencido de las bondades de los biosimilares por el impacto que tienen en los sistemas de salud. Lo mismo está sucediendo en la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Colombia no puede ser la excepción. Hoy en día, para que entre al país un biosimilar hay tres alternativas: seguir la misma ruta del medicamento original o seguir las rutas de comparabilidad completa o abreviada. Es una norma bastante sensata. El Invima ha sido responsable en la aplicación de la norma y vamos a tener competidores que van a aliviar los costos en el sistema. Vamos a esforzarnos para garantizar que esos competidores cumplan con todos los estándares de calidad. Le puedo decir que los cinco medicamentos biológicos de más importancia en el país tienen competencia. En tránsito hay entre tres y cinco competidores por producto.
Entonces defiende la ruta abreviada...
La norma de los biosimilares es una norma sensata. Le va a permitir al sistema aliviarse económicamente sin sacrificar los intereses en salud pública y los estándares de calidad de los productos.
A veces la industria suele ver a la entidad como una piedra en el zapato. ¿Qué les responde?
Yo trabajo mucho con la industria. El Invima debe ser abierto a la industria para que a través de mesas técnicas de trabajo se establezcan unas reglas claras de juego; una unidad de criterios. A veces la dinámica del desarrollo y de avances en salud va de una manera mucho más acelerada que nuestro contexto normativo. Tenemos que hacer ajustes. La industria se queja muchas veces de la anacronía de nuestras normas y para solucionar ese tema debemos trabajar juntos. En este mercado también suele haber presión de la industria farmacéutica. En Colombia ha habido muchos ejemplos.
¿Usted ha recibido algún tipo de presión por alguna decisión o por un nombramiento?
Desde el punto de vista político, la única presión ha sido del presidente de la República, que me dijo: “Quiero eficiencia, transparencia y que me ayude a mejorar el estatus sanitario del país”. La segunda fue de la industria, que me pidió ayuda en mejorar los tiempos de respuesta del Invima en trámites. He tenido todo el apoyo para sacar adelante ambas demandas.
Pero sabemos que a principios de febrero una funcionaria con un alto cargo tuvo que renunciar por presiones relacionadas con la regulación de medicamentos. ¿Nos podría explicar qué sucedió?
La funcionaria por la que usted me pregunta es Carolina Gómez. Es una persona que yo traje al Invima. Cualquier director de una agencia sanitaria quisiera tener a alguien como Carolina. Tiene una solvencia técnica inimaginable, pero también unas visiones con respecto a estos temas que ella misma me explicó cuando presentó la renuncia. Me dijo: “Julio, yo tengo una agenda personal con respecto al tema de medicamentos y esto es una agencia sanitaria que debe estar alejada de cualquier vertiente”. Yo lo entendí. Carolina es una activista en el área de medicamentos y, junto con otra gente que yo aprecio mucho, tiene una agenda en materia de salud pública, de acceso a medicamentos. Y para la agencia sanitaria es muy difícil, porque no podemos tener sesgos. No puedo inclinarme por ninguna vertiente. Eso da reconocimiento y respeto.ero yo daría cualquier cosa por tener asesores técnicos de la talla de Carolina.