Las empresas chinas aprenden de sus filiales alemanas y los nuevos dueños se han mostrado muy distintos a lo que se esperaba de ellos.
“Los chinos vienen como rescatistas”, dice Martin Franz, profesor en la Universidad de Osnabrück. Junto a dos colegas, Franz ha investigado a los inversionistas de Brasil, Rusia, India y China, los países BRIC. Este mes saldrá a la venta un libro que escribieron los tres expertos sobre el tema. El economista de Osnabrück se concentró en los casos de China e India. “Al comienzo de nuestro trabajo esperábamos encontrarnos con consecuencias negativas para las empresas compradas por inversionistas de esos países”, revela. Pero, al contrario, tanto los gerentes como los comités de empresa y los sindicatos realizaron comentarios bastante positivos de los nuevos dueños. En más del 60 por ciento de los casos, las empresas antes de la compra estaban con serios problemas financieros o camino a la quiebra. Tras la compra, volvieron a crecer.
Tampoco ven desventajas los trabajadores. A menudo se llegó a acuerdos para asegurar la estabilidad laboral, se aceptó a aprendices y se mantuivo la pertenencia a asociaciones empresariales. “Los inversores chinos no quieren destacar negativamente”, dice Franz. “También hay una alta valoración de la gestión empresarial alemana y a los gerentes chinos les falta la experiencia internacional. Muchos esperaban que las empresas serían manejadas casi a distancia, pero no. En la mayoría de los casos, las empresas siguen bajo una dirección alemana, y en términos cotidianos es muy poco lo que cambia”, apunta el especialista. Los clientes habituales, también dominados por un escepticismo inicial, han visto que las empresas siguen siendo alemanas con estándares germanos.
Estrategia de doble marca. La experiencia alemana es vista con mucho interés por las matrices chinas. Pero eso no significa que simplemente las patentes sean transferidas a la oficina en China para allí replicar el mismo trabajo, dice el experto. Y en el caso de que la matriz y su filial compitan en el mismo segmento, la tendencia muestra que se sigue una estrategia de doble marca. El producto alemán será ofrecido como una marca de alta calidad, mientras que la versión china será presentada como la versión económica.
Que los centros de producción se queden en casa y, además, que se expanda la investigación y el desarrollo, es algo que Oliver Emons ve como una nueva estrategia de los inversionistas chinos. Emons es experto en participación laboral de la fundación Hans Böckler e investigó las compras de empresas medianas hasta el año 2015. La estrategia se basa en el doble reconocimiento de que “por un lado, debido a la competencia nacional e internacional, las empresas chinas necesitan más que una buena estructura de costos; y por otro, que las empresas no pueden simplemente ser trasplantadas a otro país. La cultura empresarial, la producción y los trabajadores hacen el éxito real de las empresas alemanas”.
Típica curva de aprendizaje. Las generosas inversiones que realizan los empresarios asiáticos tienen que ver con la política gubernamental china del “Going-Global”. Para esa dispersión por el mundo hay créditos muy convenientes a disposición de los interesados. La compra en determinados países y sectores productivos puede incluso significar ventajas aduaneras e impositivas. En el caso de Alemania, empresas de electrónica, automotrices, de maquinaria, de energía y nuevos materiales son definidas por el Estado como objetivos atractivos. Además, muchas empresas gozan de un enorme crecimiento en su país, lo que les permite invertir una parte de las ganancias en el extranjero, lo que también distribuye mejor los eventuales riesgos.
Antes de ir por los países industrializados, las firmas chinas se fijaron en los países en vías de desarrollo. Por ejemplo MIDEA, una firma china productora de electrodomésticos, ahora desea asumir el control de la empresa alemana de robots industriales Kuka. Para Franz, es un clásico caso de curva de aprendizaje: “MIDEA entró primero a Vietnam, Bielorrusia, Egipto, Brasil, Argentina, Chile e India antes de lanzarse a invertir en los países industrializados”.
Sin prueba de fuego. ¿Por qué Alemania? Emons entrega varias buenas razones: el elevado nivel tecnológico, la seguridad jurídica, la calidad de su fuerza laboral, el tamaño del mercado y su ubicación central dentro de la Unión Europea, además de una moneda fuerte y la imagen positiva del país. Y, viceversa, algunas empresas alemanas han buscado directamente a los inversionistas chinos, pues el mercado de ese país es cada vez más importante, pero sin un socio local es difícil penetrar allí.
A diferencia de lo que se temía, los inversionistas chinos se han planteado objetivos a largo plazo y han puesto mucho dinero para revitalizar las empresas que adquirieron. Sin embargo, hasta ahora no han tenido ninguna prueba de fuego, pondera Emons, como una coyuntura económica compleja que ponga en aprietos a la matriz china o a su filial alemana. Solo entonces veremos si los acuerdos alcanzados perduran en el tiempo.