Dos politólogas hablan sobre las fortalezas, las debilidades y los desafíos de la Alianza del Pacífico. El proyecto de integración subregional que amenaza con opacar al Mercosur inaugura su novena cumbre este 19 de junio.
Cuando en Europa se habla sobre proyectos de integración comercial latinoamericanos, la primera instancia que viene a la mente de muchos es el Mercado Común del Sur (Mercosur), compuesto desde su creación en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; Venezuela está en sus filas desde 2012. Pero el accidentado desarrollo de esta unión subregional ha frustrado las expectativas de sus potenciales socios –y hasta las de sus miembros– y ahora corre el riesgo de quedar opacada por una recién llegada: la Alianza del Pacífico.
Conformada por Chile, Colombia, México y Perú, la Alianza del Pacífico ha dado mucho que hablar en poco tiempo. Aunque el ex presidente peruano Alan García propuso su fundación hace apenas tres años, la naciente organización ya superó uno de sus retos más espinosos: en febrero de 2014 eliminó los aranceles del 92% de los productos que circulan en su seno. Inaugura además su novena cumbre este miércoles en el balneario mexicano de Punta Mita y está por anunciar la ampliación de su base con la adhesión de Costa Rica.
“La membresía plena de Costa Rica y Panamá se ve venir desde que la Alianza del Pacífico los aceptó como Estados observadores. Bajo el mando de Rafael Correa, Ecuador se ha mantenido alejado de ese bloque; pero está por verse qué pasará cuando haya un cambio de Gobierno en ese país. Los líderes latinoamericanos deberían abrirse a políticas económicas y comerciales más pragmáticas, como las que prevalecen en la Alianza del Pacífico. Esta coalición tiene perspectivas promisorias”, comenta la politóloga Ana Soliz Landivar.
Talante pragmático. A juicio de esta investigadora del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo, el interés que despierta la Alianza del Pacífico se debe a que cumple lo que promete. Desde 2011, Chile, Colombia, México y Perú le han dado un impulso a la circulación de bienes, servicios y ciudadanos; han estimulado el turismo interno; han unido sus Bolsas de Valores; y han abierto embajadas de manera conjunta en Asia y África. “Otros bloques subregionales palidecen en comparación”, dice Soliz Landivar.
“Insisto, el hecho de que la Alianza del Pacífico se presente como un modelo de integración pragmático le facilita el trabajo y le abre muchas puertas. Este bloque se orienta claramente hacia el libre comercio –entre sus miembros y de cara a terceros– y, como no hay discordias ideológicas de por medio, la interacción se hace más fácil. Esa visión común contribuye a que los tratados entre sus países tengan continuidad, adquiriendo el carácter de políticas de Estado, no de Gobiernos pasajeros”, explica la especialista del GIGA.
Sin negar las virtudes concretas y potenciales de la Alianza del Pacífico, la politóloga Claudia Zilla, de la Fundación Ciencia y Política (SWP) de Berlín, sostiene que buena parte de su prestigio se ha basado hasta ahora en una campaña promocional bien orquestada, cuyo mensaje más recurrente parece ser: este bloque tiene una población de 212 millones de personas con cada vez mayor poder adquisitivo y aporta el 36% del Producto Interno Bruto de América Latina y el Caribe, una región rica en materias primas y alimentos.
Perfil propio. “Lo que yo temo es que todo este fervor en torno a la Alianza del Pacífico conduzca a que se sobreestime lo que ella puede conseguir a corto plazo. Después de todo, ésta todavía tiene flancos débiles y serios desafíos por delante. Esta es una alianza predominantemente comercial, pero todos sus miembros producen más o menos lo mismo. El que fabrica los productos más elaborados es México. Ese es un problema. ¿Se organizarán para lograr que sus economías y cadenas de producción se complementen?”, pregunta Zilla.
“Por otro lado, la Alianza del Pacífico exhibe un exceso de diplomacia cuando se empeña en dejar claro que su objetivo no es competir con Brasil en el mercado sudamericano. Será interesante ver, de aquí a tres años, si los productos terminados que más se consumen en Chile y Perú provienen de Brasil o de México. La alianza debe desarrollar un perfil propio; uno que no esté definido en función de lo que otras instancias –como Brasil– hacen o dejan de hacer”, señala la experta del SWP, acotando que otros retos aguardan al otro lado del océano.
“Considerando que lo que aglutina a la Alianza del Pacífico son las relaciones bilaterales entre sus socios, cabe preguntarse si sus Estados miembros defenderán sus intereses a coro para tener una mejor base de negociación frente a los países de la franja Asia-Pacífico”, apunta Zilla. A los ojos de esta analista, Chile, Colombia, México y Perú también deberán evitar ser víctimas de su propio éxito, impidiendo que la eficiencia del bloque se vea comprometida por su excesiva burocratización o el crecimiento desmedido de su estructura.