La ex jefa de gabinete del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales este domingo, con un 56% de los votos válidos, en gran medida gracias a los éxitos económicos de su antecesor y mentor político.
Brasilia. La misma bonanza económica y la libertad en el gasto que impulsaron a Dilma Rousseff a la presidencia de Brasil podrían convertirse en la mayor fuente de problemas durante su primer año al frente de la mayor economía de Latinoamérica.
Rousseff tendrá que apretar el cinturón de un gobierno cuyas finanzas se deterioraron este año electoral, pero al mismo tiempo deberá evitar ahogar el crecimiento económico que sacó a millones de personas de la pobreza.
La ex jefa de gabinete del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales este domingo con un 56% de los votos válidos, en gran medida gracias a los éxitos económicos de su antecesor y mentor político.
Rousseff, una ex militante de izquierda que nunca antes había postulado a un cargo de elección popular, tendrá que lidiar con las consecuencias de ese crecimiento: una enorme entrada de capital al país, que ha provocado una apreciación del real a máximos en dos años, afectando a los exportadores en un país productor de materias primas.
El fracaso de Lula a la hora de recortar el gasto ineficiente podría restar fondos al Gobierno necesarios para inversiones clave en infraestructura, mientras que los continuos desembolsos en préstamos a tasas subsidiadas a través de bancos estatales podrían impulsar la inflación.
"Es urgente que la política fiscal vuelva a estar en línea. Para mí, esa es la prioridad", dijo Zeina Latif, economista de Latinoamérica en RBS, en Sao Paulo.
"Eso sería bueno para la moneda, eso sería bueno para el Banco Central", agregó.
El déficit presupuestario nominal a 12 meses cayó agudamente en septiembre luego de que el Gobierno recurrió a lo que muchos analistas describieron como contabilidad creativa.
El déficit cayó a un 2,36% del Producto Interno Bruto (PIB) desde un 3,38% el mes previo, pero aún es mucho mayor al saldo de 1,23% del PIB registrado en octubre del 2008, antes de que la crisis global golpeara a Brasil.
El déficit nominal se ha mantenido sobre un 3% del PIB la mayor parte del año.
Rousseff ha dicho que mantendrá bajo control el gasto del gobierno, pero descartó recortes presupuestarios.
El domingo, durante sus primeras declaraciones como presidenta electa, la ex jefa de Gabinete de Lula fue rápida en reiterar su compromiso con un gasto fiscal prudente.
"El pueblo brasileño no acepta Gobiernos que gastan más de lo sustentable", dijo ante una festiva concurrencia en Brasilia.
"Haremos todos los esfuerzos para mejorar la calidad del gasto público, para simplificar y aliviar la carga tributaria", añadió.
Rousseff podría volverse más rigurosa fiscalmente después de que asuma la presidencia el 1 de enero, a juzgar por personajes clave en su equipo de campaña, como el ex ministro de Hacienda Antonio Palocci, el rostro de la austeridad durante el primer mandato de Lula.
Exenciones tributarias para exportadores. Un control más férreo sobre las cuentas fiscales restaría parte del estímulo que alimenta el crecimiento anual de cerca del 7 por ciento en Brasil, al tiempo que reduciría la necesidad de tasas de interés más altas y aliviaría la presión sobre la moneda.
La tasa de interés referencial de Brasil, Selic, de un 10,75% anual, es una de las mayores del mundo. Supera a las de las economías avanzadas y es dos veces mayor que las de Rusia, India y China, sus socios en el llamado grupo BRIC de principales economías emergentes.
El real se ha apreciado casi un 6% desde fines de junio, pese a que el Gobierno ha aumentado su intervención en el mercado cambiario y ha triplicado un impuesto sobre inversiones extranjeras en bonos locales.
"Probablemente adoptaremos (...) más medidas como las que estamos adoptando para impedir que el real se valorice tanto", dijo a Reuters el ministro de Planificación, Presupuesto y Gestión, Paulo Bernardo.
Un desafío para Rousseff será controlar los ingresos de capital sin comprometer una fuente clave de la estabilidad ganada con esfuerzo por Brasil: el tipo de cambio flotante.
Una forma en que podría tratar de lidiar con el problema cambiario sería hacer más competitivos a los exportadores a través de exenciones impositivas, dijo Fernando Ferro, jefe de la bancada del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) en la Cámara baja del Congreso.
Los beneficios a los exportadores podrían ser parte de esfuerzos más amplios por reformar el bizantino sistema tributario de Brasil, recortando ingresos inicialmente, pero aumentándolos en el largo plazo.
La coalición de Rousseff en el Congreso será mayor que la que tenía Lula, lo que elevará las posibilidades de aprobación de reformas.
Con la economía creciendo rápidamente y la probabilidad de que el capital extranjero siga llegando, Rousseff tendrá que manejar los flujos sin volverse demasiado dependiente de ellos para financiar un creciente déficit de la cuenta corriente.
Al consultar cuál pensaba Lula que eran los desafíos del próximo Gobierno, Gilberto Carvalho, uno de sus principales asesores, dijo: "Necesitamos consolidar el modelo (económico) y no revertirlo".