Los más de diez carnavales que se celebran en México son una prueba de la diversidad cultural del país. El punto en común a todos ellos es su impacto en las economías locales.
“Ahorita yo trabajo hasta las cinco de la mañana y todavía hay gente. En cambio cuando no es carnaval sólo hay pasajeros hasta las 12 de la noche”, dice Alberto Espinosa, un taxista de la ciudad de Veracruz. “Las taquerías se llenan, los lugares donde venden cerveza también. Se reactiva la economía”, dice el jarocho, el nombre con el que se le llama a la gente del puerto situado en el Golfo de México.
Según cifras oficiales, el Carnaval de Veracruz atrajo este año a más de 1,2 millón de personas que, además de ocupar el 100% de la disponibilidad hotelera, dejaron cerca de US$ 20 millones en la ciudad, una cifra que dista mucho con la realidad del evento hasta hace un par de ediciones. “Hace unos años hubo muchos incidentes de inseguridad y violencia ligados al narcotráfico”, dice Anselmo Estandía Colom, presidente del Comité Organizador del Carnaval. “Veracruz siempre ha sido un lugar tranquilo donde la gente es muy salidora, con mucho movimiento. Pero debido a esos problemas los turistas se asustaron y los hoteles y los restaurantes estaban vacíos”.
Según el empresario, en 2011 el gobierno del estado de Veracruz tomó la iniciativa de inyectar una gran cantidad de recursos para hacer una fiesta en grande y tratar así de limpiar la imagen del Carnaval y de la ciudad. “Se metió muchísima seguridad, con instituciones diferentes, como la Policía Municipal, Estatal, Federal, el Ejército y la Marina. Y tanto el año pasado como este 2013 tuvimos más de un millón de asistentes sin ningún incidente mayor”, agrega Estandía.
A nivel económico la estrategia funcionó. Aparte de los US$ 32 millones que dejó el Carnaval en 2012, el turismo volvió a la ciudad durante el resto del año. El consejo de administración del Acuario de Veracruz, su principal atracción turística, admitió que después del Carnaval se comenzó a sentir un alza sostenida en los turistas, mientras que Ezequiel Guzmán Arango, presidente de la Asociación de Hoteles y Moteles de Veracruz declaró que la zona había recibido más turistas que Acapulco.
Este año, con el fuerte apoyo económico del estado y con la organización logística y de seguridad del municipio y el gobierno federal, el Carnaval de Veracruz 2013 duró ocho días y costó cerca de US$ 5,5 millones, de los cuales un 70% fue financiado por el estado de Veracruz, mientras que el resto se obtuvo mediante auspicios. Para esta edición se realizaron seis desfiles de carros alegóricos de cerca de cinco kilómetros de largo y cuatro horas y media de duración cada uno. Además, con el fin de hacer más atractiva la fiesta, cada noche se contrata a un artista de renombre para que haga un concierto casi en simultáneo al desfile, frente a unas 70.000 personas aproximadamente por jornada. Si el año pasado la parrilla fue liderada por Paulina Rubio y Enrique Iglesias, este 2013 se incorporaron Willie Colón, Reik, Beto Cuevas, Miguel Bosé y Maná.
IDENTIDAD Y NEGOCIO
Otro carnaval muy importante en la geografía mexicana es el de Mazatlán, en el estado de Sinaloa. El año pasado, esta celebración fue catalogada por la revista Forbes como el tercer carnaval más grande del mundo, luego de Rio de Janeiro y Nueva Orleans. Para su versión N° 115 los organizadores invirtieron cerca de US$ 1,5 millón. El resultado fue una fiesta con más de 620.000 asistentes, cifra que dobla a la del 2012 y que se posiciona como la más alta afluencia de público de los últimos cinco años. Además, el evento atrajo más de US$ 24 millones a la zona, un 17% más que el año pasado.
Al respecto, Francisco Manuel Córdova, secretario de Turismo de Sinaloa, informó que entre el 7 y el 12 de febrero los hoteles de categorías de 3 a 5 estrellas reportaron una ocupación del 100%. El funcionario atribuyó estas cifras a la promoción turística que el estado ha hecho sobre el Carnaval, lo que se refleja en la participación de comparsas invitadas de Brasil y en la acreditación de más de 300 periodistas no sólo de México, sino de distintas nacionalidades. “Nos interesa mucho la contribución económica extranjera, porque había bajado el año pasado. Y ahora nos dan una sorpresa significativa con un aumento del 21% en el dinero gastado proveniente del exterior, alcanzando los US$ 13 millones”, sostuvo.
Pero no sólo la demanda hotelera es la que se ve favorecida con este tipo de celebraciones. Adelaida León, directora de Información Turística del estado de Sinaloa, señala que el comercio informal se ve muy beneficiado. Otros sectores que incrementan sus ganancias son los de diversión, expendio de bebidas alcohólicas, alimentación y venta de souvenirs.
El Carnaval de Mazatlán coincide con el de Veracruz en la presentación de desfiles, coronación a la reina y al rey del Carnaval, además de la presentación de artistas. La diferencia es que en el certamen de la costa del Pacífico se recrea una batalla naval que libró la Marina de México contra las fuerzas de Francia, la que se celebra además con un espectáculo pirotécnico.
Aunque estos carnavales compiten por importancia y asistencia, existen otros más pequeños que también tienen un efecto económico importante, sólo que a menor escala. El Carnaval de Tlaxcala, por ejemplo, es considerado como uno de los más antiguos de México, pues se estima que sus inicios datan del siglo XVII. Es una fiesta más tradicional y austera que las de Veracruz y Mazatlán. El gobierno destinó US$ 470.000 para la realización de la versión 2013 del evento, la cual atrajo a más de 60.000 asistentes en sus seis días de duración.
Mostrando la diversidad cultural de México también destacan el Carnaval Indígena de Pinotepa de Don Luis, en estado de Oaxaca, y el Carnaval de Mérida, en la Península de Yucatán, de influencia maya.
Pero si son diversos en su origen étnico-cultural, todos los carnavales mexicanos tienen carácter popular. Así lo recalca Anselmo Estandía, presidente del comité organizador del Carnaval de Veracruz. “Es importante que no se vuelva una fiesta elitista, tiene que estar al alcance de todos”, dice. “Pero también hay que lograr que el Carnaval se vuelva un logro económico, tal como el de Rio de Janeiro”.