La semana pasada, Portugal colocó bonos a 28 años por 315 millones de euros (US$365 millones) a retornos muy debajo de los del mercado secundario, lo que muestra una demanda fuerte. El mes pasado, Argentina emitió un bono a cien años por US$2.750 millones.
La demanda de bonos de larga duración y el rendimiento extra que ofrecen ha crecido fuertemente en la última década, en una era de tasas de interés extremadamente bajas.
Pero ahora, incluso cuando los bancos centrales ajustan la política monetaria, los inversores muestran pocos indicios de alejarse de la deuda más riesgosa.
La semana pasada, Portugal colocó bonos a 28 años por 315 millones de euros (US$365 millones) a retornos muy debajo de los del mercado secundario, lo que muestra una demanda fuerte. El mes pasado, Argentina emitió un bono a cien años por US$2.750 millones.
Gran Bretaña atrajo una demanda récord de parte de los inversores en una venta de títulos conocidos como "gilt" a 40 años en mayo, mientras que Estados Unidos considera una emisión de deuda muy larga, más de 30 años, por primera vez.
El interés en los bonos más largos, que ofrecen tanto riesgos como retornos más altos en comparación con la deuda más corta, parece un contrasentido en el presente.
Los principales bancos centrales, incluyendo a la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE), buscan finalizar los programas de estímulo que los llevaron a comprar enormes cantidades de bonos largos, y también elevar las tasas de interés.
Esto debería reducir las apuestas al llamado "negocio de la duración", como también se conoce a las compras de bonos largos.
La razón de la persistencia de la demanda robusta para este tipo de títulos, de acuerdo con algunos inversores, es que la inflación -que erosiona el valor de los bonos, sobre todo los más largos- sigue debajo de las metas en Estados Unidos y la zona euro.
La promesa que hizo el presidente estadounidense Donald Trump de un programa de inversiones multimillonarias, que había alimentado las expectativas de la inflación a nivel global, no ha logrado materializarse en medio de las diferencias políticas en Washington.
Los precios del petróleo, un motor clave de la inflación, también siguen flojos.
El negocio de la duración a largo plazo también continuará atrayendo respaldo de lo que los expertos de la industria de renta fija describen como un "nuevo paradigma": la posibilidad de una inflación estructuralmente baja y un pujante sector de las pensiones por el envejecimiento de la población occidental.
Jan von Gerich, jefe de estrategia del banco Nordea, dice que la duración promedio de los bonos continuará subiendo, notando una demanda impresionante de deuda larga en las subastas.
"Cada vez más inversores se aventuran más lejos a lo largo de la curva" de rendimientos, dijo Von Gerich. "Un cambio en los rendimientos de los bonos afectaría a esto pero eso probablemente sea un revés temporario más que otra cosa, de momento".
La duración es una medida de cuánto tiempo se tarda en recuperar la inversión original en un bono. Si bien está expresada en años, la duración suele ser diferente del tenor y es una medida útil para comprar deuda con diferentes plazos y cupones.
Sirve para explicar por qué Argentina, un incumplidor serial, fue capaz de colocar un "bono del siglo" y atraer interés: el cupón, de 7,125%, significa que la mayor parte del flujo de caja vendrá de los pagos de intereses más que el principal que será cancelado dentro de 100 años.
Por esa medida, los compradores del bono argentino recuperarán su inversión después de solo 13 años, según cálculos de los inversores. Eso hace al bono atractivo comparado con el título argentino en circulación a 30 años, que repaga a los inversores tras 12 años.