La Fed probablemente se guíe por la sensación de que la situación actual, aunque bastante incierta, amerita una aproximación cautelosa que no alcance las proporciones de crisis vistas del 2008 al 2010, que justificaron medidas audaces y agresivas.
Washington. Aunque no es momento para medidas de emergencia, el paciente aún necesita el suero.
La economía estadounidense cojea tanto en su recuperación, que la Reserva Federal parece encaminada a aumentar la dosis de tónico para mantener andando el crecimiento.
Se puede esperar que el presidente de la Fed, Ben Bernanke, utilice un discurso este viernes en la conferencia anual del banco central en Jackson Hole para admitir su decepción por el ritmo de crecimiento, incluso que reduzca sus proyecciones y explique cuál es la mejor medicina que le queda en su gabinete de auxilio para fortificar la economía.
Pero es improbable que acuda a un tratamiento de shock.
"Con la recuperación frenándose en el primer semestre de este año y la economía operando peligrosamente cerca de una segunda recesión, la Fed permanecerá en guardia ante una sorpresa negativa del crecimiento y estará dispuesta a actuar como corresponda", dijo Millan Mulraine, economista de TD Securities en una nota a sus clientes.
¿Y cómo administrará la Fed los remedios adicionales?. Con las herramientas de tasas de interés bien explotadas, es más probable que Bernanke se centre en la hoja de balance de la Fed y opte por pequeños ajustes en el tamaño y composición de su portafolio para sacar del letargo a la mayor economía del mundo.
Las tasas de interés ya están cerca de cero y el Comité Federal de Mercado Abierto, que fija la política monetaria del banco central, anunció hace apenas dos semanas su disposición a mantener el costo del préstamo en niveles muy bajos por dos años si es necesario. Es muy poco más lo que pueda lograrse utilizando las herramientas de tasas.
Muchas de las medidas de la hoja de balance son bien conocidas y cada una implica su propio riesgo y recompensa, que el cuerpo técnico de la Fed investigará cuidadosamente. Pero las probabilidades de que se anuncie en Jackson Hole una nueva gran operación de compra de bonos parecerían limitadas actualmente.
Al afinar su criterio, la Fed probablemente se guíe por la sensación de que la situación actual, aunque bastante incierta, amerita una aproximación cautelosa que no alcance las proporciones de crisis vistas del 2008 al 2010, que justificaron medidas audaces y agresivas.
La última de aquellas -la compra de bonos por US$600.000 millones, conocida como segundo alivio cuantitativo o QE2- fue la respuesta de la Fed a una inflación históricamente baja que amenazó con llevar a la economía estadounidense a un círculo vicioso de precios bajos y caída de la confianza y la inversión.
La situación hoy es distinta. A diferencia de mediados del 2010, la inflación es ahora más alta y la inflación subyacente, que elimina los precios volátiles de alimentos y energía, se ha acelerado.
Mientras las cifras más altas de inflación preocupan a algunos funcionarios de la Fed, los números no han generado una alarma tal en el banco central como para desbaratar su supuesto de que la inflación general bajará al retroceder los precios de la energía y que los precios subyacentes seguirán bajo control.
En lugar de ello, el foco está en el desplome del crecimiento y los riesgos que vienen.
Un grupo central de miembros del comité de la Fed que fija la política monetaria ve una mayor evidencia de que el crecimiento en el segundo semestre del año será menor que las previsiones anteriores del 3%.
Aunque la cifra no es tan angustiante como el 1% que pronostican algunas firmas de Wall Street, un crecimiento a ese ritmo no logrará lo que se requiere para reducir la fuerte tasa de desempleo del 9,1%.
La larga crisis de deuda soberana de la zona euro también es un factor de riesgo que está quebrando a los mercados financieros de Estados Unidos y la confianza empresarial. Hasta ahora, los males de Europa y las turbulencias del mercado no han creado problemas similares a la crisis 2008/2009, pero es preocupante.
Sin grandes medidas. Con ese telón de fondo, es poco probable que Bernanke acuda a medidas dramáticas, pero la Fed podría inclinarse a fortalecer gradualmente la dosis para la maltrecha economía en los meses próximos.
Un paso inicial podría ser simplemente utilizar la comunicación verbal. Así, podría comprometerse a mantener su hoja de balance -que ha crecido a US$2,8 billones desde los niveles precrisis de unos US$900.000 millones - en esos niveles altos por un extenso periodo de tiempo, incluso fijando un cronograma como lo hizo para la tasa federal de fondos.
Otra medida sería presionar a la baja las tasas de interés de mediano a largo plazo, en las que se fijan las hipotecas y el préstamo corporativo, lanzando medidas que inclinen la mezcla de activos de la hoja de balance de la Fed hacia instrumentos de largo vencimiento.
Esto puede hacerse reemplazando sus valores con prontos vencimientos por papeles a largo plazo o por el canje de valores de corto plazo por otros de más largo vencimiento.
"El año pasado en Jackson Hole, cuando el presidente de la Fed sentó las bases para el alivio QE2, la inflación se desaceleraba rápidamente...lo opuesto sucede en el presente", dijo el economista del Deutsche Bank Carl Riccadonna en un escrito a clientes.
"Como resultado, si la Fed no se inclina hacia un estímulo adicional, podría primero tratar de extender el vencimiento promedio de su cartera en lugar de ampliar más sus tenencias de activos", agregó.
Una medida más audaz sería comprar más bonos, aunque las condiciones no parecen justificarlo actualmente.
Mientras funcionarios de la Fed argumentan que la compra de bonos ha mantenido las tasas de interés de largo plazo más bajas de lo que estarían de otra forma y llevado a los inversores a buscar activos de riesgo más que los seguros bonos del Tesoro, la estrategia ha recibido fuertes críticas en casa e internacionalmente.
Para tratar de contener las preocupaciones de que la compra de bonos desataría inflación, la Fed podría considerar esterilizar nuevas compras de bonos drenando simultáneamente las reservas de bancos.
Los críticos estadounidenses sostienen que nuevas medidas podrían generar inflación.
Los detractores en el exterior dicen que la compra de bonos empuja el dólar a la baja, impulsa los precios de las materias primas y genera flujos volátiles de inversión hacia los mercados emergentes.
Incluso algunos dentro de la Fed se niegan a un alivio agresivo y el compromiso de la Fed en agosto de mantener las tasas de interés bajas chocó contra la inusual oposición de tres disidentes.
Bernanke ciertamente tendrá este viernes la oportunidad de despejar las dudas.