Desde hace doce años el Partido de los Trabajadores está en el poder. En octubre se decidirá si la actual presidenta Dilma Rousseff seguirá o no en la jefatura. La DW hace un balance.
Brasilia, 1 de enero de de 2003: Luis Inácio Lula da Silva gana, con 62% de los votos, la jefatura de Gobierno del Brasil. Una victoria inédita hasta entonces. Este fue el preludio de 12 años consecutivos de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT): ocho años bajo el mandato de Lula seguidos por otros cuatro años por parte de Dilma Rousseff.
Ahora el PT está en entredicho debido a que el rendimiento económico de los últimos tres años no ha sido suficiente. Tanto es así, que en el segundo trimestre de 2014 el PIB bajó en 0,6% y la inflación está alrededor de 6,5%.
En la población crece el miedo a un nuevo declive en la sociedad. Los brasileros se endeudan y muchos hoy no tienen los medios para pagar. ¿No bastaron los 12 años de gobierno por parte del PT para consolidar las reformas sociales prometidas?
Reducción de la pobreza extrema. Brasil ha cosechado gracias a campañas como Hambre Cero (Fome Zero), con el cual se han reducido los índices de malnutrición en 80%, y los programas sociales "Bolsa Família" y "Minha Casa, Minha Vida", los cuales han ayudado a disminuir la pobreza extrema hasta en 75%, los elogios de la comunidad internacional. A raíz de estas medidas, a la mejor redistribución de capital y al alza del salario mínimo, existen, según varios estudios, 35 millones de brasileños más en la clase media.
No obstante, existen críticos del sistema. Estos encuentran grandes vacíos en estas políticas sociales: se considera insuficiente la preparación de los beneficiados para el mercado laboral, por lo que se teme que a largo plazo el problema solo se vea agravado.
Quien no tenga dinero, se queda en la ingnorancia. A pesar de que existan cupos para estudiar de manera gratuita en renombradas universidades públicas, queda claro que sin haber estudiado en una costosa escuela privada las probabilidades de ser aceptado en alguna de ellas son casi nulas.
Esta paradoja no ha logrado que el sistema de educación en Brasil haya cambiado: 6,1% del PIB es invertido en educación. En un país con una gran población joven, la inversión en educación por cada estudiante no es muy alta. Con US$2985 por cabeza, se ubica Brasil un tercio por debajo del promedio de la OCDE.
Esto explica los bajos resultados de los estudiantes brasileños en comparación con estudiantes internacionales y a su vez, el descontento generalizado con su sistema de educación.
La salud nunca fue una prioridad. El descontento en temas de salud también está presente: "Para el Gobierno de Lula, la salud nunca fue una prioridad", opina el economista en salud Áquiles Mendes de La Universidad de San Pablo. A pesar de que la mortandad infantil haya disminuido y de que cada vez haya menos víctimas de la malaria, aún hay madres que, por la falta de salas de parto, deben dar a luz a sus hijos en el piso de los hospitales . A su vez, pacientes con enfermedades severas deben, en muchas ocasiones, esperar meses para tener cirugías urgentes.
Estándares europeos de medicina solo son accesibles de manera privada si se tiene suficiente dinero. Los brasileños gastan más en la salud privada de lo que el Gobierno invierte en salud pública.
Se vencen los plazos. Las protestas masivas de 2013 llevaron a la presidenta Dilma Rousseff a lanzar a través del Congreso una ley para resolver los vacíos en Educación y Salud. Futuros ingresos provenientes del petroleo serán invertidos en ambos sectores. Sumado a esto, el Gobierno, con miras a mejorar el abastecimiento en la salud, ha traído a más de 14.000 doctores de Cuba, España, Portugal y Argentina.
El domingo (5 de octubre) los brasileños eligen y está por ver si el PT recibirá otra oportunidad. Lo que sí queda claro es que quien salga victorioso de la contienda tendrá un país más próspero del que tuvo Lula en el 2003.