Una de las estrellas del mundo emergente de la última década sufre de manera aguda el fin del ciclo alcista de los precios de las materias primas y agudiza su crisis económica.
Río de Janeiro. La comparación de estas cifras, adelantada por un estudio del Banco Itaú-Unibanco, el mayor de Brasil, y el propio Banco Central do Brasil, con el 11% de retroceso económico sufrido por Argentina durante su histórica crisis iniciada en 1998 y que estalló por los aires en diciembre de 2001, da una idea aproximada de la complejidad político-social del proceso en desarrollo.
El encargado de comunicar el pronóstico del retroceso del 5% por parte del Itaú, fue su presidente, Roberto Setúbal, quien fue enfático al afirmar que consideraba "que la caída de la economía será del 5%, esto es algo muy negativo, nadie quiere ver eso ahora pero a lo largo del año se constatará".
Mientras tanto, más moderado en sus previsiones, el Banco Central do Brasil prevé una retracción del 3,01% para este año tras una declinación del 3,7% en 2015.
En cualquier caso, ambas previsiones muestran una caída de la economía que oscilaría entre el 7% y el 9%, aproximadamente, en un bienio, y que acercaría el retroceso brasileño a cifras más o menos cercanas al de la catástrofe económica y social vivida por su vecino del sur a comienzos de siglo.
En este contexto, no puede llamar la atención la apreciación formulada esta semana por el experto argentino en Mercosur y Brasil, Dante Sica, quien consideró que "Brasil no va a recuperar su nivel de demanda interna en 4 ó 5 años".
Obviamente, el impacto de esta realidad sobre Argentina será muy significativo ya que el 60% de lo que produce el sector automotor (local) lo exporta y, de eso, el 80% tiene como destino a Brasil, agregó Sica.
Por otra parte, la producción industrial de Brasil cayó 8,3% el año pasado, de acuerdo con lo informado esta semana por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), lo que representa la mayor contracción vista desde el crítico año de 2003 cuando el país comenzaba a salir de la aguda crisis regional de la época.
Brasil también está sufriendo las generales de la ley de la crisis en los países emergentes ya que el año pasado y según dijo la directora-gerente del FMI, Christine Lagarde, se registró una salida de capitales de 531.000 millones de dólares de esos mercados, mientras que en sólo en enero de este año los bancos brasileños sufrieron un fuga de depósitos de 41.524 millones de dólares (161.590 millones de reales).
Este es un claro síntoma de la creciente desconfianza de inversores, externos e internos, y de los ahorristas locales en general, sobre la situación de la economía del país y, sobre todo, el temor que empieza a ganar a los mercados respecto de la capacidad del sistema financiero de resistir la recesión creciente.
El hecho de que la tasa de interés establecida por el Banco Central esté en niveles altísimos del 14,25% no implica que los bancos estén ofreciendo a los ahorristas un rendimiento cercano a ese porcentaje, sino apenas un 8,07% anual frente a un tasa de inflación del 12%, sólo cubierta por el interés promedio de los fondos de inversión.
Para finales de este año, la economía de Brasil se habrá reducido en un 8% con respecto al primer trimestre de 2014, el último período de crecimiento registrado en los últimos dos años, según cifras del semanario británico The Economist a comienzos de enero.
Una medición, por cierto, que mostraría que en cualquiera de los supuestos de retroceso para 2016, la economía de Brasil alcanzaría, como mínimo, la caída experimentada por la de Argentina en 1998-2001.
Una de las características de la actual crisis que atraviesa Brasil y que la diferencia de todas las anteriores que atravesó en las últimas cinco décadas, es que se trata no de una recesión nacional y/o regional sino que forma parte de la Gran Recesión que comenzó en Estados Unidos en 2007 y se extendió a escala mundial en 2008.