El último pronóstico del Fondo Monetario Internacional estima el crecimiento del PIB mundial en 3,6% para 2014, una cifra decente, pero aún por debajo del crecimiento potencial de aproximadamente el 4%.
La economía mundial se mantuvo suspendida en 2013 entre los polos de la esperanza y la incertidumbre. Si bien la recuperación ganó impulso, especialmente en algunas economías avanzadas, la economía mundial aún no ha puesto todos sus motores en marcha y es muy probable que continúe así el año próximo.
El último pronóstico del Fondo Monetario Internacional estima el crecimiento del PIB mundial en 3,6% para 2014, una cifra decente, pero aún por debajo del crecimiento potencial de aproximadamente el 4%. En otras palabras, el mundo aún podría generar una cantidad considerablemente mayor de puestos de trabajo sin alimentar presiones inflacionarias.
Esto significa que los miembros del FMI —se trate de economías avanzadas, mercados emergentes o economías en desarrollo— tienen más trabajo que hacer. Una recuperación sólida y duradera que impulse a todos los países y todas las personas requiere que los responsables de las políticas sigan adelante en todos los frentes: el fiscal, el estructural y el financiero. Al mismo tiempo, la comunidad internacional debe revigorizar sus esfuerzos para fortalecer la cooperación entre el G20, el FMI y otros actores. De hecho, sólo con una colaboración tal vez podremos superar el persistente impacto de la crisis global, dijo la titular del FMI.
Ciertamente hemos evitado el peor de los escenarios posibles, dijo, (la Gran Depresión II) durante los últimos cinco años, gracias a los esfuerzos de los responsables de las políticas mundiales, en especial la determinación de los bancos centrales para mantener tasas de interés bajas y apoyar al sistema financiero, junto con estímulos fiscales en algunos países. Pero ha llegado el momento de un esfuerzo aún mayor, que aproveche el margen generado por las políticas monetarias no convencionales para implementar reformas estructurales que puedan poner en movimiento el crecimiento y crear puestos de trabajo.
Lo que ocurre en las economías avanzadas resulta fundamental para las perspectivas mundiales y, a pesar de la mejoría reciente en su desempeño, el riesgo de estancamiento y deflación continúa ocupando un lugar preponderante. Los bancos centrales deben volver a políticas monetarias más convencionales sólo cuando se hayan sentado bases sólidas para un crecimiento robusto.
Estados Unidos ha sido el motor principal de la economía mundial desde hace tiempo y la demanda privada en ese país ha recuperado su vigor. Pero el futuro nos depara desafíos claves. Por ejemplo, es de fundamental importancia para los responsables de las políticas seguir adelante con los recientes acuerdos presupuestarios y poner fin a las discusiones políticas sobre el futuro fiscal del país. Una mayor certidumbre sobre la dirección de las políticas podría llevar nuevamente el crecimiento a un nivel que mejoraría toda la economía mundial.
En Japón, la recuperación se ha visto espoleada por una combinación de políticas monetarias y fiscales agresivas, conocidas como «abenomía». Este es un avance importante. El desafío ahora es consensuar ajustes fiscales de mediano plazo e implementar las reformas estructurales —incluidas la desregulación de los mercados de productos y servicios y las medidas que impulsen la participación de las mujeres en el mercado laboral— necesarias para proporcionar bases firmes al crecimiento y desterrar finalmente el fantasma de la deflación.
Europa también se encuentra en una encrucijada clave. La zona del euro finalmente muestra señales de recuperación, pero el crecimiento es desigual y desequilibrado. Si bien la situación de muchos países es buena, la demanda por lo general continúa débil y el desempleo en la periferia se mantiene en niveles obstinadamente altos, en especial entre los jóvenes.
Un área de incertidumbre en Europa es la salud de sus bancos. Los próximos exámenes de solvencia y revisiones de la calidad de los activos pueden ayudar a recuperar la confianza y promover la integración financiera, pero sólo si se los lleva a cabo adecuadamente. Europa también necesita aumentar la demanda, fortalecer su arquitectura financiera y fiscal e implementar reformas estructurales para garantizar un crecimiento sostenido y la creación de puestos de trabajo.
Durante la última media década los mercados emergentes han estado a la vanguardia de la recuperación económica: junto con los países en desarrollo han sido responsables por tres cuartas partes del crecimiento del PIB mundial. Pero el impulso de estas economías disminuyó en 2013, cuando la incertidumbre sobre los plazos para la normalización de la política monetaria en Estados Unidos coincidió con dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento en ellas.
Si bien los peores temores se han desvanecido, las economías emergentes enfrentan nuevos desafíos de política. Para responder a una demanda menor, los responsables de las políticas deben mostrarse precavidos respecto de los excesos financieros, especialmente en términos de burbujas de activos o aumentos del endeudamiento. También deben centrarse en fortalecer la regulación financiera para gestionar los ciclos del crédito y los flujos de capital con mayor eficacia, y restablecer el margen de maniobra fiscal.
Los países con bajos ingresos también han constituido espacios prometedores para la economía mundial durante los últimos cinco años. Probaron su capacidad de recuperación frente a la crisis y muchos —especialmente en África, donde el producto anual aumentó aproximadamente 5% en 2013— disfrutan un sólido crecimiento. Es momento de aprovechar estos avances, principalmente fortaleciendo la capacidad de estos países para aumentar sus ingresos. Con la demanda de los mercados emergentes en una situación de debilitamiento, los países de bajos ingresos debieran reforzar sus defensas contra una caída importante, incluso mientras continúan centrando sus gastos en programas sociales y proyectos de infraestructura claves.
Los países en transición de Oriente Medio enfrentan desafíos adicionales que asumen la forma de inestabilidad social e incertidumbre política. Estos problemas deben ser abordados sentando las bases para economías dinámicas y transparentes, fomentando el crecimiento inclusivo y garantizando el continuo apoyo de la comunidad internacional.
Si bien los desafíos varían entre países y regiones, muchos problemas comunes deben ser atendidos en los próximos años. Demasiados países enfrentan un legado de alta deuda pública y privada, desequilibrios fiscales y en sus cuentas corrientes, y modelos de crecimiento incapaces de generar suficientes puestos de trabajo. La comunidad internacional también debe completar las reformas regulatorias necesarias para crear un sistema financiero más seguro, que responda mejor a las necesidades de la economía real.
No se trata de desafíos abstractos. Sólo si nos ocupamos de ellos podremos garantizar la prosperidad futura en una época en que miles de millones de personas aspiran a más: encontrar empleo, salir de la pobreza y unirse algún día a la clase media mundial, enfatizó.
En 2014 dijo, debemos dar los pasos que ayudarán a que este sueño se haga realidad. El FMI mantiene su compromiso de trabajo con sus 188 países miembros para definir e implementar las medidas de política que puedan vigorizar los motores del crecimiento y conducir a todos a una renovada prosperidad.