En ocasiones, las áreas prioritarias son evidentes y resulta sencillo anticipar la variable macroeconómica de turno que las autoridades buscarán apuntalar.
Que el déficit fiscal, que la inflación, que la pérdida de competitividad. Sistemáticamente, periodistas y analistas económicos se empeñan en desentrañar cuáles son los énfasis que rigen –y sobre todo, regirán– las decisiones de política económica del gobierno. En ocasiones, las áreas prioritarias son evidentes y resulta sencillo anticipar la variable macroeconómica de turno que las autoridades buscarán apuntalar y en detrimento de cuál se dará ese empuje.Sin embargo, en la actual coyuntura, resulta difícil elegir una variable. El discurso de las autoridades no deja ninguna por fuera. Entre promesas, compromisos y metas, la administración de Tabaré Vázquez ha cubierto todo el espectro: una inflación dentro del rango meta en el corto plazo, una depreciación de la moneda que permita alinear el tipo de cambio con el de los principales socios comerciales y un Presupuesto “cauto” que reduzca la brecha fiscal.
En el fondo, ninguna de esas variables se encuentra en una situación crítica y acuciante, pero tampoco ninguna está en una situación de absoluto confort.Alza de precios
La inflación, de 7,55% en los 12 meses a marzo, ya acumula cuatro años y tres meses por encima del rango meta –de entre 3% y 7% anual–. Eso no quiere decir que la inflación se encuentre en niveles críticos. Según un reciente informe del instituto Cinve, “un nivel de inflación por debajo del 8% puede calificarse como ‘bueno’, sobre todo si tenemos en cuenta el pasado reciente del país en materia inflacionaria”. Pero en el mismo informe los técnicos hablan de una situación “circunstancial” y esperan que “en los próximos meses la inflación retome una senda alcista, asentándose en niveles holgadamente por encima de 8%”.
Sobre los precios, el gobierno redobló la apuesta de la meta de inflación desde antes de haber asumido. En la campaña electoral, el Frente Amplio se comprometió a llevar el ritmo de aumento de los precios al consumo a 5% –el centro del rango objetivo– en el futuro próximo.En la noche de su asunción, el presidente Tabaré Vázquez se comprometió a tomar “las medidas pertinentes para llevar la inflación en un rango meta entre un 3% y un 7% y ubicándose en el eje del mismo en un plazo aproximado de 18 meses”.
Para ello, el ministro de Economía, Danilo Astori, ha señalado en varias oportunidades que la clave será mantener una política monetaria contractiva. Según consigna el diario El País, en Fray Bentos señaló la semana pasada que “tiene que haber coherencia entre los recursos presupuestales y el manejo de la política monetaria y la de ingresos”. Aun así, el discurso oficial no goza de la confianza de los analistas privados. Pese al énfasis en las declaraciones y los compromisos asumidos, las expectativas de la mediana de analistas encuestados por el Banco Central (BCU) es que se mantenga por sobre esa meta al menos en los próximos 24 meses.Competitividad
Una de las variables con las que choca el combate inflacionario es la competitividad en precios.
Algunas de las principales medidas que podrían tomar las autoridades para combatir la inflación traen aparejada una baja del tipo de cambio, lo que encarece la producción uruguaya respecto al resto del mundo.Un ejemplo al respecto fue el efecto que provocó la medida anunciada por el BCU el 23 de abril de eliminar los controles de capitales sobre los títulos de regulación monetaria emitidos en moneda local. La supresión del encaje de 30% sobre las colocaciones de extranjeros en letras del BCU tenía por objetivo ponerle un freno al acelerado ritmo de apreciación del dólar en la plaza local.
Desde mediados de marzo y hasta el día previo al anuncio de la medida, el dólar había subido 5,8%, cuando en los principales destinos relevantes de la producción local el dólar moderó su ritmo de aumento o incluso retrocedió en su cotización. De ese modo, el Índice del Peso Uruguayo de El Observador (IPU-EO), que mide la evolución de la moneda local respecto a una canasta de divisas relevantes para el país, cayó 7,3% en ese período, a su menor nivel desde mayo del año pasado.Ese comportamiento del billete verde iba en línea con el discurso oficial, que se resume en uno de los pasajes del comunicado divulgado por el Comité de Coordinación Macroeconómica –que reúne al Ministerio de Economía con el BCU–, el 8 de abril.
“Se espera que en los próximos meses continúe la depreciación del peso uruguayo evitando desalineamientos cambiarios que podrían afectar la evolución del nivel de actividad y el empleo”, señaló el documento.Sin embargo, 15 días después la resolución de quitar los encajes deprimió la cotización del dólar.
Cuatro jornadas después del anuncio, el billete verde había retrocedido lo mismo que subió en 20 días.Si bien parece contradictorio, las declaraciones y la medida cobran sentido si se analiza en conjunto la evolución de la inflación y la competitividad. Mientras que las menores presiones domésticas sobre el nivel de precios lo permitieron, el gobierno alentó al sector privado a comprar dólares y recuperar parcialmente la competitividad deteriorada. Había margen para un encarecimiento de los bienes y servicios importados sin que eso peligrara una inflación en el corto plazo muy por encima de 8%. Sin embargo, cuando el dólar llegó a un nivel que tensaba demasiado esa variable y alimentaba las expectativas de los agentes económicos, las autoridades pusieron una cota al aumento del tipo de cambio.Si bien el gobierno no maneja objetivos explícitos sobre la cotización de la moneda, en los últimos años le ha hecho un seguimiento muy de cerca.
En momentos en los cuales el dólar amenazó a otra variable, ya sea por subir o por bajar demasiado, siempre hubo una acción concreta del gobierno, ya sea a través de medidas, anuncios o insinuaciones al mercado.Déficit fiscal
El desequilibrio de las cuentas públicas es otra variable que entra en juego en el difícil equilibrio en las prioridades macroeconómicas que buscan las autoridades. El margen fiscal que existe en la actualidad es nulo.
El propio Astori ha reconocido la necesidad de reducir el déficit fiscal, que actualmente se ubica en 3,4% del PIB, muy por encima del promedio de 1,3% de los últimos 10 años.La negociación de la Ley de Presupuesto será la instancia clave para determinar la evolución del desequilibrio en las cuentas públicas. Si bien los discursos de Vázquez y Astori al respecto están cargados de mensajes de “moderación”, “prudencia” y “cautela”, las promesas electorales del Frente Amplio son una mochila pesada en términos de gasto público.
La apuesta del gobierno por mantener a raya el déficit, la inflación y la competitividad, sin tolerar desviaciones críticos, pero sin dejar márgenes en ninguna, es ambiciosa. Más aun en un contexto en el cual la desaceleración económica aumenta el costo de los errores de coordinación en política y exacerba su impacto sobre la economía real.