Con los últimos movimientos de China para restaurar la confianza perdida, el país puede estar cerca de ¿agotar su munición?
Universia Knowledge Wharton. La preocupación por la desaceleración de la economía china, que hizo caer en picado a los mercados bursátiles globales y de commodities de forma reciente, aumenta aún más por la opacidad y las señales contradictorias emitidas por los líderes políticos del país y por su banco central. Aunque los mercados hayan experimentado una relativa recuperación durante los días siguientes y el pánico haya disminuido, los obstáculos a que se enfrenta China persisten además de las implicaciones para la economía global. Esas dificultades han ensombrecido las perspectivas generalizadas de un aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal en septiembre.
China respondió de forma rápida al derrumbamiento del mercado bursátil del día 24 de agosto, apodado “lunes negro”. Las tasas de interés se redujeron en 25 puntos básicos hasta un 4,6%; las exigencias de reservas de los bancos se recortaron en 50%, pasando a 18%, una decisión que debería aumentar la liquidez en 650.000 millones de yuans, o cerca de US$101.000 millones. Estos cambios fueron seguidos de los intentos, hace dos semanas, del Banco Popular de China (PBOC), el banco central chino, de dejar que las fuerzas del mercado tuvieran un papel más significativo en la fijación del valor del yuan, que tuvo como resultado una devaluación sorprendente de cerca de 2%, lo que impulsaría las exportaciones chinas.
Para gestionar el valor del yuan, China puede recurrir a sus reservas en divisas extranjeras, las mayores del mundo: US$ 3,65 billones en julio de 2015 según datos del Gobierno chino. Pero Peter Conti-Brown, profesor de Estudios Jurídicos y de Ética en los negocios de Wharton, se pregunta cuánto de esas reservas podría usar China y cuánto tiempo duraría esa situación. “Antes de utilizar estos recursos, habrá mucho pánico” respecto a la capacidad de China de mantener el valor del yuan, dijo Conti-Brown.
Pero lo que más preocupa es saber si China será capaz de mantener una tasa de crecimiento del 7% al 7,25%, es decir, el “nuevo normal”, después de años de crecimiento en torno a los dos dígitos, dijo Jacques deLisle, profesor de Derecho y de Ciencias políticas de la Universidad de Pensilvania y director del Centro de Estudios del Este Asiático de la misma universidad [Center for East Asian Studies]. Con los últimos movimientos de China para restaurar la confianza perdida, el país puede estar cerca de agotar su munición, observó deLisle. “Se tratan de herramientas clásicas de estímulo”, dijo él. “El problema es que los chinos han usado demasiado su caja de herramientas”.
Conti-Brown y deLisle comentaron las decisiones tomadas por China en la última crisis durante el programa de Knowledge@Wharton en Wharton Business Radio, canal 111 de SiriusXM.
“China ya ha bajado las tasas de interés, ha permitido que los fondos de pensiones invirtieran en acciones y ha pedido a las agencias estatales que compren acciones”, añadió Mauro Guillen, profesor de Gestión internacional de Wharton y director del Instituto Lauder. “Todo esto no son más que parches, está claro. China tiene que hacer reformas para ser más transparente”.
Mientras, una economía frágil podrá dejar al descubierto otras dificultades del país, observa Marshall Meyer, profesor emérito de Gestión de Wharton y estudioso veterano de China. “El gran desconocido es el grado de endeudamiento de las empresas chinas, sobre todo de las Suenes (estatales), y de los gobiernos locales. El escenario puede ser negro”, dijo. Además de eso, “los bancos están siendo severamente castigados”. Los inversores continúan preocupados por la capacidad del Gobierno chino de controlar esa caída vendiendo acciones. Shanghai Composite Index cayó cerca de 27% en ocho sesiones consecutivas, pasando de 3.993 puntos, el 17 de agosto, a 2.927, el 26 de agosto. Las caídas recientes sacan a relucir también una cuestión fundamental sobre “las valorizaciones, es decir, si son correctas”, dijo deLisle. “Lo que hay detrás de eso es la preocupación real por el crecimiento de China, si se ha desacelerado de forma permanente y si esa desaceleración fue peor de lo que las personas esperaban”. Otra duda es la capacidad del Gobierno chino de controlar y contener esas caídas. “Un estado antes bastante capaz y decidido parece, de pronto, desorientado, sin saber muy bien qué política adoptar en respuesta a la situación, mandando señales confusas”, observó deLisle. “Eso mina la confianza”.
Conti-Brown apuntó otras dificultades que enfrenta el Gobierno chino para gestionar la caída. “El proceso de planificación de la política económica en el estado chino es tan inescrutable, tan difícil de determinar, y resulta hasta muy difícil conseguir datos precisos por lo que no podemos decir si el modelo del Banco Popular de China tiene por base el modelo de banco central tradicional o si su objetivo es agradar al Partido Comunista”, dijo. “Eso es lo que hace tan atractivo y tan irritante estudiar el funcionamiento del banco central en China”.
La crisis lanzó dudas sobre el modelo de crecimiento de China, observa Conti-Brown. “En las últimas décadas, China repuntó como alternativa a las democracias capitalistas de Occidente y al Estado totalmente centralizado”, dijo. “El entusiasmo por el crecimiento robusto de China llevó a la idea de que ese Estado puede con todo, incluso gestionar de forma casi independiente una moneda estimulando al mismo tiempo el crecimiento a tasas extraordinarias. Las ventas que observamos, y las caídas, así como las respuestas dadas por el Banco Popular de China, dejan algunas dudas sobre esa “Tercera Vía”, es decir, si sería posible”. Conti-Brown añadió que 7% de crecimiento del PIB previsto para China después de los ajustes a la baja aún es un porcentaje “bastante significativo” y “apunta a lo que esperamos del Partido Comunista y de China”.
Guillén dijo que la principal dificultad de China es que la tasa de crecimiento del PIB del 7% “no es suficiente para calmar al público y para continuar sacando a las personas de la pobreza”. Sin lugar a dudas, es “muy difícil” sostener una tasa de crecimiento del 10% o un 12% por mucho tiempo, explicó. “Por lo tanto, China tiene que reformar su economía y cambiar el sistema: de exportaciones a consumo interno”.
Principales preocupaciones y soluciones. Según deLisle, la respuesta de China a la inflación es otro desafío que el país enfrenta. “La inflación antes del régimen actual era terrible y los chinos dieron una respuesta liviana a los picos de inflación en los años siguientes desde entonces”, dijo. Otra preocupación tiene que ver con la sobreexposición de los bancos locales a los préstamos de amortización dudosa. DeLisle dijo que no todos los préstamos realizados por los bancos chinos tienen como base un buen historial de crédito, y que es común que las empresas estatales tengan preferencia. En ese escenario, la reducción de las exigencias de reservas de los bancos podría generar problemas si algunos de esos préstamos entran en la lista de las amortizaciones dudosas, advirtió.
Conti-Brown observó que Zhou Xiaochuan, presidente del Banco Popular de China, lideró la recapitalización del banco hace cerca de doce años. Él también es conocido por la dureza que dispensa a los préstamos de amortización dudosa y por sus creencias en los mecanismos de mercado. “Respecto a su biografía, el banco central chino mantiene los ojos bien abiertos”, dijo Conti-Brown. “Los chinos saben exactamente qué riesgos corren con el fracaso de sus bancos y con la ruina del sistema bancario”. En ese contexto, el banco central debe estar corriendo un riesgo calculado, recurriendo a herramientas como la reducción de las exigencias de reservas, añadió.
Meyer sugiere un programa de cinco puntos para las reformas, de manera que China vuelva a sus cauces y recupere la confianza de los mercados. En primer lugar, él aconseja a los chinos que creen un “Gobierno de unidad”, o una coalición entre los diferentes intereses políticos. “La facción de Jiang Zemin ya no deberían ser objeto de ataques”, dijo. Meyer se refería a los intentos del actual Gobierno de minar la influencia del expresidente Jiang Zemin.
“En segundo lugar, es preciso interrumpir la campaña anticorrupción”, dijo Meyer. “Ha paralizado al Gobierno en todos los niveles, y él necesita actuar ahora”. En tercer lugar, Meyer dice que es preciso poner en práctica políticas y estrategias de largo plazo para China en áreas como la salud pública (contaminación, calidad de los alimentos y del agua), la atención sanitaria, la seguridad social, la reforma educativa y del hukou (permiso para vivienda).
Meyer dijo que es necesaria una “reforma seria de la tierra” que incluiría la propiedad privada y también impuestos sobre la propiedad para aumentar los ingresos y detener la escalada de la especulación. Por último, él sugiere que China adopte un programa de independencia energético. “Esto está relacionado con la reforma de la tierra y con la reforma del mercado de capitales, ambos necesarios para la creación de una clase de emprendedores que hagan en China lo que se hizo en EE.UU.”, dijo. Él reconoce que el petróleo de esquisto chino es menos adecuado para la fracturación hidráulica que el americano, pero citó otros obstáculos, como la disponibilidad de capital para los emprendedores y derechos minerales.
Reservas extranjeras. Al mismo tiempo, en la medida en que China busca controlar los daños por medio de sus reservas en divisas extranjeras, son muchos los desafíos. Meyer dijo que las reservas “ya están cayendo debido a inversiones externas y a la fuga de capitales”. Él describió esa disminución como significativa y llamó la atención sobre la necesidad de evitar esa fuga acelerada de capitales.
Meyer también destacó lo que considera “un problema peor, aunque más sutil”. El PBOC, que guarda las reservas chinas en dólares, acumula las divisas extranjeras en los bancos comerciales intercambiándolas por las llamadas letras de esterilización, que son de largo plazo, letras de intereses reducidos denominadas en dólares americanos. “Si el PBOC comienza a gastar esos dólares, no podrá cubrir las letras de esterilización y el aumento de su pasivo con el dólar frente al renminbi”, dijo. “No estoy seguro de las consecuencias, pero dudo de que sean buenas. Si el PBOC vende muchas letras del Tesoro americano, las tasas de interés de EE.UU. subirán, no importa lo que haga la Fed”. Guillén observó que China ya usó cerca de US$ 200.000 millones para defender su moneda, añadiendo que con ese tipo de actitud el renminbi “no debería caer de forma acentuada”.
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Mientras, la devaluación del yuan podrá afectar a las empresas chinas con deuda denominada en dólares, dijo deLisle. Los exportadores chinos que montan sus productos usando bienes importados también se verán perjudicados, añadió. DeLisle dijo que tales medidas de impulso a las exportaciones no garantizan una solución sostenible de estímulo al crecimiento. “No se puede ser la mayor economía del mundo y al mismo tiempo crecer rápidamente con exportaciones”.
¿Herramientas mal dirigidas? Tanto deLisle como Conti-Brown se mostraron preocupados por la flexibilización de las exigencias de reservas de los bancos para estimular la liquidez y el crecimiento. Conti-Brown dijo que las políticas monetarias de los bancos centrales tienden a priorizar la gestión de las tasas de interés, en lugar de cambiar las exigencias de reservas. “Reducir las exigencias de reservas de los bancos introduce una inestabilidad financiera drástica”, dijo. Conti-Brown cuestionó también la justificación para China de usar “herramientas amplias y fuertes” como los recortes de las tasas de interés, flexibilización de las exigencias de reservas y devaluación, todo al mismo tiempo, para impulsar el crecimiento. “La respuesta tradicional consiste en soportar la situación, bajar las tasas de interés hasta que las cosas se estabilicen”.
DeLisle añadió que China parece estar usando “todas las herramientas de gestión al mismo tiempo […] sin tener una prioridad obvia”. Él comparó las actitudes tomadas con el acto de “ora pisar el acelerador, ora el freno”, lo que, según él, tiene como resultado la ambivalencia. DeLisle llamó la atención sobre las actitudes del PBOC hace dos semanas, cuando dejó que las fuerzas del mercado determinaran el valor del renminbi interfiriendo sólo cuando la duración de la caída se hacía indeseable. Él señaló también actitudes contradictorias semejantes durante los meses anteriores cuando los mercados chinos cayeron. Comparó incluso el gráfico del índice de Shanghai al de “un criminal que es interrogado por medio del polígrafo, había picos todo el tiempo”.
Circulan varias teorías sobre el raciocinio detrás de las medidas tomadas por China, dijo deLisle. Una de ellas dice que los especialistas saben que la economía “tiene otros problemas diversos que desconocemos […] y por eso es por lo que vemos tantas respuestas desesperadas y dispersas”. La segunda teoría dice que las autoridades chinas “tal vez sean demasiado volubles. Tal vez aún no se hayan acostumbrado a la idea de que la economía esté pasando por una época accidentada”. Una tercera explicación dice que las autoridades chinas “tienen la manía de controlar todo y, por temperamento, aún no están listas a recurrir a eso”, dijo.
Para confundir todo eso tenemos la opacidad en torno a esas acciones. Aunque el Partido Comunista chino se haya comprometido, hace dos años, a migrar a un sistema de mayor consumo doméstico y hacer de ello la palanca principal del crecimiento económico, sus acciones recientes “ponen en duda parte de ese compromiso”, dijo deLisle. Él dijo que muchos especialistas en China no previeron que Xi Jinping pudiera ser tan fuerte como ha demostrado. “Buena parte del poder de decisión ha sido arrebatado de las manos de la burocracia y de los especialistas y transferido a esos pequeños grupos que son mucho más opacos y potencialmente más políticos”.
Toda esa incertidumbre sobre el crecimiento chino llevó a muchos especialistas, inclusive el ex-secretario del Tesoro, Lawrence Summers, a alertar a la Reserva Federal para que no suba las tasas de interés en su próxima reunión, en septiembre. La elevación de las tasas sería un “error serio”, escribió Summers en un artículo reciente en el Financial Times. “Ya que no hay amenaza de inflación, subir las tasas no es algo bueno ahora para la economía mundial, especialmente para los mercados emergentes”, dijo Guillén. “Lo que sucede es que la tarea de la Fed es velar por las circunstancias de EE.UU., y no del mundo”. Meyer añadió que él se sentiría preocupado por otra “burbuja de activos alimentada por los intereses nulos”. Pero, en su opinión, “no parece el momento adecuado de limitar la economía”.