El gobierno de la isla ha dado 171.000 licencias de trabajo para 178 oficios, con la finalidad de que los ciudadanos combatan la pobreza. Sin embargo, surgen dudas sobre su efectividad.
Sentado en una silla de mármol del paseo José Martí, en la avenida El Prado, don Juan toma una piedra y con certeros golpes aplasta botellas de lata. Una tras otra las comprime hasta llenar un saco.
Vende los envases estrujados a 8 pesos cubanos por kilo, poco menos de 50 centavos de dólar (unos 9 lempiras).
Pero recolectar esos desechos debe pagar mensualmente unos 100 pesos, US$5, al gobierno para mantener vigente su licencia de trabajador por cuenta propia concedida por el Estado.
"Algo es algo, con este trabajo me consigo mi dinero para comer", dice don Juan, sin interrumpir los azotes que da a las latas.
Como don Juan, unas 171.000 personas han recibido licencias para trabajar de forma privada desde octubre del año pasado hasta marzo de este año.
Esta medida es para compensar el masivo plan de despidos que el gobierno ejecuta para cesantear a 500.000 burócratas a mediano plazo.
En total, son 320.000 cubanos los que desarrollan actividades económicas por su cuenta, pues ante de que se ampliara esa condición ya lo hacían otros 157.000, según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Son 178 oficios los que se han permitido a los cubanos como parte de la relativa apertura económica aprobada por el presidente cubano Raúl Castro.
Ventas de discos compactos, libros, de alimentos en cafeterías o "paladares", bocadillos y permisos como gestores de viajes o guías turísticos son, entre otros, algunas de las actividades que antes eran prohibidas o permitidas con mayores restricciones.
Pero esta estrategia no solo es para darles oportunidades de ingresos a los que han sido despedidos, si no que también para que el ciudadano tenga más opciones de adquirir comida en vista de que la libreta de alimentos subsidiados cada vez tiene menos productos que ofertar.
Desilusión. Las licencias de trabajo están lejos de ser la panacea para resolver problemas vitales de los cubanos como el acceso a alimentos debido, entre algunas razones, por las elevadas cuotas que tiene que cancelar para mantener vigentes la mayoría de esos permisos.
"Yo pago US$250 al mes para pagar mi licencia y otra cantidad casi la misma por un seguro en caso de accidentes", dice Roberto, un conductor de bicitaxi que cobra el equivalente a US$10 por hora de servicio.
"En las temporadas altas nos va mejor, pero cuando la cosa está baja tenemos que esforzarnos mas", dice este capitalino de estatura mediano, contextura delgada y padre de dos hijos a quienes "como sea tengo que llevarles de comer".
En el caso de los "paladares" o restaurantes donde se ofrece comida típica cubana, los propietarios pagan unos US$450 mensuales, sin importar el nivel de ingresos que se genere en estos establecimientos donde el menú es casi siempre camarones en salsa, langosta a la plancha y el infaltable congrí, lo que en Honduras se conoce como el casamiento o arroz con frijoles.
Es común ver también ventas de golosinas en las ventanas de las casas.
Se calcula que el 20% de las licencias se han otorgado para la apertura de estos establecimientos culinarios. El 32% del total de licencias para negocios se han expedido en La Habana, según cifras oficiales.
Otros pequeños negocios privados son los hospedajes, cuyos costos rondan entre US$30 y US$40 por habitación, dependiendo de la temporada turística.
Por cada pieza disponible, el gobierno cobra 300 dólares, esté o no ocupada, así que hay que buscar constantemente turistas, expresa José, quien acondicionó su casa para construir tres cuartos de alquiler.
Estos hospedajes funcionan en casas y han venido operando desde hace varios años, pero con la apertura económica se han flexibilizado los requisitos para conceder las licencias respectivas.
Quienes operan al margen de la ley se exponen a perder sus casas y ser enviados a refugios donde viven los menos afortunados, según la severa legislación cubana.
Turismo, dinero y droga. Los gestores de viajes reciben pagos directos de los turistas o una comisión de parte de los "paladares" en caso de que lleven clientes.
Pero hay que hacer más para lograr los ingresos que le permitan a él, su esposa y sus dos hijos "comer todos los días", confiesa Daniel, uno de miles de gestores turísticos que pululan por La Habana.
"Y si algún turista me pide que le consiga prostitutas se las consigo y si quiere droga también, pero eso sí, yo no me meto a eso ( droga), solo les digo dónde hay", asegura.
El gobierno cubano le seguirá apostando a esta iniciativa económica, pero a medida que se conocen sus resultados busca otras opciones para enfrentar la agobiante economía del país.