Los nuevos primeros ministros de Túnez y Marruecos, ambos de partidos islamistas, minimizaron la preocupación de Occidente por la llegada del Islam político al norte de Africa.
Davos. Los líderes de la Primavera Arabe buscaron asegurar a la elite mundial en Davos que el ascenso del Islam político no es una amenaza para la democracia y pidieron ayuda para crear empleo y satisfacer las ansias de sus pueblos de tener una vida mejor.
Políticos, activistas y empresarios de los países que derrocaron a sus dictadores y celebraron elecciones libres en los últimos 12 meses fueron invitados preciados en el Foro Económico Mundial, donde reclamaron paciencia, comprensión e inversiones.
Los nuevos primeros ministros de Túnez y Marruecos, ambos de partidos islamistas, minimizaron la preocupación de Occidente por la llegada del Islam político al norte de Africa e intentaron despejar la noción de que la promesa de las protestas del año pasado se desvaneció.
"No creo que los nuevos regímenes deban ser llamados regímenes políticos islamistas. Debemos tener cuidado con la terminología (...) Por primera vez en el mundo árabe, tenemos elecciones libres y honestas que condujeron a regímenes democráticos", dijo el primer ministro tunecino, Hammadi Jebali, a un panel en Davos.
Hace doce meses, los sorprendidos delegados de Davos veían en vivo las imágenes de las manifestaciones populares en la plaza Tahrir de El Cairo, en un terremoto político que pocos habían anticipado.
Funcionarios árabes y activistas de la sociedad civil instaron a los ejecutivos y analistas occidentales a no demonizar los movimientos islámicos, que pasaron de la cárcel al Parlamento y los pasillos del poder en un año de impactantes transformaciones.
"Quisiera preguntarles a los empresarios en la sala. ¿Han sufrido por la victoria de los islamistas? Ustedes apoyaron las dictaduras en el pasado", dijo el primer ministro marroquí, Abdelilah Benkirane.
"Hoy nosotros podemos garantizar sus intereses más que ellos", agregó.
Hace un año esta semana comenzaban las protestas en Egipto, el país más poblado del mundo árabe, que culminaron con la caída de Hosni Mubarak, quien actualmente enfrenta un juicio.
Desde el inicio de las revueltas en Túnez en diciembre del 2010, el veterano presidente de ese país fue derrocado, el líder libio Muammar Gaddafi fue derribado y asesinado y el presidente sirio, Bashar al-Assad, no ha podido detener un levantamiento a pesar de una sangrienta represión.
Otro mandatario derrocado, el yemení Ali Abdullah Saleh, se fue esta semana a Omán, posiblemente una parada intermedia hasta llegar a Estados Unidos, donde vivirá su exilio.
Preocupación en Occidente. Para algunos analistas occidentales, los resultados han cobrado un matiz preocupante debido al aumento del apoyo a los Hermanos Musulmanes y el ascenso de salafistas más radicales, que defienden una visión más fundamentalista del Islam.
Pero desde el punto de vista de muchos árabes, el éxito de grupos basados en la religión no es sorprendente, y la idea de que el Islam y la democracia no son compatibles es insultante.
Moez Masoud, experto islámico y predicador en el Instituto Al-Tareeq Al-Sah de Egipto, dijo que los sondeos de opinión muestran que los votantes eligieron a grupos islámicos en ese país principalmente porque eran los más organizados y efectivos.
"No se trataba de bikinis sí o bikinis no, o de implementar o no la ley sharia. Lo importante fue el trabajo, el dinero y la seguridad, y la gente quiso a los grupos mejor organizados", explicó.
"Primero, hay que dejar al mundo árabe tranquilo por un tiempo (...) Dejar de intentar imponer el secularismo desde afuera", aconsejó a una audiencia occidental.
El consejo fue repetido por muchos otros en las salas de conferencia y las conversaciones de pasillo.
"Aunque no nos guste lo que defienden los islamistas, es una realidad", indicó Shadi Hamid, del Centro Doha del Instituto Brookings, con sede en Washington. El Gobierno de Barack Obama "debe encontrar la forma de vivir con el Islam político. Esa debe ser la prioridad en este momento", aseveró.