En Argentina, muchos dudan que las medidas tomadas por el Gobierno logren estabilizar a la moneda local y frenar la inflación. Pero expertos consultados por DW desestiman que la actual crisis se asemeje a la de 2001.
La reciente apreciación del dólar debido al aumento de las tasas en Estados Unidos causa estragos en Argentina. El pasado 3 de mayo saltaron las alarmas cuando la moneda local se devaluó en un 8,62% y el dólar terminó cotizándose en 23,30 pesos, muy por encima del tipo de cambio vigente la semana anterior (20,80 pesos). Sólo la venta masiva de dólares por parte del Banco Central de la República Argentina (BCRA), tres subidas de los tipos de interés –del 27,25 al 40%–, y un ajuste del gasto público con miras a reducir el déficit fiscal que el Ejecutivo de Mauricio Macri se había fijado como objetivo –del 3,2 al 2,7% del Producto Interno Bruto– consiguieron estabilizar los precios antes del cierre del mercado el pasado 4 de mayo de 2018.
A primera hora de este lunes (7.5.2018), el peso argentino conservaba el valor alcanzado tres días antes: 22,20 pesos para la venta y 22,40 para la compra. No obstante, los habitantes de la nación sudamericana están preocupados. Según una encuesta de la consultora Management & Fit (M&F), publicada por el diario Clarín este 7 de mayo, el índice de optimismo económico cayó 1,4 puntos a 33,6% y el de optimismo político bajó 1,7 puntos a 36,4%. Muchos argentinos dudan de que las medidas tomadas por el Gabinete del presidente Macri logren estabilizar al peso, disminuir la volatilidad cambiaria y poner coto a sus consecuencias, padecidas por todos los sectores de la sociedad, desde los empresarios hasta el ciudadano de a pie.
“Los precios están por las nubes”, comentaba una administradora porteña en entrevista con la agencia de noticias EFE, acotando que “no se sabe qué puede llegar a pasar”. Otro argentino consultado por EFE, un trabajador agroindustrial, decía que las actuales desventuras del peso le recordaban lo ocurrido durante el Gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989): “Se dispararon el dólar y la inflación, y al final tuvo que renunciar para dejarle el sillón a Carlos Saúl Menem (1989-1999)”. Los más inquietos traen a la memoria la crisis financiera de 2001 y el infausto “corralito”, una medida que restringía el acceso de los ahorristas a su dinero. Sin embargo, expertos de la Universidad Libre de Berlín desestiman que haya motivos para que cunda el pánico.
Contextos diferentes. “Es comprensible que esta situación ofusque a quienes no poseen cuentas bancarias en dólares y a los empresarios que viven de la importación, pero no estamos ante una coyuntura como la histórica ‘crisis de la convertibilidad’ que estalló hacia 2001”, asegura el economista Alejandro Márquez Velázquez. “El contexto es muy diferente. Argentina sigue teniendo compromisos por honrar, pero no creo que caiga en impago como lo hizo durante la década pasada. Argentina no es un caso perdido, como lo era cuando el Fondo Monetario Internacional decidió suspender sus negociaciones con Buenos Aires. Es exagerado comparar a la Argentina de hoy con la de 2001”, sostiene su colega Barbara Fritz, profesora de Economía de la Universidad Libre de Berlín.
“Sí, el peso es una moneda inestable, su cotización en el mercado fluctúa marcadamente, pero eso no es nuevo. Las finanzas argentinas son muy vulnerables a factores externos”, agrega Fritz, atribuyendo esa fragilidad al creciente endeudamiento del Estado y a sus déficits en materia fiscal, de inversiones y de balanza comercial. “El tráfico de capital internacional hacia Argentina no es muy grande; todavía no se registran masivas inversiones extranjeras en ese país”, explica la catedrática de Berlín. Para Márquez Velázquez, lo que acontece en Argentina no es una sorpresa; él cita a economistas según los cuales Macri incurrió en el “clásico error latinoamericano” de pretender controlar la inflación exclusivamente a través de medidas cambiarias.
“La política económica de Macri es criticada, no tanto por haber implementado la unificación cambiaria –que buscaba resolver los problemas causados por el Ejecutivo anterior con sus tipos de cambio paralelos–, sino por no haber ajustado otra variable importante: el aumento de los salarios. Para impedir que la inflación subiera, era necesario evitar que el incremento de los sueldos superara el crecimiento de los niveles de productividad del trabajo. En Argentina los salarios siguieron inflándose al ritmo impuesto por los Gobiernos kirchneristas. Dejar que ese estado de cosas continuara puede haber elevado los niveles de aceptación de Macri; pero, ahora, él se ve obligado a hacer correcciones abruptas e impopulares”, opina Márquez Velázquez.
“Dolencia infantil”. Otros especialistas perciben las turbulencias en Argentina como una secuela natural del “gran retorno” del dólar al mercado de divisas. La moneda estadounidense vuelve a ser la preferida de los inversionistas tras un año particularmente gris. Se dice que 2017 fue el más calamitoso para el dólar desde el inicio de la guerra de Irak, en 2003. ¿Puede la devaluación del peso argentino ser seguido por la depreciación de las monedas de otras economías emergentes, como Brasil, Chile, Colombia, México y Perú? “Está comprobado empíricamente que la fluctuación de los intereses en Estados Unidos y del valor del dólar frente a otras monedas fuertes ejerce una enorme influencia sobre las economías emergentes”, observa Barbara Fritz.
Márquez Velázquez coincide con la docente, añadiendo, eso sí, que los países latinoamericanos más robustos económicamente han adquirido capacidad para soportar los choques externos. “En Argentina se teme que la situación actual derive en una crisis bancaria debido al desfase entre la tenencia de deuda en dólares y la posesión de activos financieros en pesos. Pero, al contrario de Argentina, varios de sus vecinos han regulado sus finanzas para evitar ese tipo de divergencias. La legislación argentina es menos estricta porque su sistema ya está dolarizado; de ahí que ésta tenga algunos focos de riesgo”, cuenta el economista de Berlín. Por otro lado, apunta, el trance que atraviesa Argentina ya lo pasaron otros Estados de la región hace lustros.
“El último cambio de paradigma macroeconómico argentino es reciente. Otras economías –Brasil, Colombia, México y Perú, por ejemplo– aplicaron políticas monetarias como las metas de inflación y el tipo de cambio flexible en los años noventa y principios de este siglo. Esas políticas suelen venir acompañadas de problemas durante los primeros años de su aplicación. Lo que estamos viendo en Argentina puede ser una ‘dolencia infantil’, propia de reformas aún muy jóvenes”, esgrime Márquez Velázquez.