Los vaivenes de la Bolsa de San Pablo se han convertido, desde las vísperas electorales en el mes de septiembre, en un termómetro del clima político y económico que se vive en Brasil, en particular después del ajustado triunfo de Dilma Rousseff en segunda vuelta el pasado 26 de octubre.
El jueves pasado, las acciones rebotaron y cerraron con un alza del 1% debido al fuerte rumores de que el ex presidente del Banco Central durante el gobierno de Luiz Inacio "Lula" da Silva y ex titular mundial del Bank Boston, Henrique Meirelles, podría hacerse cargo del ministerio de Hacienda.
Si bien la candidatura de Meirelles para suceder a Guido Mantega en ese cargo parece estar afirmándose, tampoco se descarta que el reemplazante pueda ser el ex secretario ejecutivo de Hacienda, Nelson Barbosa.
La posibilidad de que Meirelles regrese al gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), que gobierna en alianza con el PMDB, subyuga a los mercados que ven en el ex banquero una garantía de que el gobierno de Rousseff adopte una política de ajuste y ortodoxia económica.
Durante la campaña electoral, el nombre de Meirelles apareció una y otra vez, pero el más sonado fue el de otro ex presidente del Banco Central, Arminio Fraga, quien fue largamente mencionado como el nuevo ministro de Hacienda en el caso de un triunfo del opositor Aecio Neves.
En cualquier caso, algunos de los postulados de Neves han ganado terreno en las primeras dos semanas después de la reelección de Rousseff, al menos por lo que puede verse en las medidas adoptadas por Mantega y avaladas plenamente por la presidenta.
De manera contradictoria con lo declamado durante la contienda con Neves, Rousseff decidió aumentar la tasa de interés de referencia del Banco Central (tasa Selic) hasta 11,25%, la más elevada de los últimos tres años durante los cuales el gobierno optó por incrementar el crédito y los subsidios públicos.
Otra decisión que choca con la tendencia anterior del gobierno que, desde 2009, busca estimular la economía para evitar una recaída en la crisis, ha sido la suba de los precios del gasoil en un 5% y el de la nafta en un 3% por parte de la petrolera estatal Petrobras.
En cualquier caso, esta desviación de la política anterior apenas da satisfacción a las exigencias de los mercados que piden un levantamiento completo de los controles de los precios de los combustibles, algo que, de momento, el Gobierno no parece conceder.
Por otra parte, el propio Mantega ha sugerido claramente en los últimos días que el Gobierno se dirige hacia una política de reducción de los subsidios que el Estado concede al Banco Nacional de Desarrollo (BNDES).
Si esto se concretara, algo que dista mucho de convertirse en realidad, el BNDES perdería relieve y también golpearía duramente al sector industrial que tiene una gran dependencia de los créditos del banco, en particular los sectores de las Pymes.
Sin esperar a la constitución formal de su nuevo gobierno, que se constituirá el próximo 1 de enero, la presidenta reelecta tiene que hacer frente desde ya a las presiones combinadas de la derecha y del ala izquierda del PT.
La derecha de Neves, desde fuera, y la del PT y el PMDB, desde dentro, quieren a Meirelles como un verdadero zar económico, para proceder a un ajuste del gasto público, algo que Mantega ha ensayado tibiamente en los últimos tres años, una mayor devaluación del real, el fin de los estímulos estatales y una liberalización general de la economía.
La izquierda, dentro y fuera del PT, brega, en cambio, por profundizar los programas como Bolsa Familia para los sectores más pobres, el sostenimiento de las Pymes y una defensa del valor del real que impida una mayor inflación si se acentúa su devaluación.
Desde el pasado 26 de octubre, la cotización del real frente al dólar se ha debilitado, pasando de 2,20 unidades a 2,57 por billete verde.
Mantega ha estado buscando, y continúa haciéndolo, un camino intermedio y gradual para bajar la inflación de su actual nivel del 7%, fomentando la subida de tasas y, al mismo tiempo, una progresiva devaluación del real que aliente exportaciones.
Sin embargo, este camino parece puesto ahora en cuestión. El debilitamiento del real ha reducido las importaciones en un 7% interanual durante el tercer trimestre, mientras que las exportaciones han aumentado apenas un 4% en el mismo período.
Según las estimaciones de la naviera danesa Maersk, la mayor del mundo, el crecimiento del comercio exterior de Brasil caerá un 50% a lo largo de 2014, pasando del 6% al 3%.
Por otra parte, el empleo ha caído por primera vez en 15 años durante el mes de octubre, debido al crecimiento de los despidos y la retracción económica, según se informó oficialmente ayer.
Otro estudio, realizado por el instituto de investigación londinense Capital Economics y citado por el diario Financial Times, indica que Brasil es, junto con China, Turquía y Tailandia, uno de los países emergentes que más han sufrido el pinchazo de la burbuja crediticia mundial.
En el fondo, el debilitamiento de la economía brasileña de los últimos tres años, con un fuerte endeudamiento de sus clases trabajadoras y medias que ha llegado a un punto límite afectando el consumo interno negativamente, se asienta sobre tres pilares.
De una parte, la crisis de Europa, continente clave en el comercio externo de Brasil, está haciendo mella en todo el sistema económico-industrial, al tiempo que el final del ciclo alcista extraordinario del precio de las materias primas afecta los ingresos de dólares, el mismo efecto que produce la desaceleración de China.
Hasta ahora, el Gobierno de Rousseff ha venido apelando a la reducción de impuestos, los créditos subsidiados del BNDES y un cierto control de precios, todo lo cual no ha podido detener la caída de la economía que actualmente crece apenas la mitad de lo que avanzaba hace tres años.
En un contexto mundial diferente, el Gobierno dice apostar a una reformulación del modelo económico sin abandonar su esencia, en tanto la oposición de derecha aboga por un viraje profundo para el cual Meirelles sería la persona adecuada en el momento adecuado.