Sin dudas, una de las áreas afectadas será la tributaria. Al día de hoy es difícil anticipar exactamente qué cambios ocurrirán, en qué medida y cuándo.
Observa.com.uy A pocos días de la histórica decisión del pueblo del Reino Unido, quien votó su salida de la Unión Europea (UE), lo único que puede asegurarse con certeza es que ello conllevará cambios significativos tanto para el Reino Unido y Europa como para el resto del mundo.
Sin dudas, una de las áreas afectadas será la tributaria. Al día de hoy es difícil anticipar exactamente qué cambios ocurrirán, en qué medida y cuándo. Una vez que el Reino Unido aplique el artículo 50 del Tratado de Lisboa y solicite su salida de la UE, comenzará la negociación entre dicho país y el bloque europeo, la cual podría durar inclusive hasta dos años.
Más allá de la reacción anticipada de los mercados y de cualquier especulación que puedan efectuar británicos, europeos y extranjeros, el impacto real del Brexit recién podrá evaluarse una vez que esta negociación finalice y se consolide en acuerdos firmados.
Dentro de este contexto, ¿qué puede esperarse desde el punto de vista fiscal? A continuación haremos algunos comentarios al respecto, que no deben ser tomados como respuestas definitivas a la pregunta planteada, sino meramente como posibles alternativas y cursos de acción probables.
Acceso al mercado interno de la UE: el gobierno del Reino Unido se ha comprometido a asegurar que el país mantenga el acceso a los mercados de la UE. Para ello, varias organizaciones han recomendado que se mantenga el comercio libre de tributos aduaneros. Asimismo, es probable que el Reino Unido busque negociar Tratados de Libre Comercio con terceros países lo antes
posible.
Iniciativas fiscales de la UE: sujeto al clima y términos en que al país abandone la UE, es altamente improbable que siga formando parte de varias iniciativas fiscales bajo revisión de la UE, tales como la Directiva Anti-Elusión Fiscal, implementación del intercambio de información en el contexto de reporte país por país (country by country reporting), y la base imponible común consolidada a nivel europeo. Sin embargo, el Reino Unido ha apoyado estas iniciativas, por lo cual sería esperable que se impulse normativa similar dentro de su legislación doméstica. Por otro lado, se espera que el Reino Unido se mantenga activo en el desarrollo e implementación del proyecto BEPS de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Compatibilidad con normativa de la UE: en el pasado han existido varios casos presentados ante organismos de la UE en los que se dictaminó que los impuestos del Reino Unido no eran compatibles con la normativa de la UE. Es de esperar que tanto el gobierno como los contribuyentes afectados por estas decisiones (por ejemplo en los casos de FII GLO y Prudential) revean las posiciones tomadas para prevenir futuros pagos de impuestos y multas asociadas.
Retraso en reforma fiscal: si bien el gobierno británico no se ha expresado formalmente sobre ello, es probable que la reforma fiscal que se esperaba (que incluiría la implementación de mayores restricciones a la deducción de intereses bajo la Acción 4 del proyecto BEPS y cambios en el cómputo de pérdidas fiscales) se vea demorada por la necesidad de estabilidad y concentración para manejar la salida del país de la UE.
Retenciones de impuestos: una vez se confirme la salida de la UE, en principio las multinacionales británicas ya no podrán acceder a las exoneraciones y beneficios de la Directiva Matriz-Filial, la Directiva de Intereses y Cánones, ni la Directiva sobre Fusiones. Si bien el Reino Unido tiene una vasta red de Convenios para evitar la doble imposición (en particular con los países europeos), estos no necesariamente logran acceder en todos los casos a exoneraciones sobre retenciones y los demás beneficios que otorgan las Directivas de la UE mencionadas.
Inmigración: debido a que este tema ha sido uno de los aspectos claves en la campaña por el referéndum, es altamente esperable que el Reino Unido busque no mantener la libertad de movimiento de personas que consagra la normativa de la UE. Los británicos podrían introducir restricciones para ciudadanos y nacionales de la UE e inclusive buscar renegociar acuerdos de seguridad social en los que el país actualmente participa por la UE.
Ayuda estatal (State aid): la normativa europea sobre Ayuda (1) estatal quizás deje de ser aplicable al Reino Unido una vez se retire del bloque. En tal caso, las autoridades fiscales (HMRC) seguramente busquen re-implementar los esquemas que han sido tipificados como Ayuda estatal incompatible con las normas de la UE. Cabe recordar que la Comisión Europea se encuentra actualmente investigando ciertos aspectos del sistema tributario de Gibraltar en este contexto.
IVA: es esperable que los británicos mantengan en gran medida el sistema actual respecto del Impuesto al Valor Agregado. Sin embargo, los contribuyentes ya no podrán apelar ante las Cortes Europeas y el gobierno del Reino Unido tendrá mayor libertad para fijar las tasas y el alcance del impuesto.
Tributación aduanera: a nivel europeo se aplica el Arancel Aduanero Común, cuya regulación se encuentra en cabeza de la propia UE. En caso de que el Reino Unido desee continuar aplicando aranceles a las importaciones deberá implementar legislación local al respecto, que podrá alejarse en mayor o menor medida de los lineamientos europeos.
Impuestos sobre concentración de capitales: la UE ha requerido al Reino Unido que reduzca ciertos impuestos indirectos en caso de emisión de ciertos nuevos instrumentos (securities), en cumplimiento de la Directiva de impuestos sobre concentración de capitales (capital duties). Una vez ocurrida la salida británica, ello podría quedar sin efecto.
Se debe esperar a que el gobierno británico prepare la salida de la UE y aplique el mencionado artículo 50. Una vez ello ocurra, el Reino Unido y la UE tienen un plazo de dos años para acordar los términos de dicha salida. Este período solamente puede extenderse por unanimidad de los 27 Estados Miembros restantes.
Recordemos que esta decisión afecta tanto a empresas invirtiendo desde y hacia el Reino Unido, como a personas físicas británicas viviendo y trabajando en otros países europeos y viceversa.