Un cambio en las expectativas para la región lleva a aventurar un mejor panorama para Uruguay en 2017, pero esa recuperación no está exenta de riesgos
Montevideo. La economía uruguaya dejó atrás una década de bonanza. Las exportaciones cayeron, la inversión se frenó, cerraron empresas y miles de uruguayos perdieron su trabajo. Los economistas pasaron de hablar de "vientos de cola" a "vientos de frente", mientras que el equipo económico viraba bruscamente de un discurso cargado de optimismo en plena campaña electoral a uno más moderado de "prudencia y cautela". En la cabeza de muchos uruguayos se instaló erróneamente la idea de una crisis inminente o incluso de una crisis consumada. Los últimos meses trajeron consigo señales menos hostiles desde el exterior, que los expertos esperan que se traduzcan a partir de 2017 en una recuperación del crecimiento, aunque todavía a niveles más moderados que en la última década.
Desaceleración no es caída y estancamiento no es sinónimo de crisis. Detrás del dato de crecimiento de 1,4% del segundo trimestre del año conocido el jueves, hay una economía que en sus sectores más relevantes en cuanto a su derrame sobre el empleo y la calidad de vida –lo que implica dejar a un lado el suministro de energía y otros servicios públicos– se mantuvo prácticamente en los mismos niveles de actividad que el año pasado (-0,2%).
El diagnóstico de los expertos es unánime: la economía uruguaya se encuentra estancada. O lo que es lo mismo, dejó de crecer. Pero también es cierto que en los últimos meses ha aumentado el número de voces que reconocen señales externas menos hostiles que permiten sostener que lo peor de este cambio de escenario quedó atrás en el primer semestre del año.
Para el economista Ignacio Munyo, director del Centro de Economía, Sociedad y Empresa (IEEM, Universidad de Montevideo), el optimismo de sus perspectivas para 2017 –prevé un crecimiento del PIB de 1,2% luego de que cierre este año con un incremento de 0,3%– se basa en tendencias que se observan en el contexto externo relevante para Uruguay. Eso incluye a las condiciones financieras internacionales, los precios de los alimentos y la actividad económica en la región.
"A partir de marzo se observó un cambio de aire en materia financiera internacional con un debilitamiento del dólar a nivel global asociado a una dinámica esperada de subas de tasas de interés en Estados Unidos bastante más suave que lo que se pensaba en los primeros meses del año. Esto trajo de la mano una suba superior al 15% desde marzo en el precio internacional de los alimentos", consideró Munyo. A ello se suman buenas perspectivas para Brasil y Argentina que se espera crezcan 1,3% y 3% respectivamente.
"Todo configura un contexto externo favorable para el año que viene en donde el viento de frente deja de soplar y hasta se podría decir que se espera un tenue viento de cola", indicó el economista. Munyo sostuvo que, según sus modelos, dos terceras partes de las fluctuaciones del PIB en Uruguay se explican por factores externos.
Desde el gobierno, los últimos datos han sido leídos como un alivio a la seguidilla de malas noticias en materia macroeconómica. "Tenemos que ser muy prudentes, tomar esto (el crecimiento del segundo trimestre y otros informes favorables) con mucha cautela, pero es un aliciente para mantener el rumbo y seguir por el camino que hemos venido siguiendo", dijo el jueves el ministro de Economía, Danilo Astori, en entrevista con Telenoche.
Aunque en el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), los expertos reconocen que las perspectivas actuales para 2017 son mejores que las de hace algunos meses, prefieren evitar hablar de "optimismo". De hecho, todavía las proyecciones para la región siguen estando por debajo del crecimiento histórico.
El economista Rafael Paganini explicó que si bien muchos analistas esperan que Argentina crezca en torno a 3%, los pronósticos para Brasil se encuentran cercanos a 1%. Pero sobre todo, esas estimaciones están sujetas a una fuerte imprevisibilidad, "más allá de la incertidumbre habitual que siempre está asociada a las proyecciones", dijo el experto.
La misma cautela expresó el analista Germán Deagosto de la consultora CPA Ferrere. Para ver un impulso de la actividad uruguaya será necesario esperar que la región se recupere con firmeza hacia 2018, y a este impacto se podría sumar la instalación de una tercera planta de celulosa, aún por confirmar. Pero para los próximos 18 meses, la consultora espera que la economía se mantenga estancada, con expansión cercana a cero.
Más allá del diagnóstico de los expertos, el cambio en el ciclo económico tuvo un fuerte impacto sobre la manera en la cual los uruguayos perciben la situación del país y de sus finanzas personales.
Entre octubre de 2014 y mayo de este año, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) que relevan la Cátedra SURA de la Universidad Católica y Equipos Consultores, registró un fuerte deterioro de 34% que lo hizo pasar de un terreno de "atendible optimismo" a bordear los límites entre el "moderado" y "atendible pesimismo".
Esa preocupación sobre el devenir de la economía entre los consumidores se vio reflejada en sus decisiones de gasto. El consumo se contrajo 0,5% en los 12 meses finalizados en marzo respecto a igual período del año anterior, su primera caída al menos en la última década.
Sin embargo, en julio –último mes relevado–, la confianza de los consumidores tuvo un fuerte repunte de 16,4%. Si bien se trata de la mayor suba del indicador desde que empezó a relevarse (en 2007), el economista Alejandro Cavallo, de Equipos Consultores, prefiere una lectura cauta. "Lo que estamos viendo es que tenemos varios indicadores con algunos meses de recuperación respecto a los peores datos de mayo y junio. ¿Eso quiere decir que nos estamos recuperando, que las cosas van bien? No, sugieren que quizás el piso haya sido en el segundo trimestre" explicó.
En ese período del año los uruguayos dejaron de contraer su gasto en consumo, con un tímido aumento de 0,2% respecto a igual trimestre del año pasado. Lo mismo sucedió con la inversión privada, que creció 6,1% luego de ocho trimestres de contracción. "Es como que tenemos una pequeña luz que puede insinuar que el humor está mejor después de muchos meses de noticias negativas", señaló Cavallo.
En momentos de estancamiento, cuando la economía marcha en el filo entre el crecimiento y la recesión, el humor de los consumidores e inversores puede inclinar la balanza.