El objetivo de vivir esta experiencia se basa en descubrir qué cosas nuevas pueden ofrecer los textileros colombianos.
El acercamiento al mercado estadounidense, después de la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio el pasado 15 de mayo, lo empezó el sector textil, que con 90 empresarios colombianos, traídos a Nueva York por Proexport, recorrieron los sectores de Chelsea y Soho, en el conocido Manhattan, y tuvieron la oportunidad de entrar, tocar, preguntar y comparar lo que hacen en sus empresas con lo que se está vendiendo en norteamérica.
El objetivo de vivir esta experiencia se basa en descubrir qué cosas nuevas pueden ofrecer los textileros colombianos o qué pueden mejorar con respecto a lo que ya existe, pues algunos cambios en la tela, un material más en los zapatos, un uso adicional a una prenda o agregarle un toque de algo que sólo se consigue en Colombia, marcará la diferencia a la que todos los sectores productivos le están apuntando para ganar un espacio dentro del codiciado consumismo estadounidense.
Gloria Ocampo, propietaria de la empresa colombiana Imagen y Moda, dice que se está familiarizando con precios y tendencias, mientras recorre la tienda de ropa, zapatos y accesorios Limelight Marketplace, un espacio original que le dio un uso nuevo y bastante diferente a una iglesia construida en 1844, que luego de no ser aprovechada para el fin primero con el que nació, le permitió a una creativa empresaria argentina reunir diferentes marcas para darle vida a una particular casa de modas.
Allí, en ese rincón de Manhattan, donde la fachada se impone, cumpliendo el objetivo para lo que fue creada en el siglo XIX, pero que hoy sorprende en el XXI, el talento colombiano ya tenía su mano puesta con los diseños de Sandra Vaquero y Edwin D’Angelo, dos colombianos no muy conocidos en su tierra, pero sí familiares para quienes cada 6 meses llegan hasta la vieja iglesia a buscar sus nuevas colecciones.
Vaquero llegó hace 16 años a Estados Unidos y lo primero que descubrió fue que para alcanzar su objetivo debía aprender el idioma. Cuando consiguió comunicarse, la creatividad empezó a complementar su lenguaje, armó un taller de confección en su casa y hoy sus diseños se venden en Limelight y en un ‘showroom’ de Chicago.
Sandra está consiguiendo su objetivo y muy convencida dice que al no imitar y crear cada una de sus prendas ha podido conquistar una clientela que reconoce su talento.
Unido a esa teoría de que la creatividad será la mejor herramienta para competir en el mercado norteamericano, Felipe Cadena, gerente general de la empresa colombiana EFE (fabricante de productos en cuero), concluye tras este recorrido por tiendas neoyorquinas que “somos capaces de participar con diseños, no con precios, pues Colombia no cuenta con la capacidad para producir a gran escala”, y agrega: “pero los colombianos sabemos hacer cosas nuevas, los chinos copian”.
En este comienzo de la semana de Colombia en Nueva York, que sirve de antesala a la Macrorrueda de Negocios que reunirá a casi 600 exportadores colombianos y a 400 compradores estadounidenses, los textileros nacionales pudieron indagar sobre lo que mueve la voluntad de cualquier empresario: las ventas. Y aunque las respuesta fueron ambiguas, los propietarios de las tiendas visitadas dejaron claro que las cosas están mejorando, pero aún no se han vuelto a retomar los niveles existentes antes de la crisis de 2008.
Lo bueno de todo esto es que la puerta ya está abierta y los empresarios, al estar en Nueva York conociendo de primera mano la situación, tienen la oportunidad de buscar el producto y el escenario que más les convenga.