Hay dos buenas noticias para la eurozona: la recesión ha sido superada, y el rescate europeo ya cumplió su cometido.
Las buenas nuevas parecen acumularse en la eurozona: tras dos años de recesión, dieciocho países comunitarios aspiran otra vez a disfrutar de un crecimiento económico, aunque sólo sea de un punto porcentual. Aún más prometedora es la noticia de que Irlanda y España ya no necesitan apoyarse en el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Pero algunos expertos advierten que es demasiado temprano para anunciar el fin de la crisis comunitaria porque la recuperación que hoy se celebra no es sostenible.
Según Hans-Werner Sinn, presidente del Instituto para la Investigación Económica (Ifo) de Múnich, esa regeneración sólo compete a los mercados financieros; para el resto, la miseria económica sigue intacta. Sinn cita como ejemplo la vigencia de otras formas de rescate europeo, como el programa para la compra de deuda soberana del Banco Central Europeo (BCE).
Esa medida protege a los inversionistas que adquirieron papeles de Estados sureuropeos porque el BCE promete comprárselos de vuelta en caso de riesgo, antes de que un Estado se declare en bancarrota.
¿De regreso al punto de partida?. “Luego está la unión bancaria, que también protege al acreedor”, comenta Sinn en entrevista con DW. Y es que los acreedores sólo se ven involucrados marginalmente en las pérdidas cuando un banco quiebra. El experto de Ifo insiste en que se diferencien las dos dimensiones de la crisis de los países europeos meridionales: una corresponde a la crisis financiera y la otra, a la crisis económica real. “La crisis financiera se disipó cuando a los inversionistas se les prometió el rescate de sus capitales; pero eso no solucionó la crisis económica real”, dice Sinn.
Si se pasa revista a los países comunitarios más afectados por la debacle económica, se verá que sus condiciones actuales propician nuevas crisis como las ya vividas. En 2013, el índice de desempleo llegó al 27 por ciento, un nuevo récord en el primer Estado ahorcado por su propia crisis fiscal. Pese a la condonación parcial de su deuda soberana, los compromisos helenos siguen constituyendo el 180 por ciento del rendimiento económico de Grecia. Ese era el nivel de su deuda antes del estallido de la crisis, en 2009.
El problema de la falta de competitividad. El economista Moritz Schularick, de la Universidad de Bonn, también ve con malos ojos la situación italiana: las deudas de la tercera economía de la zona euro representan el 130 por ciento de su rendimiento económico. Italia ya tenía el menor crecimiento de la Unión Económica y Monetaria (UEM) antes de la crisis. Observadores atribuyen ese estado de cosas a un esquema de altos salarios que le resta competitividad al país. Y los empresarios se quejan de los mismos problemas en Francia.
En épocas difíciles, las leyes francesas impiden que el primer impulso de las empresas sea el despido de empleados; pero éstas desalientan la contratación de nuevos trabajadores en tiempos mejores. Una edad de jubilación baja y un sueldo mínimo alto reducen la competitividad de Francia y eso resiente a su economía. “La economía francesa vive tradicionalmente del consumo interno. Y en este momento los franceses están gastando poco debido al alto índice de desempleo”, señala Daniela Schwarzer, directora del programa europeo de la fundación estadounidense German Marshall Fund.
La inconveniencia de un euro fuerte. Por si fuera poco, el endeudamiento de Francia está por alcanzar el 100 por ciento de su rendimiento económico. Para evitar que el país bajo su mando caiga en picada, el hombre fuerte de París, François Hollande, aprobó un ambicioso paquete de reformas. No obstante, cabe preguntarse si esas medidas serán suficientes para contrarrestar otro factor que predispone a la eurozona para una nueva crisis: la fortaleza de su propia moneda. Hans-Werner Sinn responsabiliza a los artífices del rescate europeo por la robustez del euro.
“La arquitectura del mecanismo de rescate no sólo permitió que los inversionistas alemanes regresaran a España, sino también que los capitalistas chinos se atrevieran a regresar a Europa. Eso condujo a una revalorización del euro. Y eso es un daño colateral que yo atribuyo a la política de rescate económico”, lamenta Sinn.