Economistas sostienen que la limitada exposición del sector privado a los estragos de la crisis griega y la masiva intervención del sector público son dos factores que impedirán la globalización del descalabro heleno.
Una crisis financiera puede trascender las fronteras del Estado que la padece cuando ésta estalla inesperadamente. Ese fue el caso de Estados Unidos tras el descalabro de Wall Street de 2008. “Las instituciones financieras subestimaron imperdonablemente el riesgo de ciertos activos en circulación y eso hizo que la crisis estadounidense tuviera un carácter altamente contagioso”, explica Carmen Reinhart, de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, adscrita a la Universidad de Harvard.
Pero lo que hoy ocurre con las finanzas helenas es diferente, señala la economista. Grecia sufre una severa crisis fiscal desde 2010 y el sector privado ha tenido oportunidad suficiente en el último lustro para reducir su exposición a sus efectos. Por otro lado, agrega Reinhart, el sector público ha hecho sentir su presencia en los mercados financieros con cada vez más énfasis desde la crisis global de 2008 y eso ha reducido el riesgo de contagio. Michael Bordo, historiador económico de la Universidad Rutgers, coincide con Reinhart.
Una diferencia importante. “No vamos a presenciar una crisis como la de 2008”, asegura Bordo, alegando que los bancos centrales y los Gobiernos reforzaron la red de seguridad, casi llegando al punto de la “sobrerreacción”. El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y la Unión Europea (UE) concentran en sus manos el 80 por ciento de la deuda soberana griega; el sector privado sólo acumula un 17 por ciento de esa deuda soberana, según los servicios informativos de la empresa estadounidense Bloomberg. Y esa diferencia es importante.
Cuando las instituciones financieras privadas tienen demasiado capital propio invertido en una operación (apalancamiento), sus activos sufren, éstas ya no pueden prestar sus respectivos recursos a otras y los mercados del crédito terminan por congelarse. Pero instituciones financieras públicas como el BCE operan de manera distinta. “El BCE, el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal estadounidense pueden imprimir dinero para hacer frente a una situación difícil”, sostiene Reinhart. “El Banco Central de Grecia no puede”, acota.
Pronunciamientos contradictorios. En otras palabras, Grecia está a la merced del BCE, pero el BCE no verá limitado su espacio de maniobra debido a Grecia. Este lunes, el BCE se negó a incrementar su asistencia a Atenas, haciendo que la quiebra del Estado heleno sea más probable. La bancarrota de Grecia y su salida de la eurozona constituirían un duro golpe para el país sureuropeo, pero eso tendría un impacto muy leve sobre la capacidad del BCE para prestarle dinero a otros países comunitarios con problemas de sobreendeudamiento, como Portugal, por ejemplo.
Cabe preguntar, entonces: si el riesgo de la globalización de la crisis griega es tan pequeño, ¿por qué ésta ha causado tanta volatilidad en los mercados financieros? Según Bordo, la incertidumbre que inquieta a los mercados es atribuible a la incoherencia de las políticas europeas. “Las autoridades comunitarias emiten pronunciamientos contradictorios todos los días y eso confunde a quienes laboran en los mercados. La UE no está funcionando como una unión monetaria bien engranada, como Estados Unidos o Canadá”, dice Bordo.
A juicio de este experto, el peor de los escenarios consiste en que Grecia abandone la zona euro y los mercados financieros interpreten ese suceso como el inicio del desmoronamiento de ese bloque. “Eso sí que podría genera efectos negativos porque, aunque Portugal es un país pequeño, los otros Estados con sobreendeudamiento –España e Italia– no lo son”, señala el especialista de la Universidad Rutgers.