El 12 de mayo, la Comisión Europea le dio la bienvenida a Estonia con los brazos abiertos, recomendando que al pequeño país báltico le sea permitido adoptar el euro el próximo año. Eso fue muy distinto al saludo que recibió Grecia el 2 de mayo, cuando sus socios europeos, más el Fondo Monetario Internacional (FMI), prometieron gastar US$145.000 millones para rescatar a la fiscalmente irresponsable nación balcánica. Grecia y Estonia en realidad son ejemplos económicos opuestos.
Hace menos de dos décadas atrás, Estonia era parte de la Unión Soviética. Todo eso cambio el 6 de septiembre de 1991, cuando el estatus completamente independiente de Estonia fue concedido por el Consejo de Estado de la Unión Soviética. Estonia inmediatamente colocó a su economía en el camino hacia un libre mercado. No había nostalgia de los viejos días comunistas, ni tampoco habían ilusiones acerca de a dónde llevaría la tercera vía del socialismo a Estonia.
El problema de Estonia era su moneda. Todavía era parte de la zona del rublo, estancada con el inconvertible rublo en hiperinflación. Pensé que la mejor solución sería establecer una caja de convertibilidad estoniana en la cual la corona estoniana o kroon fuese completamente convertible y se comerciaría a un tipo de cambio fijo con el marco alemán.
El kroon también sería completamente respaldado con reservas en marcos alemanes. Bajo este arreglo, los cambios en la base monetaria de Estonia se moverían con una correspondencia de aproximadamente uno a uno con los cambios en las reservas de marcos alemanes.
El sistema de caja de convertibilidad estaría en autopiloto y colocaría a Estonia en un área monetaria unificada con el sólido marco alemán en su centro.
En colaboración con el profesor Lars Jonung y el Dr. Kurt Schuler, escribí un libro describiendo los detalles de cómo establecer y operar una caja de convertibilidad estoniana. Una edición en inglés (A Monetary Reform for a Free Estonia, 1992) fue publicada en Estocolmo, mientras que una edición en estoniano fue publicada en Tartu, Estonia. El 5 de mayo de 1992 presenté en Tallinn nuestro plan para una caja de convertibilidad al último jefe del gobierno soviético de Estonia, Arnold Rüütel, y al primer ministro Titt Vähi, entre otros estonianos notables. Poco más de un mes después, la caja de convertibilidad estoniana estaba funcionando.
Cuando el marco alemán se convirtió en el euro en 1999, Estonia se convirtió en parte de un área monetaria unificada con el euro, en lugar del marco alemán.
El sistema de la caja de convertibilidad ha funcionando de acuerdo a su diseño. Cuando hay flujos de tipo de cambio entrando al país, la base monetaria en kroons aumenta con una correspondencia de aproximadamente uno a uno (y viceversa, cuando hay flujos de tipo de cambio saliendo del país, la base monetaria desciende).
Que el sistema ha funcionado no sorprende. Después de todo, los estonianos entendieron que ellos “eran dueños” de la caja de convertibilidad, y que si ellos fracasaban en respetar sus reglas, podría reventar y tendrían que pagar la cuenta ellos mismos.
Los estonianos creían que no podrían ser free riders. También sabían que su independencia dependía de una moneda estable y de una dinámica economía de mercado. Para ellos, la estabilidad puede que no lo sea todo, pero todo es nada sin ella.
Observemos a la antípoda económica: Grecia. En el mismo año en que fue reconocido como un Estado (1832), Grecia declaró un default. Adelantémonos y veamos que Grecia ingresa a la Unión Monetaria Europea el 1 de enero de 2001, dos años después que los once miembros originales. El ingreso de Grecia estuvo algo nublado porque muchos o sabían o sospechaban de que venía con algo de trucos contables. No importó.
Los griegos fueron entusiastas al entrar al “club”. A diferencia de la unificación monetaria de Estonia con la eurozona, Grecia era un miembro completo de la Unión Monetaria Europea. Si a Grecia se le permitiese violar las reglas sin consecuencias mayores, podía ser un free rider (los otros miembros del “club” pagarían la cuenta, si Grecia se metía en problemas). Bueno, Grecia se metió en problemas. Era un caso clásico: promesas de beneficios estatales sin los medios para pagar por ellos. Esto creó una bomba fiscal de tiempo que eventualmente explotará.
De hecho, el espiral de muerte de Grecia acabará con una reestructuración de la deuda o con un default sobre su deuda soberana. Mientras los políticos y burócratas de la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y Grecia nos dicen que el paquete de rescate desactivará la bomba de tiempo griega, no crean ese canto de sirena.
Su paquete de rescate fracasa en lidiar con la estructura anti-mercado (anti-crecimiento) de la economía griega. Sin crecimiento, Grecia está condenada.
Esto llama nuestra atención al euro. Muchos economistas notables -desde el profesor de Harvard Martin Feldstein hasta el profesor de Princeton Paul Krugman- han concluido que Grecia está en una trampa del euro. Ellos aseveran que no hay manera de que Grecia se vuelva competitiva y crezca, ya que no posee su propia moneda, la herramienta para devaluar.
Como el Dr. Domingo Cavallo, ex ministro de Economía, y el Dr. Joaquín Cottani, ex subsecretario de Política Económica de Argentina, han demostrado en un estudio que será presentado en el Palazzo Mundell en julio, que la trampa de la devaluación no tiene sentido.
Una reforma por el lado de la oferta al estilo Cavallo-Cottani eliminaría las gigantescas contribuciones de empleadores a los impuestos sobre el empleo. Esto reduciría los costos salariales y aumentaría la competitividad. Su reforma también impondría un impuesto al valor agregado de tasa única y uniforme, en lugar de que esta esté en sus actuales tres tasas. Estos dos cambios tributarios por el lado de la oferta serían aproximadamente fiscalmente neutros, cuando uno se basa en cálculos estáticos conservadores. ¿Qué hay de la competitividad? Esta recibiría un espaldarazo, equivalente a una devaluación monetaria de entre 40% y 45%.
Sin algunas ideas nuevas -tanto dentro como fuera de Grecia-, el daño colateral de Grecia continuará manteniendo a la eurozona en lo que el profesor Ralph Hawtrey (1879-1975) denominó “un encerramiento del crédito”, y deprimirá el crecimiento amplio del dinero. Esto es muy preocupante. De hecho, las previsiones del FMI de crecimiento anémico en Europa podrían ser demasiado color rosa.
Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.