"No creo que Clinton se levante pensando en Wall Street", comentó el representante de un grupo de influencia de la industria financiera.
Hillary Clinton comenzó su campaña presidencial prometiendo hacer lo que fuera necesario para controlar Wall Street.
Impulsada por los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, los críticos más severos de Wall Street, la candidata demócrata a la Casa Blanca declaró que la balanza sigue inclinada a favor "de los que están arriba" y aseveró que subiría las tasas bancarias y endurecería las regulaciones del sector. También animó a los reguladores a fragmentar a las entidades demasiado riesgosas.
Y pese a todo, Wall Street se muestra impasible ante la perspectiva de una presidencia de Clinton. De hecho, la industria bancaria la ha apoyado con grandes sumas de dinero y las acciones del sector han caído cuando la campaña de la ex secretaria de Estado ha flaqueado. A puertas cerradas, los banqueros dicen confiar en que siga siendo una pragmática, que mantendrá la regulación actual, fijada por la ley Dodd-Frank de 2010 de reforma de Wall Street.
"No creo que Clinton se levante pensando en Wall Street", comentó el representante de un grupo de influencia de la industria financiera.
Los demócratas progresistas presionaron a Clinton durante la campaña para que abogase por una reinstauración de la ley Glass-Steagall, que obligaría a separar la banca comercial y la de inversión, pero ella acabó negándose. La candidata además evaluó otra medida que perseguían los progresistas -un impuesto a las transacciones financieras-, pero en su lugar recomendó un plan mucho más acotado que gravase sólo las órdenes canceladas por operadores de alta frecuencia.
Al final, lo que más gusta a los banqueros de Clinton es que no es Donald Trump.
Muchos financieros temen que una presidencia del poco ortodoxo republicano perjudique al comercio global, dañe las relaciones geopolíticas de Estados Unidos y agite los mercados, según analistas y participantes de la industria.
"Este es el tipo de cosas que se discuten en las oficinas de los altos ejecutivos", afirmó Karen Shaw Petrou, de Federal Financial Analytics Inc, firma que asesora a compañías financieras sobre la política regulatoria estadounidense. "La inquietud por Trump ha dominado los pensamientos de la gente".
La candidatura del empresario ha alterado de forma radical las alianzas políticas tradicionales. Los banqueros, que suelen entregar más contribuciones a los republicanos, han estado canalizando su dinero hacia Clinton.
Empleados de los 17 mayores conglomerados bancarios y sus subsidiarias han estado donando 10 dólares a la campaña de Clinton por cada dólar aportado a Trump, según un análisis de Reuters. En 2012, la contribución de ese mismo grupo fue el doble para el candidato republicano Mitt Romney respecto de los fondos entregados a la campaña de reelección del presidente Barack Obama.
Malo conocido. Quienes trabajan en fondos de cobertura y en firmas de capital privado han aportado más de US$56 millones a la campaña de Clinton y a los grupos de apoyo, para cuyas donaciones no se fijan límites legales. En contrate, la campaña de Trump y agrupaciones relacionadas recibieron apenas US$243.000 de donantes del mismo sector, de acuerdo a datos del Center for Responsive Politics.
"Básicamente, se trata de optar por el malo conocido", sentenció Brian Gardner, director gerente de la firma de inversión neoyorquina Keefe Bruyette & Woods. Según Gardner, también ayuda la familiaridad con el matrimonio Clinton, que data de cuando Bill Clinton fue presidente de Estados Unidos, en la década de 1990, período que dio inicio a la desregulación financiera.
"Hay una cercanía y un nivel de comodidad entre los gigantes de Wall Street y los Clinton", señaló Gardner.
Para los banqueros, la mayor preocupación es un escenario en el que Clinton gane y los demócratas consigan el control de la Cámara de Representantes y el Senado, con progresistas como Warren y Sanders influyendo en todo: desde los nuevos impuestos hasta el nombramiento de los reguladores.
No obstante, las últimas encuestas sugieren que es improbable que los demócratas ganen la mayoría en la Cámara y el futuro del Senado es incierto. Aun si la cámara alta se vuelve demócrata, es probable que la lidere el senador por Nueva York Chuck Schumer, un moderado que ha representado a Wall Street con el apoyo de la industria.