Pasar al contenido principal

ES / EN

Latinoamérica fracasa en descarbonizar sus economías
Martes, Noviembre 6, 2012 - 17:19

l Low Carbon Economy Index 2012 advierte que empresas y gobiernos deben prepararse desde ya para un mundo 4 a 6 grados Celsius más cálido.

Argentina, Brasil y México no están haciendo su parte en la lucha contra el calentamiento global. Y si el resto de los países los imitase, el planeta se calentaría todavía más de los 6 Cº que se espera lo haga de acá a fin de siglo, lo que ya de por sí llevará al colapso de la civilización. Así se desprende del Low Carbon Economy Index 2012, de PricewaterhouseCoopers, que se difundió ayer en Londres. La situación es grave: “Aún duplicando la tasa actual de descarbonización (de las economías), ello todavía podría mantenernos con emisiones consistentes con 6 grados de calentamiento para el fin de la centuria”, asegura Leo Johnson, Partner en Sustentabilidad y Cambio Climático de la compañía. De hecho, lograr “más de un 50% de oportunidad de evitar una suba de 2 grados, requerirá una mejora que supone sextuplicar nuestra tasa de descarbonización”. La frontera de los 2 grados es considerada el límite sobre el cual comenzarán disrupciones graves en el sistema climático del planeta.

La tasa de carbonización de una economía mide la cantidad de CO2 liberado en la atmósfera debido al uso de energía por unidad de PIB producido. Es así como la vilipendiada economía de Francia posee un índice de 153, mientras que la envidiada economía China uno de 754. Esto muestra que los franceses tienen una economía más eficiente si de evitar calentar el planeta se trata. En este caso la diferencia se origina en que Francia usa combustibles nucleares para proveerse de energía, en cambio China lo hace con carbón. Tal vez es más comparable (y criticable) Australia, nación de desarrollo más parecido al de Francia, pero que eligió como matriz energética el uso del carbón, cuya tasa es de 415. Según el trabajo, en Latinoamérica la situación al respecto es francamente mala.

En principio, parecería que México (244), Argentina (242) y Brasil (197) disponen de índices más cercanos a los de Francia que a los de China, pero se trata de una ilusión: las tres naciones, de industrialización media-baja, están prácticamente estancadas desde hace una década en la descarbonización de sus economías. Ella ha bajado sólo un 0,2%, 1,6% y un 0,7%, respectivamente, entre 2000 y 2011. Para que los tres países estuvieran en línea con lo que el mundo necesita para llegar a un 2050 habiendo evitado el desastre, la tasa anual de descarbonización debería ser de 4,6 (México),  5,0 (Argentina) y 4,1% (Brasil) desde este 2012 a ese año.

Brasil posee un desafío particularmente difícil. Se ha comprometido a disminuir, a 2020, de un 36% a 39% la carbonización de su economía. Debe lograrlo en el marco de un crecimiento esperado total del 41% de su PIB (2012-20). La forma de hacerlo es aminorar sus emisiones totales de CO2 en un 25%, lo cual implica descarbonizar su economía a una tasa anual del 6% (hasta 2020). Además, Brasil (como en menor, pero no despreciable medida Argentina) posee el drama de la deforestación masiva: al cortarse (y quemarse en gran parte) los árboles, se emite gas y se elimina también la posibilidad de captura del CO2 que esas plantas lograban al crecer.

Todo lo anterior no se trata de una simple y, eventualmente, entretenida discusión académica. Según PricewaterhouseCoopers, “gobiernos y empresas no pueden seguir pensando que un mundo con un aumento de 2 grados Celsius de temperatura es el escenario predeterminado”. No más. “Cualquier inversión en activos de largo plazo o infraestructura, especialmente en zonas costeras o tierras bajas, necesita tomar en cuenta los escenarios más pesimistas”. Tanto que, “los sectores enfocados en alimentos, agua, energía o servicios de ecosistema, necesitan realizar un escrutinio de la resilencia y viabilidad de sus cadenas de abastecimiento”, en tanto que “los sectores más intensivos en el uso de carbono necesitan anticipar más regulaciones invasivas y la posibilidad de tener activos inmovilizados”.

El trabajo de PwC es una luz de alerta más respecto del momento crítico que vive la humanidad: aún suponiendo que la economía global pudiese sobrevivir sin grandes convulsiones y guerras a los efectos de un aumento de 4 grados Celsius, para que ese escenario sea siquiera viable, todas las naciones del mundo deberían, sumadas, cuadruplicar su tasa de descarbonización de acá a 2050. Ello supone una tasa anual de 3%. El promedio desde 2000 a 2088 ha sido de apenas un 0,8%. Frente a este escenario tan poco prometedor ¿es posible la descarbonización? La respuesta resulta afirmativa: EE.UU. la lleva a adelante al usar menos carbón por el boom del shale gas (el famoso fracking), pero también la boicotea al exportar sus fábricas más intensivas en CO2 y el carbón mismo a China y otros destinos. El problema actual es la falta de lucidez o interés a largo plazo de las elites gobernante. Con la excepción de naciones como Dinamarca y Alemania, entre las más notables, todas parecen creer –vía increencia o autoengaño- que hay mucho espacio para resolver el problema. El informe indica que, si bien hay caminos para no caer al precipicio, falta la voluntad: “El uso de (energías) renovables en gran escala y tecnologías bajas en carbono como Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS por sus siglas en inglés) y nuclear requerirán cantidades significativas de voluntad política, financiamiento y tiempo” para lograrlo. Y aún así, las sociedades deben prepararse para lo peor. Ahora, sentencia Leo Johnson, “una cosa es clara: empresas, gobiernos y comunidades de todo el mundo necesitan hacer planes para un mundo que se calienta. No sólo 2°C, sino también 4°C, o incluso 6°C”.

Autores

Rodrigo Lara Serrano