Pocos días antes de la cita en Suiza, Macri se fisuró una costilla. La prudencia habría recomendado no viajar, pero Davos concentra a buen número de banqueros, administradores de fondos y CEO de grandes empresas: justamente a quienes Macri debe convencer de que la Argentina ha cambiado.
Hubo una estrella indiscutida entre los latinoamericanos que vinieron a ver y ser vistos en la versión 2016 de la cumbre del World Economic Forum que se realizó en Davos, una somnolienta aldea de los Alpes suizos que durante una semana al año se convierte en un frenético centro del mundo.
Sin estrellas presentes, Davos no sería Davos, la cumbre que año tras año reúne a las personas más influyentes del mundo. Jefes de Estado, CEO de empresas globales, ganadores del Premio Nobel y líderes humanitarios; inventores del remedio contra el cáncer y la vacuna contra la pobreza, todos ellos son quienes vienen a Davos.
Este año se hicieron presentes economistas de clase mundial como Joseph Stiglitz o el venezolano avecindado en Harvard, Ricardo Hausmann. Del mundo empresarial estaban los fundadores, CEO o presidentes ejecutivos de Microsoft, Facebook, Cisco, Dell, Hewlett Packard, Alibaba, Airbnb y Baidu y, a nivel latinoamericano, el CEO de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza. Y si estos nombres no son lo suficientemente estelares, les puedo agregar a Leonardo di Caprio, quien vino a recibir un premio, y los músicos Bono y Peter Gabriel.
Nadie puede competir con Di Caprio en star power, pero la indiscutida estrella latinoamericana en Davos fue el nuevo presidente argentino Mauricio Macri. No podía dejar de venir, empeñado como está en que la Argentina deje de ser un paria financiero y vuelva a los mercados internacionales de capital.
Pocos días antes de la cita en Suiza, Macri se fisuró una costilla mientras jugaba con su hija menor. La prudencia habría recomendado no viajar, pero Davos concentra a buen número de banqueros, administradores de fondos y CEO de grandes empresas de todos los sectores: justamente a quienes Macri debe convencer de que la Argentina ha cambiado, que ahora pagará sus deudas y no expropiará. En otras palabras, que Argentina vuelve a ser lo que alguna vez fue: un excelente sujeto de crédito o inversión.
Macri viajó a Suiza junto a varios miembros de su gabinete, pero más decidor es que incluyó en su comitiva a Sergio Massa, uno de los candidatos presidenciales que compitieron con Macri en el bloque opositor al kirchnerismo. Massa fue ministro de Néstor Kirchner y luego se pasó a la oposición fundando su propia rama del peronismo. Y el mensaje que dio su presencia en Davos es clave: Macri no sólo tiene en sus manos la Casa Rosada, sino también un sector del justicialismoo, detalle no menor si se piensa que la comunidad internacional y los inversionistas extranjeros no dudan del contenido de las reformas del actual gobierno, pero sí de su capacidad de ponerlas en marcha sin el apoyo político de un abanico amplio de partidos que de alguna manera incluya al peronismo.
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La presencia de Macri fue la única participación latinoamericana en Davos que concitó interés de la comunidad internacional. También trataban de atraer cámaras otros 40 jefes de Estado, incluyendo a David Cameron del Reino Unido y Benjamin Netanyahu de Israel, además de los jefes de gobierno de Grecia, España, Afganistán y Sudáfrica. El mexicano Enrique Peña Nieto también vino, pero pasó como un cometa: llegó y se fue en 24 horas.
América Latina no es tema importante ni urgente en Davos, porque no lo es en el mundo. No hay guerras, los presidentes son democráticamente elegidos, no nos destacamos por lo bueno ni por lo malo. En la mayoría de los paises hay economías de mercado y donde no la hay, el electorado está pidiendo cambios. Macri llegó al poder exactamente por eso: los votantes están pidiendo que se ponga fin al intervencionismo estatal.
A los latinoamericanos nos parece importante y urgente la pérdida de ingresos que ha significado la caída en los precios de las materias primas, problema que se ha convertido en crisis en algunos paises de la región. Pero el tema de los commodities no es un problema estrictamente latinoamericano, ni es causado por una política económica equivocada. Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Finlandia, Nigeria, Sudáfrica, Malasia, Indonesia y otros son masivos exportadores de materias primas. Y aunque hay medidas paliativas que los países pueden tomat como precaución -ahorrar parte de los ingresos durante las 'vacas gordas' para hacer uso de esos ahorros en las 'vacas flacas'-, no es posible controlar los precios de bienes que se transan libremente en mercados internacionales. Y si alguien tiene alguna duda, basta mirar a la OPEP, el cartel petrolero que lleva décadas intentando domesticar sin suerte el precio del petróleo.
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De izquierda a derecha: Joaquim Levy, ministro de Hacienda de Brasil; Elías Selman, publisher de AméricaEconomía, y Rodrigo Valdés, ministro de Hacienda de Chile.
Para ser justos, el tema de los commodities sí se conversó en una de las líneas temáticas de la reunión de Davos, pero con un foco global.
No obstante, un tema latinoamericano que sí debió estar en la agenda es la recesión en Brasil y sus posibles escenarios futuros. Es muy difícil defender una agenda de coyuntura global que no incluya la situación actual de Brasil ni analice la realidad actual de Venezuela. El país que votó contra el chavismo ha llegado a un nivel tan grave de escasez de alimentos y medicamentos, que pareciera estar al borde de una crisis humanitaria.
La agenda de Davos este año, además, tenía un tema general que es importante para el mundo, pero no urgente ni latinoamericano: la Cuarta Revolución Industrial, entendida como la fusión de la tecnología mecánica, digital y biológica.
Quizá por eso no fue lucido el discurso de Mauricio Macri en la Cena Latinoamericana, el gran evento de la región en Davos. Por compromiso con la agenda, habló de la visión tecnológica de Argentina y el tema sonó forzado. Pero lo que sí hizo en forma espléndida Macri, minutos antes de iniciar su discurso, fue entrar al salón de la cena acompañado por su estupenda señora, Juliana Awada, y su comitiva. Sonriente, elegantísimo, desenvuelto, Macri vivía su momento triunfal. "Por fin, por fin", dijo una voz a mi espalda. "Por fin se fue la chusma de la Casa Rosada y ha vuelto a entrar la nobleza".